En el presente estadio de la lucha de clases, el ejercicio de la unidad en diferentes enfrentamientos, en pos de conquista de las demandas planteadas (sean estas demandas ganadas o no), se atesoran en la conciencia de las masas de un modo dinámico. No al estilo de los viejos mercantilistas, de atesorar riquezas para conservarlas al margen de la vida, sino, de un poderoso arsenal de experiencia colectiva que, en las circunstancias actuales, experimenta un flujo de iniciativas que llevan consigo la necesidad del poder local y también, prácticamente, como un aspecto insustituible, la autodefensa de masas.
En busca de las soluciones a la diversidad de problemas que el capitalismo y la oligarquía en el poder no dan a las masas, y en respuesta a la violencia con que estas políticas del poder se imponen, la violencia de abajo, de la clase obrera y el pueblo contra la acción del estado monopolista, es inevitable e históricamente necesaria.
No hay nada más violento que la muerte cotidiana de niños por hambre, por la falta de agua, o la falta de calefacción y abrigo, carencias básicas para las condiciones humanas de vida.
La imposibilidad de llevar al cine a los hijos porque apenas se alcanza para comer un planto de fideos hervidos es violencia que descansa en producir millones en ganancias para otros y no disponer de tiempo para el descanso; viviendo con apenas lo indispensable para comer muy malamente. No hay nada más violento que dejar sin trabajo a cientos de obreros, sometiéndolos a una historia de explotación constante; no hay nada más angustiante que nuestra vida dependa del colapso del sistema de salud, que muestra a todas luces su inoperancia frente a la vida; no hay nada más decididamente oprobioso y espantoso que salir a trabajar y perecer en el viaje o en el lugar de trabajo, por carecer de básicas condiciones técnicas de seguridad.
Esto es apenas un mínimo aspecto de las cuantiosas problemáticas sociales, políticas y económicas, de las contradicciones que el sistema capitalista en su actual fase ha agudizado al extremo.
Ahora bien, toda la superestructura del Estado al servicio de la oligarquía y sus defensores institucionales, sus ideólogos en los medios etc., niegan hacia afuera la lucha de clases, pero implementan leyes laborales y sociales que acentúan el grado de sometimiento y virulencia; dando al mismo tiempo lugar a que las fuerzas represivas actúen en defensa de sus intereses, en defensa del orden establecido, de los intereses actuales y futuros de los negocios de la oligarquía financiera. Implementan leyes represivas para frenar el torrente de enfrentamientos populares, ya sea por disuasión, amedrentamiento o directamente represión violenta. Las fuerzas represivas en la calles confirman que la democracia burguesa no deja de ser violenta, por el contrario, exacerba la violencia de los de arriba porque su debilidad política se hace más visible a medida que la lucha de clases se agudiza.
En esta situación aparece la siguiente pregunta: si la lucha de los trabajadores y el pueblo no tienen un carácter defensivo, más bien tienen una impronta de conquista y de ofensiva ¿el carácter de la autodefensa avanza también por ese camino? Es indudable que sí pero, no sólo avanza por ese camino por ser ofensivo a secas o por añadidura, sino porque la ofensiva de masas implica la constitución de organizaciones de poder local en zonas y barrios; de poder obrero en fábricas y centros fabriles bien pegadas a las necesidades concretas de la clase obrera y pueblo; de la unidad estrecha que, en consonancia con la resolución de los problemas y necesidades demandadas, tales organizaciones actúen ya como instituciones revolucionarias, como expresiones de la unidad de sus intereses de clase contra los intereses del poder monopolista.
Es decir, como expresiones de poder, como fuerzas decididas a imponer desde la democracia directa y la acción directa organizada desde abajo, las resoluciones a los problemas. Lo que significa ni más ni menos que tomar en sus manos el camino de la revolución, pues como bien se dijo en una oportunidad, ellos reprimen porque no pueden resolver los problemas que han causado y que causan. Por el contrario, la clase obrera y el pueblo avanzan desde su unidad hacia un cambio revolucionario, que barra con esta historia reaccionaria, porque desde esa experiencia histórica estamos en condiciones de hacerlo.