Un cartero, un telefónico y un barrendero en la administración de un nuevo Estado

En un país en donde el sistema capitalista nos lleva al permanente caos, a la anarquía cotidiana producto de la voracidad de los negocios, encontramos un remanso en charlas fecundas con trabajadores que vemos cotidianamente y que tanto tienen que ver con lo diario de nuestras vidas. Son millones que producen, que administran, que realizan los más variados servicios, educadores, etc.

En esas charlas apresuradas las preguntas son a boca de jarro, directas, rondan en la disponibilidad y ganas de ellos y sus pares de administrar un nuevo Estado, en definitiva, ¿se harían cargo de ello si una revolución los pone en la responsabilidad de afrontar las soluciones de los problemas?

Aclarados los motivos de las preguntas, es decir avanzar a una nueva sociedad, las respuestas que recibimos son las mismas en estos trabajadores: …que nos dejen a nosotros trabajar tranquilos y verán que ellos, los que diseñan los negocios mostrarán sus verdaderas caras de incapaces.  Tras cartón nos llenan de ejemplos de cómo se podrían solucionar muchísimos problemas a favor del vecino con la simplicidad  de la experiencia y el conocimiento y por fuera de los negocios que genera cada licitación.

Nos vamos pensando que si en estas charlas que son individuales y  al pasar, salen tantas ideas de País, ¿lo que sería crear un estado deliberativo en los centros de trabajo para dar respuesta inmediata a los problemas de la sociedad? La misma pasión que hay hoy de debate por los problemas que genera el sistema capitalista, mañana se expresaría en un fecundo debate en torno a las políticas a seguir del nuevo Estado.

El sistema capitalista que tenemos está administrado por los gerentes de los monopolios, es decir, utilizan un instrumento de poder de las minorías para realizar grandes y jugosos negocios.

Esto es lo que hay que cambiar, construir un Estado revolucionario, socialista, que ponga a esos trabajadores no sólo en la ejecución de las obras sino, y sobre todo, en la administración y planificación de la nueva sociedad. La inteligencia colectiva de la sociedad es otra calidad, superior, inmensamente superior  a un sistema dirigido por gerentes de monopolios que sólo buscan su negocio, sin importar qué producir, con que costos humanos y de la naturaleza que producen. Son dirigentes sin escrúpulos, sólo buscan su bienestar a costa de la explotación y opresión de nuestro pueblo y sobre todo del robo de capacidades productivas e intelectuales individuales y colectivas.

Del otro lado somos millones que estamos organizados socialmente para trabajar y producir riquezas para pocos, millones que nos levantamos para ir a trabajar, para poner nuestra fuerza de trabajo, dar lo mejor de nosotros y de no recibir más que angustias y denigración por un sueldo o una paga miserable.

Es entonces que cobra una gran dimensión el ir uniendo las ganas de cambio social que existe en una gran parte de la población, del saber de lo que hoy estamos luchando tiene que ver con lo futuro, con las posibilidades reales que se abren si derribamos los muros que el Estado de los monopolios construyó en décadas. En ese encuentro de fuerzas para los cambios revolucionarios encontraremos las respuestas básicas para transitar los primeros pasos de la revolución, se dejará  a un lado definitivamente la idea de que “es posible mejorar el Capitalismo” en su etapa de mayor pudrición. Ideas afines a los buscadores de votos, al electoralismo impuesto que niega la democracia directa, milita contra ella.

Encontrándonos, las fuerzas que vienen desde la lucha, desde muy abajo iremos practicando la democracia directa, la que hoy se practica ya en cada enfrentamiento y con un alto grado de organización autoconvocada que se manifiesta en esas contiendas.

No nos resignaremos jamás  a las dádivas de los poderosos para pasar por la vida arrodillados ante semejante afrenta al pueblo, nuestro pueblo ha dado un paso trascendental en ir derribando paredes para vernos las caras y el saber que no estamos solos en cada lugar. Queremos otra vida, de dignidad plena y solo un nuevo Estado de todo el pueblo administrado por él y la movilización permanente permitirá sortear cada paso y desafío que la vida y la lucha de clases nos imponga.

Unir, unir y seguir uniendo las fuerzas del pueblo que están enfrentadas de una u otra forma al sistema, debatir, debatir y seguir debatiendo la idea de que en cada lucha está el embrión de una nueva sociedad y el encontrarse será una fuerza temible para el poder instituido.

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