Los gobiernos burgueses cambian pero el Estado al servicio de los monopolios es el mismo

«Durante los años ’90 el Estado intervino, pero con políticas de apertura financiera que generaron precarización», en cambio ahora hay «un Estado presente que interviene» con «un rol muy claro para que continúe el proceso de desarrollo con inclusión social».  «Hablar de la recuperación del rol del Estado en su nueva relación con la sociedad y el mercado, me es cómodo», afirmó el Ministro Tomada en la reunión de la OIT realizada en Perú.

“El nuevo rol del Estado”, que bajo la gestión del gobierno de turno pretende diferenciar el rol del Estado de otros gobiernos anteriores no es más que una frase tendenciosa con el fin de ocultar el carácter de clase y los intereses que representa, (como si el Estado cambia su condición de clase con cada nuevo gobierno) y colocar al Estado en aparentar un rol por fuera de las clases, como árbitro de los intereses de la lucha entre las clases, es decir por fuera y por encima de los choques entre ellas, atribuyendo en todo caso al gobierno actual el rol de exponente de una nueva épica social (nacional y popular) en contraposición a los paradadigmas políticos de otros gobiernos.

Cada gobierno que asume ensalza y ornamenta su rol de representante de los intereses monopolistas, con un vocabulario político adornado con apreciaciones, anuncios y frases sobre el desarrollo social, la inclusión social, la transparencia, la eficacia, y demás frases hechas, que la burguesía ensaya en cada discurso y en cada exposición mediática  y que la clase obrera y pueblo conocen hasta el cansancio, para disimular el hecho ineludible que en el Estado es el instrumento de la clase explotadora, de la oligarquía financiera, que en las  actuales condiciones de dominación del capital concentrado, todo gobierno que asume es el representante en el Estado y en sus instituciones de tales intereses. Pues el Estado es el instrumento de la clase que detenta el poder político y económico, es decir que en el sistema capitalista, en su actual fase de dominación y concentración monopolista, el Estado no puede ser popular, ni socialista, ni siquiera democrático, sino cabal expresión del capital monopolista. Es decir capitalismo monopolista de Estado.

Tanto en la exacerbación de las condiciones de producción y de explotación , como también en las leyes laborales (flexibilidad laboral) como la defensa del patrimonio del capital monopolista, evadiendo las propias condiciones jurídicas y políticas que la burguesía creó para hacer prevalecer sus intereses, como también la cooptación y aseguramiento de que los sindicatos asuman roles gerenciadores al servicio del mismo capital, siendo claramente una pata más de su andamiaje explotador, como también en las medidas económicas derivadas de las condiciones de explotación y de las necesidades de las ganancias, que los monopolios se disputan unos a otros para mantener su dominación, como son las devaluaciones, ajustes, inflación, como en las consecuencias sociales que todo esto genera: pobreza y miseria, falta de vivienda, salud, educación paupérrima, hambre, desocupación, etc..,  como dijo el Señor Tomada  “Hay un estado presente que interviene” y aunque parezca mentira nosotros decimos que usted está en lo cierto señor ministro, pero no como usted lo está expresando.

Lo que aparenta ser una maquinaria inexpugnable y monolítica, es decir lo que los representantes del poder afirman de sí mismos, y exhiben mediáticamente como un monstruo invencible, está atravesada por una constante crisis política que no es pasajera y que está plagada de fracturas por la lucha del pueblo y de los propios intereses interburgueses que se agudizan a medida que la lucha de clases se profundiza. Y es precisamente cuando la lucha de clases se profundiza que los ministros como Tomada salen a hacer declaraciones de este tipo, para reafirmar sin tapujos que la defensa del capital monopolista es su prioridad.

La lucha de clases se impone en el Estado y lo muestra frente a la sociedad como un conjunto de agudas disputas entre fracciones que desborda el marco de sus propias reglas de juego a la hora de confrontar contra la agudeza de la lucha de la clase obrera y el pueblo. Donde el factor predominante es la ganancia de tal o cual fracción o interés monopolista y el orden de prioridades de las políticas de Estado, llamadas políticas públicas, pierden todo sentido y se impone la anarquía de la lucha de fracciones, como el horizonte que guía la razón de ser del Estado monopolista. Desbordados por la lucha de los de abajo, por las condiciones de confrontación y de hartazgo que millones expresan con sus luchas, los monopolios y el Estado a su servicio, impotentes ya de contener las embestidas por condiciones de trabajo, salariales y de vida digna,  etc.… se enfrentan a su propia anarquía y lo que desde los intereses fraccionales y de gobierno pretenden defender como estructura monolítica se transforman en otra contradicción que más que atemperar la situación no hace más que agudizarla.  Las aparentes soluciones a conflictos como Valeo etc. no son más que el preludio de confrontaciones más agudas y generalizadas, que marcan cada vez más definidamente un rumbo de clase inexorable y el piso de la acción hacia adelante.

Los trabajadores de Valeo o de Enfer y Tatsa, de las autopartistas, del petróleo, como toda la clase obrera y los trabajadores de nuestro pueblo viven y experimentan en carne propia el carácter de clase del Estado, de allí que la lucha por las conquistas de mejores salarios y condiciones dignas de trabajo de vida los lleva de inmediato a confrontar contra el Estado burgués, sus instituciones y los sindicatos como expresión de esas instituciones. Aunque al principio la lucha tenga sólo la apariencia de una confrontación económica el contenido político de las demandas de los trabajadores desborda el marco jurídico que el Estado pretende darle. De allí que al calor de esa confrontación que hoy en nuestro país es muy elevada,  surgen nuevas formas de lucha política que expresan niveles de organización y construcción, de organizaciones de trabajadores y formas de resolución y decisión desde abajo que atentan contra la dominación del Estado y que son el germen de nuevas instituciones y organizaciones revolucionarias que dislocan al Estado y sus representantes, obligándolos a refugiarse en sus cónclaves ministeriales. Mientras las lecciones políticas que la lucha de la clase obrera conquista con cada iniciativa tienen la impronta de la solución revolucionaria de todos los conflictos y de la conquista de una vida digna y por consecuencia  expresión cabal de lo nuevo, que avanza creando un rumbo superador de esta vieja y podrida maquinaria de explotación y sojuzgamiento del ser humano que es el capitalismo.

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