Luego de más de 5 años de búsqueda y movilización, finalmente apareció el cuerpo de Luciano Arruga, enterrado como NN en el cementerio de la Chacarita. Una vez más la injusticia vuelve a ser noticia. Una vez más el Estado capitalista vuelve a mostrar su naturaleza reaccionaria contra el pueblo. Una vez más se expresa la descomposición de un capitalismo que ya nada tiene para ofrecer, más que miseria, explotación e injusticia.
Este caso lamentable, es el claro ejemplo de que no se trata de una u otra institución que funciona mal, sino que son el conjunto de las instituciones del Estado capitalista, que responden a un mismo interés de clase. Y que en este sentido forman cada una de ella un engranaje de la maquinaria del Estado, como herramienta de opresión a la clase obrera y al pueblo.
Por lo tanto mientras que la policía y los militares reprimen o matan, hay un aparato de «justicia» que encubre y encarcela a los luchadores y un parlamento que miente y los medios de comunicación que distorsionan la realidad y los sindicatos que pretenden frenar la organización de los trabajadores, etc. etc. etc.
Luciano Arruga, como muchísimos otros tantos fue hostigado por la policía bonaerense, para robar. El hecho de que se haya negado le costó persecuciones y torturas, hasta el día de su muerte. Hoy los medios de comunicación apuntan a desvincular del caso a la policía, dando a entender que la muerte de Luciano fue producto de una muerte insólita de tránsito y un error administrativo de la morgue y el cementerio público. Y por lo tanto, como es de esperar, la justicia vuelve a poner en dudas el caso.
Este caso tiene una real similitud a otros tantos, como los publicados en CORREPI: Nada de lo sucedido con Luciano nos sorprende, porque pasaron 17 años antes de que la instalación de cloacas en los suburbios de un pueblo cordobés descubriera el cuerpito de Alejandro Flores, el nene de 5 años atropellado por un patrullero y enterrado por los policías. Porque a Emilio Blanco, de 17 años, lo mataron a golpes y con la «bolsita» en la comisaría de Chascomús en 1997, y tiraron el cuerpo a las vías para que pareciera un accidente; o porque unos años antes, en Salta, el platense Diego Rodríguez Laguens, murió en la tortura en la comisaría, y los policías lo arrojaron en la ruta para que los camiones le pasaran por encima. Después, lo enterraron como NN, igual que Facundo Rivera Alegre, «el Rubio del Pasaje», desaparecido en Córdoba en 2012, hasta que se encontró lo que quedaba de él en la sala crematoria del cementerio de San Vicente. Porque seguimos buscando a Daniel Solano, a Julio López, a Iván Torres, a Marita Verón, a Martín Basualdo, a Diego Duarte, a centenares más, y desde hace una semana, a Lucas Fernando Díaz.
Nada de lo que pasa es aislado, sino que es el resultado del funcionamiento institucional del Estado capitalista. Y vale la aclaración, porque siempre intentan desvincular la organización estatal como parte del sistema. La venta de drogas y el lavado de dinero está promocionado por la prensa, como producto de carteles del narcotráfico, escondiendo que son los mismos capitales financieros quienes son los dueños de semejante negocio sucio, promovido por punteros políticos, comisarios, empresarios, bancos y protegido por las instituciones del Estado.
Esa misma suerte corre la prostitución y la trata de personas, donde se puede ver sin ningún miramiento cómo en avenidas y rutas de nuestro país, la policía protege el negocio.
El servicio penitenciario nacional, lejos de promover una política para reinsertar a los presos, por el contrario, induce a un gran porcentaje a robar para los organismos de seguridad o para favores del mejor postor convirtiendo las cárceles en escuelas de mercenarios.
Asimismo el gran problema de la inseguridad, tiene como base fundamental el amparo de un Estado que promociona el negocio de la muerte, los robos y la venta de armas. Los kioscos de venta de drogas en los barrios; las famosas zonas liberadas; los robos y asesinatos por encargo y otras tantas maniobras donde nuevamente, las instituciones del Estado son las responsables.
Por lo tanto, como decíamos anteriormente, la muerte de Luciano, es producto de la impunidad de un Estado que sólo sirve como herramienta de opresión de una clase hacia otra y que sólo defiende los intereses y negocios de monopolios capitalistas.