La lucha de clases en la Argentina presenta un alza constante, lo que impide a la burguesía en el poder recomponer sus fuerzas como desearía al tiempo que acrecienta la acumulación de fuerzas a favor del campo del pueblo. Esta situación de luchas se ve ahora retroalimentada y protagonizada por la clase obrera industrial.
Desde la experiencia de las autopartistas en Córdoba, con la toma de Valeo durante 19 días como proa, dijimos que una nueva metodología de lucha revolucionaria se había instalado en el proletariado industrial y que la misma comenzaría a expandirse a toda la clase. Luego, con las primeras suspensiones y bajas en la actividad industrial, ratificamos que esa vocación de lucha y organización anidaban latentes en la clase obrera y que, por lo tanto, la caracterización política de la etapa que se abría era la de una burguesía intentando ajustar cuentas contra su enemigo principal y la de un movimiento obrero que auguraba más lucha y enfrentamiento ya que la voluntad era no dejarse pasar por arriba por la burguesía monopolista.
Esta caracterización ha tomado cuerpo concreto en las luchas que el proletariado ha protagonizado y está protagonizando a lo largo y lo ancho del país. Los obreros del Ingenio San Isidro en Salta, los obreros siderúrgicos de todo el país, la toma en la planta de Gestamp, la movilización del día de hoy de la UOM de Córdoba son sólo algunos ejemplos de que la lucha obrera ha instalado, de hecho, la consigna de que los trabajadores no están dispuestos a ser lo que deben hacerse cargo de los problemas de la burguesía.
La actitud firme y combativa del proletariado ha desarmado sus planes y ha sumido a la clase dominante en un desconcierto que agrava su crisis política; tanto es así que los traidores como Caló de la UOM o Pigannelli de SMATA deben salir a “tirarse” contra las patronales cuando desde un primer momento se vendieron como los bomberos de una situación que rápidamente los pasó por arriba y sepultó sus intentos de ser garantes de la “paz social”. Y además también se les pasa por arriba a la llamada izquierda que propone como método de lucha marchitas por el centro porteño y llevar los reclamos al Parlamento burgués, intentando de esa forma reemplazar la participación y decisión genuinas de los trabajadores.
Afirmamos que ya es una conducta de clase a nivel nacional estas metodologías y acciones de enfrentamiento donde lo que cuenta es la voluntad y la defensa de los intereses obreros. Esta conducta no tiene retroceso; por el contrario, se afirma y avanza en la medida que se experimenta y se va sintetizando que estas formas de lucha son las que le duelen realmente al enemigo de clase y le quitan la iniciativa política.
El proletariado industrial ha entrado en la escena para quedarse. Y para darle un nuevo impulso y un nuevo carácter a las luchas de todo el pueblo. La etapa que se abre es la de la posibilidad concreta de quebrar el ajuste y entorpecer los planes de la burguesía monopolista y su gobierno.
En lo organizativo, avanzar en consolidar las organizaciones políticas de la clase obrera allí donde existen y donde no, emprender esa tarea para sumar a la ola de luchas que vendrán por delante. Lo que se viene debe encontrar al proletariado más firme que nunca, con sus organizaciones independientes consolidadas y en condiciones de materializar la unidad con todo el pueblo.