La movilización multitudinaria del miércoles pasado en Tucumán repudiando a la policía y pidiéndole al gobierno de Alperovich que se vaya, es la expresión más contundente de la situación política que se vive hoy en esa provincia, pero que a su vez expresa el estado de ánimo de todo el pueblo argentino.
Hay algunas anécdotas que son dignas de destacar. Un policía uniformado en la ciudad de Tucumán subió a un colectivo de la línea 131; al verlo el chofer se cruzó de brazos y no prosiguió el recorrido; los pasajeros comenzaron a aplaudir y el uniformado no tuvo otra alternativa que descender; luego el chofer prosiguió su ruta. Otros ejemplos: los comerciantes en la misma ciudad se niegan a atender a los policías, incluso los más osados ponen carteles avisando esta situación: “No atendemos policías”. Así también, en un barrio de “clase media” una caravana de cuatro patrulleros fue interceptada por los vecinos que no la dejaron avanzar, y con cánticos de repudio los obligaron a retirarse por donde habían venido.
Tal es el clima que se vive en Tucumán luego de los episodios conocidos por todos del reclamo de la policía.
La famosa policía “bussista” cargada de impunidad y prepotencia producto de años de represión tanto en tiempos de la dictadura como en los años de democracia, la de los “héroes” emblemáticos como el nefasto Malevo Ferreyra, herramientas represivas y del “gatillo fácil”, del gobierno de los monopolios, aquella que unos días atrás se enfrentara con el pueblo en el Barrio San José en una durísima batalla por orden del gobernados progresista Alperovich que ordenó desalojar las tierras tomadas.
Esa misma policía es la que está encargada de custodiar y velar los intereses de los gobiernos de los monopolios, hoy no puede circular por las calles de Tucumán.
Esta situación no es menor, por el contrario, es la más clara demostración del resquebrajamiento de un sistema donde, desde una visión u otra, nuestro pueblo no quiere, no soporta, le produce hartazgo y se constituye en un plano más del “que se vayan todos”, pero ya no referido a los políticos solamente, sino al cuestionamiento directo a las instituciones.
Hasta hace apenas sólo unos días nadie confiaba en las instituciones del sistema. Ahora el peldaño comienza a ser superior: no las toleramos, no las queremos más, y se expresa abiertamente en el repudio en las calles.
Múltiples contradicciones y de las más diversas se le presentarán a la burguesía monopolista, impensadas en otros tiempos; así como aparecerán diversos fenómenos aparentemente inexplicables por lo contradictorio que no nos deben asombrar ni sorprender. Se vive un tiempo de profundos cambios y muy virulentos donde la fuerza motriz es la lucha de clases, siendo el accionar de nuestro pueblo una fuerza arrolladora que con toda justicia todo lo repudia y el mismo sistema comienza a sentirse avasallado.
El surgimiento de una alternativa revolucionaria, sin ninguna duda, producirá en toda esta nueva situación un rumbo claro y decidido hacia la lucha por destronar a la burguesía del poder, al tiempo que es en este extraordinario avance el que hará parir más rápida y sólidamente la salida política revolucionaria que el momento histórico demanda.
Es por ello que hoy más que nunca los revolucionarios debemos doblegar esfuerzos, sacrificios y apegarnos más que nunca en consolidar y ampliar la unidad lograda, avanzando en más organización política, poniendo en blanco sobre negro el cambio que el país necesita, donde el ser humano sea el epicentro de todas las cosas y no la ganancia que es a lo que llevó este sistema, la degradación del hombre.