En el marco de una profunda crisis institucional y estructural del estado de los monopolios, se desarrolló el acto por la democracia que pasó sin pena ni gloria como un intento cosmético del gobierno de mostrarse altivo frente a la conflictividad social.
Al mismo tiempo que en Tucumán era reprimida una movilización popular a la gobernación, al mismo tiempo que el hartazgo de los trabajadores y el pueblo desatan iniciativas de lucha por aumentos salariales y contra el ajuste que pretende imponer el poder monopólico y el gobierno a su servicio, la presidenta cataloga a la lucha por aumentos salariales de la putrefacta policía como una extorsión y culpa a estas demandas de ser la causa de los saqueos.
De la misma manera las luchas salariales de los trabajadores han sido catalogadas como extorsión. Es evidente que el aumento desde un 33% al 45% que han logrado, no hace otra cosa que poner sobre la mesa que los pretendidos topes a los aumentos que intenta pactar el poder como parte del ajuste se les van de las manos. Pues ya se realizan paros, medidas de fuerza y asambleas autoconvocadas de trabajadores que buscan conquistar aumentos dignos en una situación inflacionaria de tarifazos que es insostenible para la amplia mayoría de nuestro pueblo pues, como ya se está diciendo con certeza, plata para los aumentos hay.
La caldeada situación que se vive en nuestro país supera la propia capacidad de análisis de los políticos burgueses que a esta altura van por detrás de los hechos, es decir, van por detrás de la iniciativa que emana desde abajo. Quedan paralizados, sólo atinan a dar explicaciones formales a situaciones que requieren soluciones de fondo, paso que no están, ni por asomo, en condiciones de hacer.
La lucha de clases golpea a cada paso a la burguesía y provoca hendiduras más profundas en su estructura de dominación. En el acto por la democracia tras las palabras presidenciales se pretende convalidar lo que ya está cuestionado: el ajuste, la democracia burguesa y toda su institucionalidad.
Tirar desde atrás para evitar que la lucha de clase los devore, tal es la situación de la superestructura del sistema.
Sin ir muy lejos, los apagones ocurridos en zonas del Gran Buenos Aires, la semana pasada producto de la tormenta y de la decidida falta de inversión, de mantenimiento, de la precariedad de los tendidos eléctricos, han hecho salir a las calles a cientos de miles de personas que se han codeado con la unidad de acción, con la discusión, con la resolución de sus problemas con la necesidad de cambiar esta situación, que ya cuestionan desde los hechos a la democracia burguesa, al Estado, al poder dominante, al propio sistema. Que aúnan intereses, se autoconvocan y se niegan a soportar el ajuste que sí constituye la verdadera extorsión contra el pueblo.
Estas circunstancias decididamente ocultadas se inscriben en la dimensión cada vez más creciente de luchas de todo tipo contra la superexplotación, por la salud, la educación, contra la contaminación, el saqueo, por la vivienda, contra la falta de agua, etc.. Estas son las luchas que jaquean al poder y provocan el quiebre tan profundo que se da por arriba. Pues la paz que pretenden instalar para garantizar el ajuste no existe.
La lucha de clases es tal que toda movilización y reivindicación, todo reclamo, toda acción popular de masas es política. Lograr un aumento salarial importante a la medida de nuestras necesidades, una conquista laboral, la derogación de una ley como la flexibilidad laboral, o como la ley antiterrorista, o la ley de minas u otras tantas que convalidan el nuevo ajuste que se pretende implementar, tiene la impronta de esta condición.
En el ajuste convergen todos sus negocios, todo el desbarajuste económico y político, toda la injusticia, todo el régimen capitalista, todas sus mentiras a costa del sometimiento de millones a condiciones de vida oprobiosas. En la lucha contra el ajuste se aúnan y organizan los trabajadores y el pueblo, todo lo revolucionario, todo lo superador de esta realidad, de esta democracia burguesa, toda la motivación por la conquista de una vida digna.
La movilización en las calles, en los barrios, en las fábricas, en los parques industriales, etc.. debe ser un gran paso en la unidad política de todo el pueblo por la conquista de una nueva sociedad.