Durante las últimas semanas que pasaron, en el marco de las protestas por los cortes de luz y en medio de un caliente estado de ánimo, producto del descontento social por el enorme incremento de la inflación de precios en alimentos y productos de primera necesidad, muy lejos de pasar desapercibido, el pueblo argentino, una vez más salió a tomar las calles como método indiscutible de lucha.
Mientras que la burguesía y su gobierno, no le pueden dar respuestas a la profunda crisis política y de gobernabilidad instalada, la generalización y la legitimidad de la protesta social se profundiza. Miles y miles de argentinos, salen a las calles para conquistar, a través de la movilización y la acción directa, los reclamos, a sabiendas que no existen otra vías de acceso, dentro de los marcos de las instituciones de gobierno, que puedan resolver de manera inmediata, los problemas que se presentan frente a la descomposición de un Estado al servicio, pura y exclusivamente, de los monopolios.
En este contexto, en la ciudad de Buenos Aires, el gran Buenos Aires y en diferentes provincias donde hubo falta de luz y agua, las protestas en las calles y el cuestionamiento al poder político y económico, eran acompañados de un efervescente estado deliberativo, donde se debatía en los cortes de calles y rutas, entre otras cosas, cómo hacer aún más efectivo el golpe, donde en muchos casos las movilizaciones avanzaron a las puertas de las casas de los políticos de turno, o a prender fuego las puertas de los locales comerciales de Edesur, o a los municipios de diferentes localidades.
Asimismo, también en el barrio de Longchamps, donde está instalada la empresa La Serenísima, los vecinos, enardecidos de ver que mientras ellos pasaban varios días sin luz y sin agua, y la fábrica no sufría ningún tipo de cortes y seguía produciendo sin ningún tipo de problemas, decidieron ir a bloquearles todos los accesos a los camiones de la planta. Ante lo cual la respuesta fue inmediata y la empresa acorralada decidió cederles una fase al barrio para que tengan luz y proveerles del reparto de agua a través de un camión cisterna.
Esta nueva experiencia de lucha, apenas un ejemplo de lo que se dio en infinidad de rincones de nuestro país, fue la clara demostración, que la generalización y masividad de la protesta social, le brinda a la lucha de clases un grado de poder enorme que hostiga y arrincona a la burguesía y su gobierno, desarmándolos y ahondándoles su crisis.
En este mismo sentido, la gran dimensión de legitimidad que cobra la protesta social a partir de la masividad, los pone más a la defensiva cercenando o condicionando toda posibilidad de represión o de tergiversación a través de los medios masivos de comunicación como suelen hacer, ya que en medio de tal situación, cualquier paso en falso puede llegar a provocar un estallido social.