La semana pasada, el gobierno Pro imperialista de Cristina Kirchner, festejaba con bombos y platillos el “acuerdo” alcanzado con el Club de París para pagar la suma de más de 9.700 millones de dólares.
La realidad fue al revés: Un grupo de monopolios financieros decidió que el Estado Argentino pague esa suma con el esfuerzo, claro está, de todos los trabajadores y el ajuste que el gobierno profundizará contra el pueblo en general para poder cumplir con dicho compromiso.
El gobierno cumple una vez más con su papel de defensa de los intereses de los monopolios transnacionales poniendo a todo el Estado al servicio de los mismos.
Con el famoso “acuerdo” se liberarán una serie de préstamos y facilidades financieras que distintos bancos y financieras mundiales facilitarán a estos monopolios para mayores inversiones en nuestro país.
Acá está el nexo entre los planes de profundización del ajuste que los monopolios y el gobierno comenzaron a implementar ya que los mismos son sumamente necesarios para los grandes negocios que tienen en vista y que estaban frenados por esa razón (es decir, la falta de pago de la llamada deuda, entre otras, al Club de París, lo cual no permitía el financiamiento para los megaproyectos de la oligarquía financiera, y el apriete y superexplotación a los trabajadores y pueblo en general para obtener no sólo costos de producción inferiores, si no también, los recursos para pagar ese “acuerdo”).
El conflicto de Gestamp puso blanco sobre negro, la mentira de la caída de la producción y la crisis económica de la industria automotriz, porque cuando los 9 obreros tomaron el puente grúa y la empresa desalojó la planta parando la producción. Todo el sector automotriz puso el grito en el cielo reclamando la pronta solución del conflicto para restablecer el funcionamiento de la planta que los provee de materia prima para su propia producción.
La vinculación entre el golpe propinado por la clase obrera reflejada en la actitud valiente de estos nueve obreros autopartistas, y el “acuerdo” con el Club de París para el financiamiento de millonarios proyectos en nuestro país, se evidenció en el discurso de la presidenta en Santa Cruz el sábado pasado en el que perdió la compostura de su careta “nacional y popular”, mostró su mueca más guerrerista contra la clase obrera pidiendo que si es necesario se reprima a los trabajadores en lucha…Lo cual, evidentemente, no pudo hacer el gobierno provincial de Scioli ya que corría peligro de que se le incendiara todo el cordón industrial más grande de la región del extremo sur de América latina.
Pero demos un repaso de las transnacionales que fogonearon el “acuerdo” con el Club de París: las de origen alemán Volkswagen, Mercedes Benz, Bayer, Adidas y Robert Bosch, las de origen estadounidense Ford, General Motors, Procter & Gamble, John Deere, Monsanto, Pfizer, Johnson y Johnson y Colgate Palmolive, las de origen japonés Toyota, Honda, Yamaha, Bridgestone y Sony, las de origen francés Peugeot, Citröen, Michelin y L’Oreal, las de origen italiano Fiat, Iveco y Pirelli y las de origen en los países Bajos, Shell y Philips.
También está involucrada Corporación América, de Eduardo Eurnekian, para construir el Paso Binacional Bicentenario, un túnel ferroautomotor a la altura de Las Leñas, en Mendoza. Corporación América y Mitsubishi presentaron una propuesta para asumir dicha obra y aportar el financiamiento, que demandaría 3.500 millones de dólares en una primera etapa y 3.400 millones en las dos restantes. Los japoneses necesitaban el cierre del litigio entre la Argentina y el Club de París para abaratar el financiamiento que requerirá para construir el paso fronterizo.
La división automotores de Toyota, por su parte, está invirtiendo 800 millones de dólares en su planta de Zárate para ampliar la capacidad de producción, mientras que Toyota Tsusho trabaja para la extracción de litio en Jujuy. El holding ya comunicó a las autoridades argentinas que tiene más planes en esas actividades, que haría efectivos al quedar resuelto el default con el Club de París.
A todas estas se suman, petroleras, otras mineras, farmacéuticas, químicas, etc.
El parate actual de la producción es momentáneo y es aprovechado por la oligarquía financiera, el gobierno pro imperialista de Cristina Fernández de Kirchner, al servicio incondicional de la misma y los sindicatos policiales que constituyen su fuerza de choque para mentir descaradamente chantajeando a los trabajadores y el pueblo con la falta de trabajo con despidos y suspensiones, cuando en realidad se prepara todo el terreno para supermillonarios proyectos de inversión y producción con superexplotación.
La clase obrera ha pegado un golpe enorme haciendo caer estrepitosamente la mentira. Y dejando en evidencia que se trataba de una burda maniobra de la burguesía orientada a meter miedo con el fin de bajar la masa salarial, reduciendo personal y superexplotando a los obreros para que sus negocios futuros, que están a la puerta de realizarse, sean mucho más rentables.
La presidenta dijo al respecto: “El capital financiero ya no necesita explotar, ahora excluye”. Con esta “talentosa” frase, tan “talentosa” como su progenitora, la inefable presidenta intenta hacer creer que hay que agradecer por tener trabajo asalariado sin importar cuánto se cobre por el mismo. Pero la clase obrera no está dispuesta a aceptar semejante despliegue de talento y creatividad inspirada en lo más viejo y retrógrado del pensamiento oligárquico, porque sólo cree en lo que ve diariamente en sus extensas jornadas laborales en las que deja su vida superproduciendo bienes y servicios varias veces superiores a los que necesitaríamos 40 millones de argentinos, al tiempo que escasean los medios necesarios elementales para la vida de dicha clase y el pueblo en general.
Ésa es la razón de la profundización de la crisis política de la burguesía, su gobierno y sus sindicatos. Y es por esa misma razón que cada paso dado, los hunde más en su asqueroso fango.