Una renovada ola de luchas (expresadas en huelgas, movilizaciones y acciones de todo tipo) viene protagonizando el proletariado en todo el mundo. Las huelgas mineras en Sudáfrica de las últimas semanas fueron precedidas por huelgas ferroviarias en Francia; de los trabajadores del metro de San Pablo en Brasil; masivas e históricas huelgas en las fábricas de calzado deportivo en China; al igual que en la industria textil en Bangladesh el año pasado y este año en Camboya y la India; la persistente lucha de los trabajadores de grandes cadenas minoristas y de comidas rápidas en Estados Unidos, son una pequeña muestra de la movilización obrera. La característica fundamental de este proceso es la constante ruptura de los trabajadores con las organizaciones sindicales funcionales a las patronales, determinando nuevas organizaciones construidas desde abajo, con un grado de combatividad muy alto y, en la mayoría de los casos, con importantes triunfos.
Sin embargo, la burguesía monopolista mundial y sus voceros de todos los colores, insisten en sus planteos sobre la desaparición de la clase obrera como clase de vanguardia, llegando al absurdo de afirmaciones sesudas que concluyen en que hoy son las máquinas, y no los seres humanos, los que producen la riqueza. Se olvidan que en los últimos veinte años más de 1500 millones de personas se han incorporado a la producción, configurando un proceso de proletarización a escala mundial sin parangón en la historia.
El resultado de este fenómeno en la lucha de clases a nivel mundial se traduce en un permanente problema para la oligarquía financiera internacional; la llamada globalización generó la ilusión de poder explotar trabajadores en cualquier parte del mundo. Apenas a poco más de dos décadas de la implementación de estas políticas productivas, la lucha de clases muestra una vez más su tozudez y aparece con vigor renovado, confirmando no solo su existencia objetiva sino, fundamentalmente, ser un factor decisivo para acentuar la crisis estructural del capitalismo. Los triunfos proletarios expresados en aumentos salariales y de condiciones de trabajo ponen en jaque los planes para extraer plusvalía a escala mundial sin mayores inconvenientes y hacen temblar los cimientos de la producción capitalista acentuando las contradicciones intermonopolistas; al mismo tiempo, ratifica no sólo la existencia del proletariado sino su papel determinante en la lucha de clases desnudando la profunda crisis política que atraviesa el sistema capitalista el que no puede convencer a las masas obreras acerca de sus “bondades” y el “progreso” que conlleva contar con un puesto de trabajo.
En esa situación, el giro que está tomando la lucha de clases a nivel mundial es claramente favorable a las fuerzas del trabajo contra las del capital. Millones de proletarios en lucha en las calles, enfrentando a su verdadero enemigo, construyendo nuevas y vigorosas organizaciones propias, no tienen otra consecuencia que un creciente estado de agitación social que el capitalismo no puede enfrentar, ya que la lucha obrera, en cualquier lugar del planeta, desarma y pone trabas a las políticas de la oligarquía financiera a nivel mundial. Al mismo tiempo, la clase obrera templa sus fuerzas y recupera el protagonismo que objetivamente tiene en la organización social para producir, por lo que cada lucha proletaria enciende y alimenta la lucha de los demás sectores populares.