Los ministros Kicillof y Capitanich afirmaron públicamente que el tema del impuesto al salario (que ellos llaman impuesto a las ganancias), es filosófico e ideológico.
Y nosotros decimos que tienen razón. Porque descontarle a los trabajadores una parte importante de su salario para mantener la maquinaria del Estado que los explota y oprime es lo mismo que hacer pagar a los esclavos el costo de los grilletes y el látigo, que son los instrumentos que no les permiten liberarse de su condición.
Sí, la forma de vida de las clases dominantes siempre fue, en esencia, la misma: la explotación del trabajo ajeno para vivir sin trabajar apropiándose de todas las riquezas que otros producen. Esclavistas, señores feudales y burgueses, durante siglos han hecho eso, y se han valido de la fuerza para sostener tales sistemas basados en la explotación de masas inermes de individuos productores. Esa fuerza organizada es el Estado que han construido a imagen y semejanza de la clase en el poder.
Pero además de la fuerza represiva del Estado han construido argumentos filosóficos e ideológicos sostenidos por instituciones de todo tipo (religiosas, educativas, judiciales, legislativas y políticas) que, al igual que una metástasis, se ramifican en toda la sociedad para convencer a los esclavos, siervos o proletarios que la realidad económica, social y política que les toca vivir es tan natural como la tierra y el mar.
Así, los emperadores aparecían como «hijos de dioses y humanos» (semidioses). Los reyes y señores feudales eran los «elegidos de dios» y los burgueses actuales son los «líderes, los mejores hombres y mujeres, los más capaces e inteligentes», preparados por la sociedad para dirigir el destino de los países.
Con esa filosofía insisten en convencernos que la historia de la humanidad y los destinos de ésta han dependido y dependen de estos grandes hombres que son inapelables, y cuando empiezan a ser cuestionados y descubiertas las tramposas máscaras con las cuales se presentan ante la sociedad, recurren a la fuerza represiva de la maquinaria del Estado para someter a las mayorías trabajadoras que se sublevan.
Para las clases dominantes ya sean esclavistas, señores feudales o burguesía, expropiar trabajo ajeno en forma directa apropiándose de lo que las mayorías producen allí mismo en el lugar de trabajo, por medio del pago de impuestos, o ambas cosas a la vez, es un derecho adquirido por ser ellos la clase elegida -vaya a saber por qué presencia divina- que ha determinado que son los dueños del mundo y lógicamente de nuestro país.
Su filosofía dice: «El esclavo que vive en mejores condiciones tiene que ser solidario con el que vive en condiciones peores». Entre los esclavos deben repartirse lo que tienen mientras que el esclavista se lleva el beneficio del trabajo esclavo y no lo destina nunca al mejoramiento de la vida de sus trabajadores. Ésa es la filosofía que nos explican Kicillof, Capitanich y la presidenta Cristina de Kirchner mientras sus mandantes, la burguesía monopolista, aplaude en silencio detrás del escenario en donde nadie los ve.
Los que más tienen deben ayudar a los que menos tienen, nos dicen cínicamente. Pero se refieren exclusivamente a los trabajadores. Mientras la burguesía exprime plusvalía en la fábrica, se reparte y disputa plusvalía en el mercado comercial y financiero, arranca plusvalía de la que junta el Estado para acumular y acrecentar sus capitales y no destina un ápice al mejoramiento de las vidas de las mayorías populares, les descuenta impuestos a los salarios de los trabajadores y les jura y perjura que esos recursos serán utilizados para ayudar a los más desvalidos, mientras se embolsa descaradamente los mismos en forma de subsidios, préstamos blandos y otros mecanismos que ayudan a incrementar sus capitales.
Pero así como ellos tienen una filosofía y una ideología sobre la que sustentan su poder, los explotados y oprimidos, es decir, la clase obrera y el pueblo tenemos nuestra filosofía e ideología. Nosotros sabemos por teoría y por la práctica que la historia la hacen los pueblos. Que ninguna clase social debe ser privilegiada por mandato divino y que los hombres que dominan con su poder político y económico son de carne y hueso y tan endebles como sus mentiras y construcciones filosóficas e ideológicas y que por esa razón pueden ser derrotados.
Son una caterva de burgueses que aunque tengan un gran poder económico, son la minoría absoluta de esta sociedad y están en condiciones de una debilidad política extrema que ha transformado el reino de su clase y su sistema de organización social capitalista en una crisis estructural que hay que profundizar y combatir hasta su destrucción para que caiga.
Sabemos o intuimos como mayorías que el camino es la confrontación con esa clase a la que tenemos que arrebatarle lo que nos pertenece porque es lo que nosotros, los proletarios, y el pueblo construimos con nuestro trabajo y esfuerzo.
Por eso nuestras energías están puestas hoy en debilitarlos y hostigarlos con nuestra lucha por lograr este fin de año mejores ingresos para paliar nuestra condición a través de bonos, bonificaciones, etc. y la eliminación del impuesto al trabajo que anula el aguinaldo y seguirá disminuyendo el salario. Estos ejes constituyen verdaderas luchas políticas que los debilita a ellos como clase, que nos permite a nosotros un resuello en el camino de la lucha por nuestra liberación y que pegan fuerte en el corazón de su filosofía económica e ideológica: la ganancia.