Hoy se cumple la segunda jornada de huelga en Turquía, convocada por la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos (KESK, por sus siglas en turco); esta confederación de sindicatos está conformada por once organizaciones obreras y nuclea a casi 250.000 trabajadores, aportando así al agravamiento de la situación política en ese país, luego de una semana de movilizaciones masivas y de cuatro días de represión del gobierno, la cual causó, al menos, dos muertos, decenas de heridos y centenares de detenidos.
La brutal represión e intransigencia del primer ministro turco, Recep Erdogan, solo atizó el fuego de la rebelión de masas, la cual fue iniciada por la oposición a una construcción de un centro comercial en un parque público y hoy exige la dimisión del gobierno. Así lo confirma la declaración de uno de los dirigentes obreros al convocar la huelga: “Desde hace siete días la gente está en la calle y los sindicatos deben de jugar también su papel en esto”. La convocatoria a la huelga provocó que el presidente turco, Abdullah Gül, aceptara abrir un “canal de diálogo” y rever la decisión de destruir el parque, en abierta contradicción con la postura del primer ministro Erdogan.
El rechazo a la destrucción de un parque y la respuesta represiva del gobierno turco han destapado la olla de una situación de lucha de clases que, sin lugar a dudas, se encontraba latente en el seno del pueblo turco. Lo que comenzó en Estambul se expandió a manifestaciones en 48 ciudades y la resistencia en la plaza Taksim, donde se encuentra el parque que quieren destruir, es permanente y cada vez más masiva, ahora con la participación de las organizaciones de trabajadores.
Este alzamiento de las masas en Turquía significa otro enorme dolor de cabeza para el imperialismo mundial, en plena guerra civil en Siria, y a las puertas de una Europa que ya viene lidiando con otras manifestaciones obreras y populares.
Se ratifica la profunda crisis estructural del capitalismo; por una causa aparentemente menor, se pone de manifiesto el rechazo de los pueblos a las décadas de injusticias y mentiras que trataron de encubrir el permanente deterioro de las condiciones de vida de los pueblos. Esta situación de la lucha de clases mundial es la que también se manifiesta en nuestro país, por lo que cualquier lucha que se lleve adelante puede llegar a significar la chispa que encienda la bronca y el ansia de cambio latente en nuestro pueblo.