Como telón de fondo de los acontecimientos que ocurren en Estados Unidos por estos días, se desnudan las repercusiones de la más grande crisis del sistema capitalista mundial impactando en el país bastión del sistema. Acotar el análisis de lo que está pasando a que los “malos” republicanos traban el presupuesto al “bueno” de Obama, sería caer en una teoría desgastada y moribunda.
El debate que se está dando en el seno del poder estadounidense está enmarcado en peleas por arriba que, hoy más que nunca, están condicionadas por las peleas por abajo. Las manifestaciones y huelgas se han disparado en los últimos dos años, en el marco de la caída abrupta y sostenida del nivel de vida de la población norteamericana. Se calculan ya más de 50 millones de personas viviendo bajo el nivel de pobreza; un alto porcentaje de trabajadores ganan un salario que no les permite, siquiera, poder viajar a sus ocupaciones laborares durante todo el mes; la pérdida de puestos laborales es sostenida, solamente ocultada por el maquillaje de las estadísticas, lo que empuja permanentemente a la marginalidad a los desocupados del sistema.
Por si hiciera falta una prueba contundente del mal humor social del pueblo norteamericano, todas las encuestas realizadas arrojaron como resultado que más del 70% de la población se oponía a una intervención militar en Siria, fenómeno que no se producía desde la guerra de Vietnam.
Este escenario exacerba las contradicciones y disputas interburguesas que durante décadas se resolvían “pacíficamente”, es decir pactando entre buitres cómo continuar la carroña. Además, la crisis planetaria del sistema continúa a vivita y coleando, cada vez más profunda e irreversible, en la que ningún país (incluido Estados Unidos) acierta solución alguna, por lo que los coletazos salpican las barbas mismas de los países imperialistas “centrales” y provocan crisis políticas como la que hoy se pone de manifiesto en la parálisis presupuestaria norteamericana.
Tal como lo venimos manifestando en cada oportunidad que se presenta, los pueblos del mundo se alzan contra lo efectos y las causas de la crisis capitalista y representan el principal escollo para cualquier plan explotador y expoliador que el capital quiera llevar adelante. El pueblo norteamericano no es la excepción y pone en jaque a la burguesía monopolista de ese país.