“Algo huele a podrido en Dinamarca”. (Shakespeare, «Hamlet» – Año 1601)

¿Se puede tener calma cuando el agua arrecia en las casas y cuando se pudo haber evitado la catástrofe?

¿Se puede tener calma cuando la inflación corroe el salario?

¿Se puede tener calma cuando los problemas cotidianos de la vida se van agravando?

En fin, la clase dominante quiere que nos “calmemos”, que hablemos de temas de “la agenda de ellos”, y en verdad se hace insoportable.  Mucho más cuando nos agobian con su electoralismo marquetinero.

Ni que “quisiésemos” tener voluntad de soportarlos ¡no los soportamos!, cada vez más argentinos nos parecemos a caricaturas de “enojosos” de seño fruncidos. A tal punto llega la hipocresía del sistema de que somos así por “la forma de gen que tenemos” afirma un “estudio científico” y “estadístico”.

Nos agobian con todo lo que tienen a mano, la plata no alcanza, pero persisten en variantes de impuestos cuyo lema es el “impuesto al salario”, ¡aberrante!, ¡apesta!

“Algo huele a podrido en Dinamarca”  viejo dicho popular para expresar que de lo profundo de este desgarrador sistema capitalista está luchando por nacer “lo nuevo” de este proceso histórico…un fantasma llamado pueblo.

Desde esas entrañas la existencia de un potencial, de un futuro distinto que busca las vetas por donde parir, fuegos volcánicos aparecen y a veces se apagan, se encienden poderosas fuerzas de la naturaleza humana que busca un camino para sacarse un lastre, un sello de atraso, de indignidad.

No sólo hay ceniza volcánica que arrasa con lo que encuentra, hay existencia de una lava que deja huellas y eso es lo que sentimos que está pasando en nuestra sociedad, se van marcando caminos extraordinarios en la lucha de las clases, que aún se presentan como potenciales caminos de revolución, luchas que van por todo y que se apagan una vez declaradas o manifiestas y otras bien encendidas que imponen sellos de las clases confrontadas.

La burguesía monopolista entiende que ello está pasando, que la lucha viene acompañada de una idea revolucionaria que está caminando, que se despliega entre los contendientes de fondo. Hay serios síntomas que comienzan a sentir el golpe. El más significativo de todos ellos es el silencio que rodea a la lucha revolucionaria fundamentalmente del proletariado industrial. Esa censura es la que une a todo el poder burgués.

Es en este razonamiento de cómo se comportan actualmente las clases y sus expresiones políticas, que se hace más necesario que nunca refrescar que en algún punto las fuerzas del cambio social,  aún nos encontramos en un estado embrionario por dónde expresar claramente los caminos de la lucha por el poder.

Se ha roto ese silencio sepulcral impuesto por el poder burgués planetariamente y específicamente en nuestro país, ese estamento en el que nos encontramos es extraordinario, pero muy insuficiente.

Esos brotes revolucionarios se tienen que fortalecer duplicando ya no solo la lucha y las acciones, las movilizaciones, las metodologías revolucionarias que se desarrollan ya con la experiencia adquirida, sino y sobre todo desplegando nacionalmente una feroz ofensiva de agitación y propaganda de las políticas revolucionarias que ya se anidan con firmeza, con convicción de lo actuado en una buena parte de nuestro pueblo.

Es un momento en donde la clase obrera y con ella todo el pueblo están abierta a nuevas ideas, ya nada asusta, pero a decir verdad los revolucionarios nos cuesta entender este momento de cambio, de crear expectativas de revolución a todo el pueblo y no solo a aquellos que tenemos las misma inquietudes.

La clase dominante subestima a esa masa popular, pero le teme, la disputa constantemente, ella es la que determina la masividad de una alternativa y a ella hay que dirigirse con lenguaje claro, abierto, a favor de una revolución que ponga definitivamente a las clases en su lugar.

Todo reclamo dentro del sistema capitalista prepara las fuerzas en la lucha, las disciplina, las ordena, pero simultáneamente ese reclamo tiene que estar emparentado con una salida política que ponga la idea de la lucha por el poder en el peldaño que se pueda, que sirva para sumar las fuerzas que cambien la correlación con el poder dominante.

Hay que llegar a todo el pueblo y para ello hay que tensar las fuerzas preparando una enérgica acción de masas a todo intento del poder de avanzar contra el interés de las mayorías.

No importa si aún  esa centralización política para golpear se está gestando, pero desde lo más profundo del pueblo y en donde la  lucha nos exija extremar fuerzas movilizadas desde el vamos con el proyecto revolucionario que se está desplegando.

Las ideas de revolución tienen que aparecer en los centros de trabajo, en las casas de estudio, en los barrios etc., a sabiendas que simultáneamente vamos a seguir la pelea por las cuestiones propias de una vida digna.

A cada paso levantaremos la mirada y llevaremos  la alternativa de salida a todo el pueblo sin subestimar en lo más mínimo ese torrente de fuerza incontenible.

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