La nueva ley de hidrocarburos y la soberanía energética

Un diario burgués de distribución masiva comienza el artículo de la siguiente manera: «El bloque de diputados del oficialismo junto a sus aliados buscará este miércoles, en una sesión especial, aprobar la ley de hidrocarburos, que apunta a traer nuevas inversiones para exploración y producción, con la mirada puesta en lograr la soberanía energética«.

Las principales petroleras quieren más y no están conformes con el nuevo proyecto que modifica la antigua ley ahora vigente. Sostienen que para abastecer las necesidades de la producción en nuestro país, una nueva ley debe contemplar un plan de extracción y procesamiento de hidrocarburos  que se extienda más allá del 2035, según lo manifestado por el presidente de Shell, José Aranguren quien, en el reciente coloquio de IDEA (el verdadero parlamento -ver nota de fecha 24-10-2014 en este misma página), agregó que: «Soñar no cuesta nada. Me gustaría escuchar que el próximo presidente de la Argentina se dirija a la población diciendo que el principal obstáculo para el crecimiento es la falta de combustible y que eso pone en peligro nuestra soberanía«.

Tanto el encabezado del artículo periodístico como el discurso del presidente de la transnacional en Argentina, son dos ejemplos de lo que piensa toda la burguesía monopolista, incluidos todos los funcionarios del gobierno y por supuesto, la genuflexa presidenta Cristina Kirchner.

¿Qué es lo que quieren decir estos representantes de los intereses monopolistas con «nuestra soberanía»?

¿Para qué se necesita la producción de hidrocarburos? No es para otra cosa que para abastecer los negocios en danza y los que están por venir. Es decir, por ejemplo, para la extracción de oro y el envenenamiento de tierras y aguas dulces; para la producción de cientos de miles de automotores que no necesitamos; para la producción de decenas de millones de toneladas de soja que obviamente no están destinadas a las necesidades del pueblo, mientras hay gente que muere de hambre o pena para llenar un plato de comida; para la producción de repuestos automotores destinados a abastecer mercados regionales monopolistas instalados en el cono sur, etc.

Esto no tiene nada que ver con las necesidades que deben cubrirse para la vida digna de los trabajadores y pueblo argentino. Es que las necesidades de la producción de hidrocarburos para la estructura de producción que produce para la ganancia de los monopolios, muy lejos está de lo que los argentinos necesitamos para vivir.

La soberanía energética es la producción de hidrocarburos y energía en general para satisfacer las necesidades inmediatas de la población trabajadora y la que se necesita para el desarrollo armónico de las aspiraciones de la misma gente del pueblo. Y eso sólo es posible cuando el pueblo movilizado y decidiendo en cada centro industrial de las ciudades y del campo, en cada barrio, en cada universidad, determina planes y proyectos nacionales de desarrollo que un Estado revolucionario puede poner en marcha para elevar la calidad de vida de toda la población laboriosa. No tiene nada que ver con satisfacer los negocios de los monopolios que no sólo van contra la naturaleza sino contra el hombre productor a quien ajusta cada vez más las cadenas forzadas que lo vinculan al sometimiento y la explotación.

Esa soberanía de la que hablamos, la única soberanía real, sólo puede ser alcanzada derrotando a los monopolios en el poder y a sus gobiernos de turno. Esa soberanía se alcanza por medio de la lucha cuando el pueblo conquista el poder para sí, despoja a los monopolios de los medios de producción sociales y se apropia socialmente de los mismos a fin de ponerlos en funcionamiento a favor de sus necesidades y expectativas de desarrollo.

Ninguna soberanía energética puede venir de la mano de los alcahuetes legisladores, presidentes de turno y dueños de las compañías transnacionales gestoras de nuestros pesares y frustraciones futuras.

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