Un repugnante “minuto a minuto” contra el pueblo.

Ha sido una semana agitada. Todo ha sido muy vertiginoso. Una convulsión a la que estamos acostumbrados. Muy difícil, muy bravo.

Es difícil salirse de lo contestatario en un momento en donde la presidenta no dejó de arengar y mostrar hasta dónde el poder burgués es incapaz.

Estamos hablando y refiriéndonos a los problemas que padecemos todos los argentinos todos los días del año. La plata no alcanza y a ello se le acompaña con un acoso a la sociedad rayando en la barbarie.

¿Qué pensaste? ¿Qué íbamos a hablar de los temas que nos imponen? Bueno, ¡sí! vamos a hablar de los temas que nos imponen y como lo hicimos en las dos notas del miércoles y jueves pasado de esta semana, lo haremos con absoluta independencia política y desde otro punto de vista al que nos quieren imponer.

Este enfoque sólo apunta a describir, desde lo analizado en los primeros renglones, la incapacidad del sistema capitalista no sólo para resolver los problemas que aquejan al pueblo sino  la incapacidad que tiene la burguesía, es decir la clase dominante a nivel planetario, de centralizar sus políticas mundiales.

¿Qué  necesitaría hoy en el plano político  la clase dominante para encontrar  soluciones a las crisis del sistema?

¡Una fuerte concentración política!

Un mundo unipolar,  como les gustaba decir hasta no hace mucho tiempo. Una continuidad del camino trazado por Nixon, Reagan, Tatcher, Bush padre y Bush hijo. Años 80 y 90 de una ofensiva del capital financiero con un puño cerrado y avasallador.

Pero ese mundo ya no es el mismo,  ese contexto del gran capital se hizo añicos, “el pretendido sueño de un capitalismo que incorpora masas al consumo y de ascenso social con millones en el planeta escalando a clase  media consumista”,  se está chocando con un frontón,  la “caricatura” de la lucha de clases, caricaturizada por  destacados «intelectuales» del sistema, aparece “de entre las sombras” y conmueve a todas las estructuras podridas del sistema. Hoy el  capitalismo, mal que les pese, es multipolar y profundamente contradictorio. El capital financiero se expresa en los nuevos y múltiples centros de decisión que no son pocos.

El minuto a minuto  del default en la Argentina, en donde ninguno de los contendientes se pone de acuerdo, es hijo de la violenta guerra intermonopólica. Una guerra de todos contra todos por la apropiación de la riqueza.

En los primeros renglones de este artículo está la clave para entender el por qué no se llega a un acuerdo por arriba. Es que 40 millones de argentinos venimos siguiéndolos con el aliento en la nuca. Más allá de cualquier bravuconada institucional, el poder ha asimilado que en nuestro país ya hemos pasado por jornadas de luchas trascendentales que azuzan todas las disputas por arriba. No tienen una unidad política los sectores de las clases dominantes que puedan someter a pueblos que vienen gestando nuevas experiencias por fuera de lo propuesto por el sistema. Nuestro país no es la excepción.

Ninguno de estos sectores en pugna sabe lo que va a pasar mañana, literalmente hablando, ¡Ninguno!

En el mundo globalizado Argentina se resfrió y conmovió la frágil estructura  de decisión política que merodea el planeta. Esto es capitalismo y nos quieren embretar en un debate por arriba, entre disputas monopólicas, expresión real de la anarquía del sistema.

Estos señores improvisados, que viven el minuto a minuto son los que gobiernan el mundo y nos gobiernan en el día a día. ¿Por qué embretarnos en estas atrocidades? O en todo caso, ¿por qué hacerlo desde lo que ellos quieren que debatamos?

Nos metemos en el problema porque la clase dominante es incapaz de resolver las crisis que vive  el hombre de trabajo,  el que vive de un salario.

No hay solución y no la habrá

La crisis es política y se expresa en nuestro país con todo rigor, pero no es más que un reflejo del mundo globalizado y la ausencia de una dominación política centralizada que el sistema imperialista necesita. No olvidemos que en estos mismos minutos esos enfrentamientos intermonopólicos se expresan con guerras abiertas en todo el mundo: Libia, Palestina, Ucrania, países de África sometidos a los embates de capitales chinos, rusos, norteamericanos, europeos, para saquear las riquezas continentales, etc.

En nuestro país se expresa con toda crudeza. Un minuto se dice una cosa, al otro se dice otra cosa, el reparto del botín es una guerra sin bombas entre las diferentes facciones de la oligarquía financiera. En ella están todas las usuras planetarias comprometidas y se sacan los ojos.

En este nivel no hay acuerdos, hay vencedores y vencidos y, en el peor de los casos, guerras persistentes.

De nuestro lado, pueblo, tenemos que intervenir reclamando lo nuestro y poniendo bien en alto la plena movilización y lucha por las conquistas, no estamos dispuestos a optar por el mal menor porque sencillamente no existe. Todo, absolutamente todo lo que nos proponen, es el mal peor: achatamiento del salario, suspensiones, despidos, más impuestos, represión.

Es repugnante escuchar la danza de miles de millones de dólares que se disputan del botín, pero estos contendientes que están en guerra abierta entre ellos  se unifican y nos dicen que la plata no está, hipócritamente nos dicen «crisis» económica, mientras, por arriba, el gobierno de los monopolios, el Club de París, los fondos buitres, etc., etc., se matan por los miles y miles de millones de dólares en disputa.

Una vez más cuando aparecen estas situaciones que nos ponen «al borde del precipicio» nos preguntamos si nosotros pueblo no estamos en condiciones de seguir haciendo las cosas por el camino de la dignidad para la Sociedad Humana. Seguramente  sería un nuevo artículo para tratar este tema pero, sólo para ir pensando, decimos lo siguiente: ¿Por qué el poder necesita  de esquizofrénicas administraciones del Estado para terminar en esta tragedia para el pueblo?  ¿Por qué el poder que cuenta con decenas y decenas de miles de economistas, funcionarios del Estado a los cuales mantenemos, no da una sola respuesta sensata a tanta barbarie?  Porque  es un Estado de los monopolios que tiene que encubrir los grandes chanchullos de la clase dominante, el robo de la riqueza que produce nuestra fuerza de trabajo en la transformación de la naturaleza. Tienen que encubrir el saqueo.

Nos imaginamos un Estado que, desde las luchas que estamos haciendo, con las que vamos a insistir, creándole hogueras para exterminar a ese capital de exterminio, desde esas raíces de enfrentamiento y por nuestra dignidad, repetimos, nos imaginamos como pueblo, administrando un Estado cuyo fundamental interés será el desarrollo del Hombre y su sana relación con la naturaleza.

Ese Estado, de hecho, combatirá la burocracia hija del sistema capitalista con la plena movilización del pueblo. Las cuentas del Estado revolucionario serán abiertas, públicas y manejadas por las grandes mayorías. Todos los funcionarios revocables por las decisiones de las mayorías. Este Estado actual ha mostrado su incapacidad con creces para llevar adelante el desarrollo de una sociedad. La clase dominante está en una crisis terminal y hay que redoblar el esfuerzo de la lucha para que sigan sintiendo que este pueblo no dejará su rebeldía en la confusión en que nos quieren meter.

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