La experiencia que viene haciendo el pueblo argentino en su lucha de todos los días contra las miserias que ofrece el capitalismo como sistema, luchas que se extienden de punta a punta del país y por los más diversos motivos, ya que en la búsqueda de los negocios la oligarquía financiera se enceguece y no tiene límites geográficos. Los pueblos cercanos a la Cordillera de los Andes contra las mineras, comunidades enteras contra la extracción indiscriminada de petróleo y gas, provincias movilizadas por ser perjudicadas en las inmensas plantaciones de soja, conflictos todos los días por aumento de salarios y mejores condiciones de trabajo, cualquiera sea la rama o sector, productor o administrativo, privado o “estatal”. Así como ellos no conocen ni a su madre a la hora del negocio, la movilización les pone una traba a sus ambiciones y los condiciona permanentemente, haciéndolos retroceder en todos los rincones del planeta.
El capitalismo como sistema, ya dio demasiadas muestras de no querer ni poder resolver ninguna de las reales necesidades de los seres humanos. Éstos reaccionamos ya automáticamente con la lucha y la movilización a la hora de buscar respuestas concretas a la solución de esas necesidades.
Dentro de los centros industriales, la clase obrera está dando una batalla, que silenciada, les está moviendo los cimientos. Organizados para el reclamo concreto, de un sector, sección o planta; luchando todos los días contra los sindicatos que hacen de policías dentro de la fábrica que nos obligan a conspirar cotidianamente para avanzar en nuestra organización; fábricas donde ya se han ganado no solo cuerpos de delegados sino también comisiones internas; conflictos que han saltado el cerco de las cuatro paredes para trascender públicamente como las obreras y obreros de Kronberg & Shubert; asambleas extraordinarias en el sur del país, donde los obreros petroleros vienen llevando una lucha hace ya años; textiles de las provincias del norte del país que vienen luchando en contra de las condiciones esclavistas de producción; conflictos permanentes, con asambleas multitudinarias y organizaciones de base en los ingenios Ledesma y El Tabacal; y así una suma de experiencia que hace al conocimiento y la práctica en la lucha y la movilización. Ahora, es momento de que los revolucionarios, como parte de todo este fenómeno, como un actor más en este movimiento planteemos a estas vanguardias, que tienen un carácter de masas, la posibilidad material del cambio. La unidad pasa a ser una necesidad urgente, pero ya no solamente para conocernos las caras y transmitirnos experiencias, sino para ir consolidando un proyecto independiente de la clase obrera y de todo el pueblo en la lucha por el poder político. Por fuera de toda la pornografía electoral que nos intentan vender de todos los costados y discursos, más “revolucionarios” más progresistas, de derecha o de izquierda, todos y cada uno de ellos hechos para sostener este sistema. Lo revolucionario radica, entre tantas otras cosas, en tener un lenguaje directo al pueblo, a esas masas más arriba mencionadas, de que no hay salida posible dentro de los marcos capitalistas, que a todas las luchas, por más insignificantes que parezcan, hay que sembrarles la semillita del poder. Que esas organizaciones que hoy dentro de la fábrica están disputándole al enemigo un cuerpo de delegados o aquellas que ya lo ganaron, tengan en sus manos un proyecto que las haga ver más allá y además se sientan los verdaderos protagonistas, porque lo son. Que sepan que así como hoy luchamos y nos organizamos para el reclamo, así vamos a tener que organizarnos para llevar un país adelante, movilizados, autoconvocados, ejerciendo la democracia directa. Eso es revolucionario, eso es socialismo, eso es una política independiente de la clase obrera.