El viernes pasado en horas de la noche, mientras se jugaba el partido de la selección argentina de fútbol y la de Perú, personas encapuchadas a bordo de dos motos, tirotearon el frente de la casa del gobernador de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti quien vive en la ciudad de Rosario. Los medios masivos de información, salieron a analizar las causas que motivaron la acción. Unos dijeron que «se trata de una respuesta al combate contra la droga que lleva a cabo la autoridad provincial». Otros, en forma contraria, opinan que el «combate contra la droga lo lleva a cabo la autoridad nacional y que en consecuencia el atentado está inserto en la disputa política pre electoral, en la cual se intenta victimizar al gobernador y el partido al que pertenece, buscando un resultado político para el próximo acto electoral». Como sabemos, tanto el gobierno provincial, como el gobierno nacional, así como los medios de difusión masivos, son expresiones políticas de los distintos sectores de la burguesía monopolista y, como tales, no hacen más que ventilar las profundas contradicciones intermonopolistas por las disputas permanentes de los negocios. En ese marco es que tenemos que analizar el atentado al gobernador, en el cual están cruzados todos estos intereses y en el que participan, por acción u omisión, las fuerzas de seguridad del Estado. En la fase del Capitalismo Monopolista de Estado, la oligarquía financiera no sólo actúa violentamente contra el pueblo que lucha por sus reivindicaciones políticas, sociales y económicas, también dirime sus contradicciones interburguesas utilizando la violencia, llegando a través de ella, a guerras interimperialistas tal como sucede en varias partes del mundo. La descomposición del sistema capitalista, su debilidad no sólo en dar respuesta a las necesidades y aspiraciones populares sino en el sostenimiento de sus propias instituciones inmersas en profundas contradicciones y enfrentamientos de todo tipo, salen a la luz también en estos episodios mafiosos. Las mafias no son sólo las patotas sindicales, las barrabravas, o las bandas organizadas desde las fuerzas de seguridad y el ejército desde donde se manejan la droga, la trata de personas, los robos y otros delitos. Las mafias, en realidad, están organizadas desde los directorios de los monopolios. Hombres de saco y corbata y mujeres con prolija vestimenta son quienes deciden sobre las vidas y bienes de millones de seres humanos trabajadores. Son quienes utilizan las instituciones del Estado para robar, matar, superexplotar y saquear las riquezas elaboradas con el esfuerzo y el trabajo de todo un pueblo. Para ello utilizan todos los mecanismos que el propio Estado les ha proporcionado con sus leyes, aparato de justicia y administración fraudulenta. Cuando éstos no les sirven, recurren a la más baja delincuencia para resolver los que deben resolver en pos de sus intereses particulares. El poder de los monopolios es autocrático, violento y mafioso desde su esencia. De otra manera no es posible sostener dicho poder solventado por una mínima minoría por sobre la gran mayoría de la población. El gobernador, tal como ocurre con cualquiera de los funcionarios del gobierno a determinados niveles, no es víctima sino que, por su nivel de responsabilidad, está sujeto a los avatares de las disputas de negocios entre monopolios. Él, como toda su clase, son los que ponen en riesgo las vidas de vecinos y pobladores en general. El atentado al gobernador santafesino, está inscripto en la descomposición del sistema capitalista generada por su propia esencia y acelerada por las luchas y movilización de las masas que ya han comenzado a cuestionarles el poder.