Cuba no necesita recetas del Capitalismo y menos de «nuestros» intelectuales

Desde el mismo día del triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, la prensa escrita, radial y televisiva, así como toda la intelectualidad al servicio de la contrarrevolución, se encargaron hasta estos días de construir una cordillera de mentiras intentando desprestigiar y desvirtuar el rumbo que había elegido el pueblo cubano y su dirección revolucionaria con el objetivo de romper la dominación del hombre por el hombre.

Resulta imposible enumerar la cantidad de falacias que rodearon el hecho histórico de la Revolución Cubana, revolución que no sólo aún perdura sino que mientras está en pie se constituye, en esencia, en un mal ejemplo que los pueblos del mundo en general, y de América Latina en particular, no deberán imitar.

Es por ello que los enemigos de la revolución centraron y centran a lo largo de todos estos años en el “autoritarismo” y la “falta de libertades”, cuando en más de 50 años (tiempo que lleva la Revolución Cubana) en América Latina solamente las muertes, encarcelamientos y torturas por causas políticas a manos de la burguesía se cuentan por cientos de miles bajo el manto de la defensa de la sociedad occidental y cristiana o de las democracias formales. Pero como en Cuba la dictadura fue contra las minorías que blandían el capital, la explotación y degradación del hombre en función de la ganancia, ello no tuvo, lógicamente, el perdón de Dios.

Ahora, con la normalización de las relaciones diplomáticas y el gobierno norteamericano reconociendo públicamente el fracaso del bloqueo por parte de Estados Unidos (triunfo del pueblo cubano), los diarios burgueses auguran la caída del socialismo en Cuba y reducen sus críticas a la isla a si ésta logrará estabilizar la moneda, cómo serán las inversiones que vengan de afuera, y analizan el futuro de ese pueblo en la “nueva vida”, y el problema “gravísimo” que padecen que es el acceso al consumo que el mundo capitalista les ofrece, haciendo de éste el gran objetivo de la supuesta nueva Cuba que padeció durante 50 años este karma catastrófico.

 

La subestimación y el desprecio al pueblo cubano, por un lado, y el análisis idealista de ver todo por fuera de la lucha de clases en un contexto mundial donde los pueblos expresan un contundente estado de rebeldía hacia las “veleidades” del capitalismo, donde el sentir generalizado es que así como se vive no se puede vivir más, sólo se explica por su odio irracional y su única motivación que es evitar que siga decayendo la tasa de ganancia. Todo lo demás no les importa nada.

Los analistas anticomunistas del sistema en nuestro país, como los Joaquín Morales Sola, los Nelson Castro, los Lanata y su banda, no centran el discurso que en Cuba los problemas del hambre, la salud, la educación, el drama de la inseguridad o el flagelo del narcotráfico, no están en la agenda política de la sociedad cubana; como tampoco lo están la libertad de un pueblo preparado intelectual y culturalmente que le facilita una independencia de pensamiento y que tienen la conciencia elevada por su experiencia de la vida injusta e indigna de la explotación del hombre.

Tampoco dicen que en el único lugar que se violaron los derechos humanos en Cuba es en Guantánamo con cárceles infrahumanas con experimentación de nuevas torturas por parte de Estados Unidos. Tampoco dicen que Guantánamo es una expropiación facilitada por la política burguesa cubana en la famosa enmienda Platt desde 1902, donde supuestamente le firmó la Cuba capitalista un contrato de alquiler a Estados Unidos de por vida.

En suma, así como los monopolios nos venden una gran mentira todos los días y esconden y silencian información de la verdad de los hechos, así lo han realizado durante 50 años con Cuba, y ahora desde un banquillo en la estratósfera le quieren dar letra a Cuba de cuáles son las soluciones a sus males, y los voceros del capitalismo tienen las recetas de cuáles son las decisiones que el pueblo cubano debe tomar; y hasta les definen qué partes sociales les duele o les deja de afectar. Hasta da risa, como si los argentinos no supieran dónde están los padecimientos que nos traen todas esas viejas, perimidas y muertas recetas contra las cuales luchamos y lucharemos para despojarnos.

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