Al visitar la página oficial de Arsat (www.arsat.com.ar), nos encontramos con distintos puntos entre los que podemos elegir la parte de servicios para saber exactamente a qué fin fue destinado este proyecto inaugurado con gran pompa por el gobierno nacional mediante conferencia de prensa de la inefable presidenta quien, haciendo gala de su acostumbrada soberbia verborrágica, entre otras cosas, dijo que «la gran pregunta que debía hacerse el pueblo argentino es ¿qué hubiera pasado si ella no salía elegida en 2007 y reelegida en 2011?».
En el mencionado apartado titulado servicios, el primer párrafo dice lo siguiente: «Procesamiento de datos – Acorde a la evolución en la forma de hacer negocios y comunicarse a la hora de gestionarlos y ejecutarlos, Arsat ofrece el mejor servicio para realizar operaciones rápidas, seguras y eficientes. La empresa cuenta con un predio acondicionado exclusivamente para alojar a los servidores de nuestros clientes, garantizando la protección de sus datos y aplicaciones, al nivel de los Data Center más reconocidos del mundo».
El segundo párrafo dice: «El Data Center será el corazón de la Red Federal de Fibra Óptica al que llegarán las comunicaciones provenientes de todo el país. Al mismo se conectarán tanto las escuelas, como las empresas e instituciones estatales o privadas que necesiten disponer de una gran capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos en condiciones de extrema seguridad.»
Aclaramos que las negritas son nuestras para resaltar que ni siquiera por rebote alguna escuela va a ser utilitaria del aparato, porque nos preguntamos; ¿qué escuela necesita disponer de una gran capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos en condiciones de extrema seguridad?
No es necesario extenderse sobre el particular y abundar demasiado sobre las motivaciones que impulsan a realizar tamaña inversión de US$ 270.000.000 (según las cifras publicadas).
Éste es un ejemplo más que confirma que el Estado está al servicio de los monopolios, tanto de las empresas transnacionales que manejan las comunicaciones y el tráfico de datos, voces, imágenes y videos, etc., como también que desde dichas empresas se proveerá a los monopolios que necesitan de esos servicios a fin de acelerar, optimizar y subsidiar sus negocios con el esfuerzo de millones de trabajadores a quienes privaron de otros servicios elementales y más urgentes para destinarlos al famoso satélite.
Estamos hablando de telefónicas, empresas de televisión, prestadores de internet, bancos, seguros, grandes empresas monopolistas y sus empresas satélites menores, más dependencias estatales al servicio de las mismas… La necesidad de hacer circular rápidamente las compras y ventas de mercaderías, acciones, títulos, bonos…en suma, los capitales y la plusvalía que es extraída en los centros industriales y que, en forma de producto sale al mercado para una nueva distribución y «reparto» de la misma entre todos los chacales que esperan ansiosos para apoderarse de su porción, requiere cada vez más velocidad y eficiencia en la circulación y el satélite viene a cubrir esa demanda.
Todo desarrollo de la fuerza productiva en el sistema capitalista es unilateral y termina volviéndose en contra de sus propios creadores los obreros y trabajadores que la fabricaron, contribuyendo al freno y a la destrucción de la fuerza productiva global. Este satélite no es la excepción, así que en nada nos beneficia. Eso no quita que, como ocurre con todo lo construido y plantado en nuestro territorio argentino, su mar y su espacio, una vez conquistado el poder y efectuada la correspondiente expropiación de esos medios de producción, podamos disponer para nosotros, pueblo, de todo este trabajo acumulado materializado en bienes a los que les daremos un uso acorde a nuestras necesidades.
El desarrollo capitalista no significa desarrollo para el pueblo, no es nunca efectuado para satisfacer las necesidades de la población trabajadora sino para satisfacer la demanda de los negocios imperialistas en función de obtener mayores ganancias a costa de las necesidades del pueblo.
El discurso para justificar tremenda inversión es el mismo que utiliza la burguesía siempre que hace negocios. En nada se diferencia de otros casos en los que también se habló de la soberanía nacional, los beneficios para el pueblo, y otras mentiras que suele agitar la oligarquía financiera en el poder y el gobierno. Así ocurrió con la privatización de YPF, empresa que no puede justificar, entre otras aberraciones, por qué los combustibles siguen aumentando en nuestro país cuando, en el mundo, el petróleo está a la baja.
Ninguna soberanía popular puede declararse sobre la miseria, la inseguridad, la carencia de salud, educación, vivienda, muerte lenta de los jubilados abandonados a su suerte con ingresos de hambre, y otros padecimientos del pueblo que día a día se profundizan.
El cinismo de la oligarquía financiera sólo se iguala a sí mismo, por eso la base de los discursos de los mandatarios de los países capitalistas, incluido el nuestro, es la misma. La mentira burguesa está en relación directa a la dificultad política que tiene la oligarquía para concretar sus negocios, por virtud de la situación de rebeldía de las masas populares que no aceptan la indignidad. Por eso en nuestro país es tan grande la mendacidad y resulta tan expuesta la imagen de los funcionarios del Estado que quedan en ridículo.