Como muchas veces lo hemos analizado, luego de la rebelión de 2001 el movimiento de masas en Argentina condicionó el accionar y las políticas del poder monopolista. Allí se abrió una etapa de conquistas económicas, sociales y políticas que fueron presentadas como concesiones pero que el movimiento de masas incorporó como propias.
En ese proceso, la clase obrera argentina reanimó su lucha. Para entender esta nueva etapa del proletariado argentino, debemos mencionar rápidamente desde dónde se venía. Los 90, las privatizaciones, los cierres de empresas, los despidos masivos, la enorme brecha entre la gran oferta de mano de obra y la poca demanda de la misma hizo que la lucha (que nunca dejó de existir) estuviera condicionada por esta situación objetiva. Las luchas eran casi todas de carácter defensivo, los derechos ganados en décadas se perdían permanentemente, luchadores con mucha experiencia quedaron fuera de la producción. En fin, un contexto de gran retroceso que la clase obrera argentina experimentó en ese período como parte de su gloriosa historia de lucha y organización de más de cien años.
En los primeros años del nuevo siglo, la reanimación de la producción, los planes de las empresas para producir en nuestro país hacia todo el mundo con una mano de obra barata y muy calificada, encontró a una clase que venía de una etapa como la descripta y con millones de jóvenes trabajadores que comenzaron a realizar sus primeras experiencias en la producción industrial. Si bien la experiencia y el lazo histórico nunca se pierden, la experiencia concreta de un nuevo proletariado había que hacerla en concreto, recuperando años de retrocesos y afrontando nuevas realidades. Así fue que, de a poco, se fueron protagonizando luchas de las más pequeñas a las más grandes, se fueron recuperando y creando organizaciones de los trabajadores, se fueron recomponiendo fuerzas y, sobre todo, la confianza en las propias. Todo esto, realizado en un contexto general de luchas de todo el pueblo argentino, las que permanentemente seguían condicionando las políticas burguesas e iban profundizando la crisis política de la clase dominante. El fortalecimiento y la consolidación de las luchas del proletariado aportaron grandemente en ese proceso, por lo que la crisis política se fue ahondando y la clase obrera fue ganando terreno en ese proceso.
Este contexto general es imposible de soslayar para analizar lo que está pasando hoy día y lo que se viene en la lucha del proletariado. Objetivamente, varias ramas de la producción como la automotriz, la autopartistas, la metalúrgica han visto reducido sus niveles de producción. Los motivos son variados pero todos apuntan a una baja en la demanda nacional e internacional. Si ésta es de corto, mediano o largo alcance en el tiempo no lo podemos afirmar; y, a los fines de nuestro análisis poco peso tienen. Veamos por qué.
Los planes de las trasnacionales y todas las empresas más chicas ligadas a las mismas comienzan a ser revisados en un contexto en el que la masa salarial a nivel mundial debe ser reducida. Así lo demanda un nuevo ciclo de concentración y centralización de capitales que la economía capitalista mundial viene atravesando; el mismo provoca que la tasa de ganancia deba ser revisada para garantizar la reproducción ampliada del capital. Hasta aquí los aspectos económicos del problema. Pero tanto o más importantes que los económicos, juegan también los aspectos políticos. Las “fábricas del mundo” como se denominan a los países asiáticos, ya no producen con salarios que permitan resolver todo decidiendo localizar las fábricas en tal o cual región del planeta. Las luchas del proletariado en esos países han conquistado demandas salariales que han acortado sensiblemente el tiempo en el que el capital se ve obligado a ceder a las demandas obreras. Por lo tanto, las políticas de reducción salarial se han esparcido por el mundo llegando a los denominados países centrales, allí donde, a pesar de las graves crisis que afectan a esos pueblos, las luchas de los trabajadores no cejan en la defensa de sus derechos y conquistas. Reducir la masa salarial es la necesidad del capital y, para ello, debe lidiar con esta situación objetiva que la lucha de clases presenta mundialmente.
En este contexto debemos analizar la lucha de nuestro proletariado y los desafíos por venir. Como históricamente lo ha hecho la burguesía, de cada situación busca provecho. Hoy, agitando el fantasma de la crisis, de la baja de las ventas, con el inestimable apoyo de las gerencias sindicales, para condicionar las discusiones paritarias. Pero también porque necesitan cumplir con planes mundiales que les obligan a achicar la masa salarial. Como la burguesía en nuestro país no puede, ni por asomo, proponer reducciones salariales o despidos masivos porque políticamente están condicionados por la crisis política que la propia clase obrera y el conjunto del pueblo le profundizan cotidianamente, entonces hacen correr rumores de suspensiones, de retiros anticipados, de despidos; intentan hacer reinar el desconcierto y el temor, el “no reclamemos porque la mano viene mal”, etc.
Es este un momento en el que la clase obrera y sus vanguardias deben promover y realizar una política independiente de clase que ponga por delante los intereses del proletariado por sobre los de la burguesía monopolista. Ésta tiene todo el aparato del Estado para defenderse; los trabajadores debemos contar con nuestra organización y nuestros objetivos reivindicativos y políticos concientes que ninguna fuerza del sistema los defenderá sino nosotros mismos. La situación es que la burguesía necesita reducir los salarios. Para ello intenta deshacerse temporariamente de mano de obra, reduciendo las “horas hombre” de producción; esto implica lisa y llanamente que, además de pagar menos masa salarial por contar con menos mano de obra el objetivo es aumentar el nivel de plusvalía de la misma aumentando los niveles de superexplotación. Y decimos temporariamente porque conocemos cabalmente de planes productivos para los próximos años en terminales automotrices, por ejemplo, como Peugeot, Volkswagen y Toyota y al menos las dos primeras están anunciando suspensiones y/o cierres de turnos.
Entonces sus problemas y sus necesidades, una vez más, las quieren resolver sobre el lomo del proletariado. Por ello, nuestras respuestas no pueden estar por fuera de la caracterización política que venimos desarrollando, tanto nacional como internacional. Si bien es cierto que la primera reacción es la del desconcierto y el temor por lo que vendrá, hacer conocer los planes del enemigo ayudarán muchísimo a que el proletariado cuente con sus propias estrategias de acción. No podemos estar impávidos ante la política terrorista que las empresas y los sindicatos despliegan todos los días. El proletariado, sabedor de las verdaderas intenciones de la burguesía monopolista, está en condiciones de afrontar la lucha desde consignas que apunten al corazón de los mismos.
Las consignas y luchas contra los despidos, las suspensiones, los planes de superexplotación deben encontrar una respuesta organizada de la clase pero ya no sólo desde la reivindicación económica sino, fundamentalmente, política. Ellos quieren descargar sus planes sobre nuestras espaldas y nosotros debemos impedirlo, ese debe ser el espíritu y la conducta de la clase obrera. La etapa de conquistas que ya lleva más de una década nos ha dejado la enseñanza de pelear y acumular, lo que ahora nos pone en condiciones de afrontar lo que se viene desde esa experiencia hecha y desde la convicción de que en el terreno político la burguesía sigue inmensamente débil, sin condiciones de hacer “borrón y cuenta nueva” porque sus políticas no tienen ni el consenso ni la confianza en el movimiento de masas.
Hay que desplegar una gran propaganda política sobre esta situación hacia todo el pueblo trabajador, no solamente en los centros de trabajo, y resolviendo las acciones en cada lugar de acuerdo a las características de los mismos pero siempre bajo la caracterización general descripta.