No vamos a ser solidarios con el Estado de los monopolios

Las medidas contra la clase trabajadora no tienen recreo ni pausa; no sólo debemos soportar a los que insisten con que en un proceso revolucionario la clase obrera ya no es su actor principal sino además, el bombardeo diario de medidas económicas que destruyeron en pocos días lo conseguido en las últimas paritarias.

La inflación hace lo suyo con nuestros bolsillos, y las perspectivas empresariales exigen hoy un marco de productividad plena con poca mano de obra y salarios exprimidos. Recientemente, el mismísimo INDEC –bastión estadístico de la oligarquía- reconoció el aumento de los índices de desocupación; todo absolutamente todo el accionar económico del modelo “nacional y popular” se despliega en función de preservar condiciones más favorables para los negocios monopólicos.

No hay ciencia ni nuevas variables filosóficas que puedan ocultar esta realidad, menos aún para la clase trabajadora y el pueblo, quienes la padecemos todos los santos días. Es esta la única forma en que históricamente la burguesía y el poder capitalista pudieron seguir sobreviviendo como clase dominante: con la explotación a los trabajadores.

Es esta la esencia histórica del Capitalismo, lo demás es puro cuento. En este marco, nos guardamos un punto para darle una vuelta más de rosca al tema del impuesto al salario. Se lo presentó después de la tablita de Machinea como Impuesto a las Ganancias, ésta incluyó -por primera vez en la historia y como único lugar en el mundo- a los trabajadores argentinos. Nefasta por donde se la mire, esta medida determinaba no sólo el hecho que los trabajadores eran alcanzados por un impuesto que fue justificado como cobro a los mayores ingresos, para sectores relacionados a los negocios empresariales, personas con cargos ejecutivos, gerenciales o profesionales

Hoy, el mismo,  juega un rol fundamental en el área recaudatoria. A su vez, como gobierno, empresas y sindicatos ya no pueden fijar un piso para la negociación salarial –ya que el reclamo constante de los trabajadores no lo permite- con este impuesto se pretende fijar un techo en los reclamos que queda claro, los trabajadores estamos dispuestos a romper.

Estas medidas tributarias estimulan aun más las políticas benefactoras para los negocios monopólicos; lo que hasta aquí se da es una novela a la cual el poder no quiere darle final o no puede. La realidad es que se trata de un culebrón de mentiras que el pueblo ya no cree. Ellos llaman “Inclusión” a las políticas asistenciales, planes sociales, subsidios, etc., que representan porcentualmente una parte ínfima del presupuesto nacional, que es nada comparado con lo que se destina al sector empresario –transporte, sector energético, industrias, servicios, etc.

Los problemas de nuestro pueblo no dependen del hecho que los trabajadores seamos o no solidarios y estamos seguros que si de eso dependiera, ya los trabajadores tendríamos los problemas del país resueltos. Los dichos del ministro de economía, Axel Kicillof, (“los trabajadores deben ser solidarios con el modelo”) no sólo son una provocación sino una ofensa a nuestra clase obrera; ya que ésta, históricamente, ha dado muestras de solidaridad y humanismo ante los peores embates sufridos por nuestro pueblo.

Somos solidarios con las causas que verdaderamente queremos y debemos ser solidarios. Esto decía el Che, en los albores de la revolución cubana, sobre el papel de la clase obrera:(*)“Sin embargo, todavía queda en la clase obrera mucho de aquel espíritu que hacía ver nada más que una diferencia, de un lado del obrero y del otro el patrón, y un espíritu simplista que llevaba todos los análisis precisamente a esta gran división: obrero y patronos.(…)Y hoy, cuando se produce el proceso de la industrialización, dándole una gran importancia al Estado, muchas veces los obreros ven en el Estado a un patrón más, y lo tratan como un patrón. Y como éste es un Estado que precisamente es todo lo contrario a un Estado-patrón, tienen que establecerse diálogos muy largos, muy fatigosos, con los obreros, evidentemente, al fin se convencen, pero que durante esa época, durante ese tiempo, han frenado el desarrollo.(…) Lo que debe estar claro en todos es lo que decía Fidel el otro día: no es mejor dirigente obrero el que está buscando el pan de hoy para sus compañeros; mejor dirigente obrero es el que busca el pan de todos los días para todos, el que comprende perfectamente el proceso revolucionario y, analizándolo y comprendiéndolo a fondo, va a apoyar al gobierno y a convencer a sus compañeros o explicarles el porqué de las medidas revolucionarias”.

(*) 14 de junio de 1960. Deberes de la clase obrera en una Revolución.

Esto, claro, era la revolución del pueblo cubano y exigía que la clase obrera de ese país hiciera desdoblados sacrificios para sacarlo del peor colonialismo al que fue inmerso este hermano país.

El ministro Kicillof, a quien conocemos por su oscuro papel como ejecutivo de la empresa TERNIUM-SIDERAR, pretende que creamos que esto es una revolución y al mejor estilo del feudalismo resignemos tributos fiscales en función de un “modelo nacional y popular” que ni ellos se creen.

Como clase trabajadora, sabremos qué hacer cuando le arrebatemos el poder a la oligarquía; sólo en horas resolveremos el problema del hambre y la desnutrición en nuestro país -para dar un ejemplo.- y seremos más solidarios que nadie llegado el momento. Pero no nos provoquen ni nos tomen por ignorantes, porque sabemos bien que no son nuestro gobierno. El pueblo sabe para quién gobiernan y además no estamos dispuestos a resignarles un solo milímetro más, y en cada lucha y movilización, no tendrán otra cosa que sacarse las caretas para mostrar lo que en verdad son: «el gobierno de los monopolios».

Y CON USTEDES, NO VAMOS A SER SOLIDARIOS.

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