El segundo semestre del año promete un alza importantísima en la lucha de masas en todo el territorio nacional. Las alzas salariales y el cobro del aguinaldo fueron comidos por la inflación y por el cobro del impuesto al salario; hoy mismo, los recibidores de granos del puerto de Rosario realizan una huelga que puede extenderse a nivel nacional, los docentes bonaerenses vuelven a la carga por un reajuste salarial luego de la lucha del mes de marzo, y con seguridad esta tendencia se reafirmará con el correr de las semanas.
La burguesía argentina en su conjunto cierra filas para acometer el ataque al nivel de vida del pueblo, vía el achatamiento salarial y todas las formas de expropiación que aplican al conjunto del pueblo trabajador. No le queda otro camino para sostener las tasas de ganancias que, como dijera la Presidenta, fueron tales que “se la llevaron en pala” durante su mandato y el de su difunto marido. Como decíamos ayer, esto es el ajuste y esto es lo que la clase obrera y el pueblo enfrenta cotidianamente.
Dentro de ese enfrentamiento está expresada la lucha de clases objetiva entre la clase explotadora y las clases explotadas y oprimidas. Es una lucha que no depende de la voluntad de clases o individuos, sino que existe producto de esa división clasista de la sociedad. Lo que sí depende de la voluntad y de la organización política de las clases en pugna es el devenir de esa lucha; si se mantiene como una lucha por la reivindicación inmediata o si esa lucha comienza a tener una perspectiva de lucha política revolucionaria contra toda la clase dominante y sus instituciones políticas.
En ese contexto el papel de los partidos políticos, tanto los de la burguesía como los de la clase obrera, es un papel que busca organizar políticamente a las masas; unos para perpetuar la explotación, los otros para terminar con la misma y con la dominación de la burguesía. En este último bando en la Argentina de hoy se pueden dividir en dos grandes tendencias: las que utilizan la institucionalidad burguesa y las que, como nuestro Partido y otras organizaciones revolucionarias, trazamos una línea de enfrentamiento y construcción política que rompe con toda la institucionalidad del enemigo de clase y construir las instituciones políticas de la clase obrera y del pueblo.
Estos grandes trazos hoy dividen las aguas en la lucha proletaria y popular. La experiencia práctica está mostrando que las estrategias de lucha de los partidos que eligen la vía parlamentarista, arrancan el conflicto del terreno de lucha propio de la clase obrera (que es la fábrica, el lugar de trabajo, la zona de influencia de los centros productivos) hacia el terreno que más le conviene a la burguesía: el de su institucionalidad, donde la experiencias de lucha se van consumiendo y desgastando dado que no afectan el corazón de los intereses y de la política de la burguesía que es la producción.
Precisamente, el otro camino elegido por una parte importante del movimiento obrero y popular (y el que nuestro Partido impulsa decididamente) es el del enfrentamiento en el terreno propio del proletariado que es la huelga, la toma de fábrica, el buscar la unidad efectiva con los centros de trabajo cercanos y vecinos; una estrategia de lucha que afecte los intereses concretos de la clase dominante allí donde esos intereses están, es decir en la producción. Ya lo hemos dicho y los propios analistas burgueses lo confirman: la experiencia de Valeo y el triunfo de la misma, y la toma del puente de grúa de Gestamp pusieron en vilo a toda la burguesía monopolista.
Las diferencias de estas metodologías representan hoy la diferencia irreconciliable entre las concepciones reformistas y las concepciones revolucionarias, dado que en las metodologías están encerradas y resumidas esas dos estrategias. El reformismo de izquierda hoy contribuye a que el movimiento de masas no rompa con las prácticas y concepciones de la burguesía; por el contrario, las reproduce y las practica desde un supuesto discurso revolucionario. Se proponen como los “representantes” desde la idea de representatividad burguesa, por lo que cada lucha es vista como una fuente de afiliados y futuros votos en las próximas elecciones y, en los hechos, hacen lo que el aparato partidario decide, desconociendo o yendo en contra de la voluntad y la experiencia de las masas.
Las metodologías consecuentemente revolucionarias ponen en primer plano una concepción de clase. El papel efectivo de la participación y la decisión de las masas en cada experiencia, la utilización de las auténticas asambleas que se van constituyendo en la institución real de las masas, la unidad efectiva por abajo de los trabajadores y el pueblo, es una práctica que rompe con las ideas y concepciones de la burguesía porque cuestiona en los hechos el poder de la clase dominante y apuntan a que las masas trabajadoras decidan por sí mismas, echando las bases sólidas del Estado obrero y popular a construir luego de la toma del poder político y de la destrucción del poder burgués.
Es este un debate que, en la experiencia del movimiento revolucionario mundial, ha tenido siempre plena vigencia mucho más aun cuando el movimiento de lucha se encuentra en alza. Hoy en nuestro país se expresa de esta forma y no solamente nuestro Partido sino todas las fuerzas y voluntades revolucionarias consecuentes, deben ejercer decididamente estas concepciones en cada lucha concreta que nos toque protagonizar.