EN LAS METODOLOGÍAS SE CONOCE EL PÁJARO… Si tuviésemos que definir en un resumen sintético en que estadio se encuentra la lucha de clases hoy en Argentina diríamos, como lo venimos remarcando en tantas notas, que estamos en una profunda e irreversible crisis política de la burguesía producto de un alto nivel de conciencia y lucha de las masas, que así como se está no se quiere estar más, y por lo tanto los monopolios no pueden implementar sus planes como quisieran. Peor aún, cada día se hunden más y más en su desprestigio. Paradójicamente, las fuerzas de la revolución aún se expresan insuficientes, pero esto desde la proyección histórica no limita la tendencia implacable e irreversible a solucionase, pues uno de los elementos esenciales es el germen revolucionario que subyace en las masas, y fundamentalmente en la clase obrera industrial. Ya los viejos instrumentos de engaño y sus mecanismos utilizados históricamente por la burguesía les resultan perimidos donde el capitalismo se expresa por su inercia a lo único que puede atinar esa imitar al camaleón, cambiando solamente de color en sus mentiras y métodos; y aunque quisieran volver la historia para atrás, el desarrollo material de la lucha de clases les agotó todas las salidas desde el punto de vista de la mentira. Así nada es nuevo en la «viña del señor», sino basta recordar aquellos viejos slogans en el marco de una tremenda violencia política: «Ni yanquees ni marxistas, peronistas», desarrollando toda una «teoría» de la famosa tercera posición; y entonces amagaban con sus populismos a ´poner en un mismo nivel de cara a las masas las teorías de los dos imperialismos, en su afán de desprestigiar a los revolucionarios, exacerbando el nacionalismos. Y ahí había para todo: nacionalismo de izquierda, burguesías nacionales, independencia económica. Hasta los milicos se subieron al tren, y acusaban a la subversión de atentar contra nuestro sistema de vida occidental y cristiano. Todo servía con tal de confundir, dividir y desviar la lucha de las masas, para que éstas no rompieran con la explotación. Así, Joseph McCarthy implementó y basó su teoría en la sistematización del desprestigio hasta llevarlo al altar del sacrilegio en función de la mentira como ataque. Implementó acusaciones (generalmente oportunistas, pero siempre falsas) de deslealtad, subversión o traición a la patria, desencadenó un extendido proceso de delaciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. El macartismo luego sería utilizado e implementado como una herramienta esgrimida por toda la burguesía en el mundo. Todo lo que suena tan lejano y burdo, en esencia hoy está aggiornado pero la burguesía sigue apelando al macartismo, donde esto se vive sobretodo en las fábricas, si se quiere más refinado y sagaz, y recurren a «nuevas» tácticas como la de implementar y alentar las luchas de aparatos. Así surge el nuevo escenario: el sindicalismo oficial y el sindicalismo de izquierda; los primeros: «el que no responde al sindicato oficial es zurdo», los otros: «si no están las banderas y la movilización partidaria, sos pro patronal o estás con el gremio, que es lo mismo». Pero en la lucha de clases nada es inocente. Todo tiene un mar de fondo y expresa un interés de clase. Esto que está pasando hoy, en esencia lo que encierra es un tremendo temor a la independencia política de la clase obrera. Por ello tanto el sindicalismo facho como los llamados de izquierda, aparentan hacer llegar la sangre al río para llevar a la derrota los conflictos. Ambas formas son el engaño y la táctica que trata de implementar hoy la burguesía. O se está en defensa de los intereses de la clase obrera o se está en contra. Ejemplos sobran, pero lo que habría que afirmar contundentemente es que los sindicatos dentro de las fábricas hoy son pro patronales, y que la llamada izquierda parlamentarista nunca en los últimos años avanzaron en las conquistas. Lo que se logró fue por la lucha de masas donde la esencia fue la masividad con democracia directa. Donde la «izquierda» logró un triunfo fue en subterráneos de Buenos Aires, para terminar siendo funcionales los metro delegados alineándose con el gobierno de los monopolios. Por eso hay conflictos con toda la prensa y otros silenciados totalmente; los que se pierden aparecen, los que se ganan se esconden; porque nadie quiere hacer olas de que existe una vanguardia mayoritaria que tiene claro que la resolución y toma de decisiones debe ser con democracia directa y en asambleas, donde los rumbos que se siguen son los de la mayoría, y cuando eso logra manifestarse, aparecen los triunfos, se avanza en organización, y se gana la legalidad en las fábricas. Hoy, la más tremenda de las batallas en el plano ideológico y político pasa por las metodologías a seguir, aunque suene secundario y absurdo a los oídos. La lucha por las metodologías terminan colocando de qué lado se está: los unos priorizando los aparatos sean del color que sean, estén ubicados a la izquierda o a la derecha, pues las decisiones se toman arriba (diríamos que muy arriba); la otra, la de la confrontación masiva con democracia directa, donde las decisiones se toman abajo (diríamos, bien abajo). Aquí está lo revolucionario. La llamada izquierda bastardea la democracia directa y la autoconvocatoria, la tilda de espontaneista y economicista. Una forma de macartear la lucha de las masas, por ello rompe las asambleas. La burocracia sindical, primero empuja a las auténticas vanguardias para dejarlas pegadas con los aparatos de la izquierda, y si no lo logra, les teme. Pero ambas están en una cruzada contra la auténtica lucha de las masas.