Ni zonza ni perezosa, la burguesía presenta en forma cotidiana el conflicto de Lear como «única» expresión de la combatividad del «movimiento obrero». Quieren embretarnos como pueblo en el debate de las diferentes posiciones que rodean el conflicto y que tomemos posición por uno u otro bando, en una falsa discusión. Todas esas posturas, más allá de su discurso, tienen un único objetivo mezquino: la defensa a ultranza del capitalismo; mientras nos movamos en los marcos de la representatividad burguesa, todo vale, y no importan los niveles de explotación de los obreros dentro de la planta. Pero por algo las cosas pasan: cuando en la superestructura hay conflictos es porque el río por abajo viene muy revoltoso y no hay manera de frenarlo.
¿Por qué tenemos que elegir si “unos” u “otros” y no ser los protagonistas de un proyecto propio de clase? ¿Por qué nada se dice en los medios (oficiales o no oficiales) de conflictos como los de Valeo en Córdoba, de los trabajadores «eventuales» en el puerto de Rosario o los millones de obreros que en el país luchamos por la vida, sea cual fuere la rama industrial y que ninguna expectativa tenemos en nuestras «conducciones» gremiales ni hablar de los políticos de turno que le hacen el caldo gordo a los monopolios para concretar sus negocios?
No se dice nada porque allí radica lo diferente, cuando aparece un germen de cambio y de anhelo hacia una vida digna. Cansados de la explotación de años, del día a día a ritmos tan agitados, de la extorsión permanente de la oligarquía financiera y ni hablar de cómo se apropian de todo lo que con nuestras manos producimos y no nos toca nada.
Mientras tanto en esa falsa disputa, los sectores automotriz y autopartista necesitan llevar el deseado ajuste siempre escondidos detrás de las mentiras y utilizando hoy el miedo para que salgamos en defensa de los puestos de laburo, a la vez que los grandes negocios siguen en marcha y los niveles de ganancia no aflojan.
En este tiempo, si en términos de producción hablamos, la burguesía monopolista presenta todo como “confuso”… pero lo que no es confuso es la ambición del sector automotriz. De una u otra manera, tanto en tiempos de alza en la producción o de cierta «inestabilidad», para ellos, nunca es momento para pelear un aumento salarial.
Ya sea porque la inflación nos comió el bolsillo, porque los aumentos trimestrales no alcanzan, por el aberrante descuento del impuesto al salario, por suspensiones, igual o más producción con menos gente, etc., los que siempre pagamos somos nosotros y los que nunca dejan de ganar son ellos. Ahí se centra el real negocio: achatarnos de alguna manera el salario, más allá de las disputas en las que quieren embretarnos. Que se produzca más con salarios cada vez más bajos es su objetivo.
Ahora pretenden que los trabajadores sintamos como propia la industria automotriz, que sea «nuestra industria», «que en la defensa de un modelo radica nuestro futuro»… vienen otra vez a querer chantajearnos, a tirarnos una limosna de todas las grandes ganancias que siguen acumulando. El Estado, más allá del color u olor que tenga su gobierno de turno o qué mano alce a la hora de votar en el Parlamento, está para garantizarle a estos monopolios sus negocios. Subsidios millonarios (ya sea el PROCREAUTO 1, PROCREAUTO 2, facilidad en la compra de millones de dólares, exención de impuestos, etc.), leyes a su favor (flexibilización laboral, conciliaciones obligatorias truchas, etc.), seguridad e inversión en infraestructura a su servicio (rutas, pavimentación, garitas de policía, etc.).
Nada de todo lo anterior nos pertenece; quieren que miremos desde la tribuna mientras ellos hacen los negocios a costa nuestra, con todos nuestros recursos y que nos contentemos con “palabras”, sabiendo que nada de eso es nuestro.
Y entonces, emerge ese anhelo que tenemos como pueblo, de aspirar a una vida digna, de ser protagonistas de nuestro devenir, de luchar por lo que nos es propio… Por eso, el gran problema de ellos está en esa desconfianza que como pueblo tenemos a sus mentiras, que ya a nadie (hace rato) llevan de las narices para ningún lado, y que la bronca acumulada en cualquier momento explota.
Será el impuesto al salario, será contra las suspensiones, será en contra de la disminución del poder adquisitivo de los salarios, no sabemos por qué será; pero necesario es que cuando sea, esté caminando entre todos el proyecto por una vida digna, por una revolución que ponga de una vez por todas al Hombre como centro de la escena y máximo protagonista, por encima de los negocios de los monopolios. Porque si todo lo producimos, todo lo decidimos.