Durante estos últimos días, los sectores populares venimos padeciendo por parte de la burguesía, un bombardeo por todos los medios de comunicación, discursos de todos sus políticos que van y vienen, rebotando sobre la cabeza de millones. Nos hablan de desgobierno, deslegitimidad, desconfianza, y sobre todo de crisis institucional.
Todas definiciones que, vaciadas de contexto, hasta pueden sonar “verdaderas”; pero como lo venimos expresando en diversos artículos, de lo que se trata es de ocultar la enorme profundidad de la crisis política que atraviesa de punta a punta el sistema capitalista en nuestro país.
La muerte del fiscal Nisman, y todos los dimes y diretes que por estos días nos toca escuchar desde las alturas del poder, no hacen más que fortalecer lo que decimos: la podredumbre de un sistema inhumano, que tiene en su centro los negocios y la ganancia, y destruye al Hombre como ser social.
Desde las “apariciones” con “cartas” por las redes sociales de la presidenta CFK (cual adolescente despechada ajena a las responsabilidades que le caben en un momento como éste), hasta la pueril utilización electoralista que hacen “opositores” y “candidatos” de grupos económicos enfrentados por el mejor pedazo de la torta de quienes hoy detentan el poder, son todas expresiones –en definitiva- de un problema entre ellos, que nada tiene que ver con las urgencias y necesidades de millones de habitantes de nuestro país.
Los griegos describían la crisis como aquella situación que constituye una necesidad de cambio, la posibilidad de modificación de las costumbres de los hombres. Y ésta es hoy la necesidad y la posibilidad que se abre para el pueblo trabajador, harto de padecer todo tipo de atropellos y postergaciones, siempre como furgón de cola de una clase parasitaria que navega a la deriva, presa de sus disputas, atravesada por acciones de “inteligencia” que un día patean para un lado y luego para el otro totalmente contrario, de acuerdo a quién resulte el mejor postor. Una política mercenaria que deja al desnudo la peor de sus caras, que como en muchos de otros casos ya mencionados, terminan de una o de otra manera con la vida de seres humanos.
Por eso, no tenemos ninguna duda en sostener cada vez con más fuerza que la revolución es hoy la salida humanitaria frente a la emergencia de los pueblos.
En nuestro país, los últimos meses nos han mostrado que –lejos de sumergirnos en una “calma”- la lucha de los sectores populares no pierde vigor. Centenares de conflictos en todo el mapa industrial y manufacturero del país, nos muestran la decisión de la clase obrera a enfrentar los planes y la eterna política extorsionadora y terrorista de los grupos monopólicos, en su afán de hacernos bajar la cabeza, para garantizar la continuidad de su dominación y explotación.
Lloran por “la crisis” pero gastan fortunas para producir más y más rápido, lo que genera que en amplios sectores de la clase obrera y el pueblo que no sólo se vea su mentira, sino los grandes avances políticos propios. Ya no se cree ni un ápice en las superestructuras políticas e institucionales del Estado burgués, rompiendo con “el hechizo del capitalismo más humano”, se rechaza el chantaje, se desenmascara esta gran farsa.
Es por todo esto que hoy, la clase obrera se ubica en un nuevo escalón del espiral ascendente de lucha de clases, generando y promoviendo nuevas políticas de unidad que rompan con la visión corporativa impuesta por la burguesía; quebrando la estrechez política que nos impone la clase dominante; saliendo en la búsqueda de nuestros iguales, con ejes de unidad que nos permitan afrontar las actuales políticas de extorsión y preparándonos cada vez con más fuerza para la inevitable profundización de la confrontación de clases. Debemos estar atentos a las trampas que en nuestro camino deja armadas la burguesía, cuando inculca que un pequeño grupo -como en las películas- puede cambiar la historia.
Nuestra Revolución es de masas. Organizaciones políticas del pueblo basadas en esas dos grandes virtudes de nuestra clase que son, la razón y el corazón; para que se extiendan como verdaderas redes e incluyan a todo el pueblo trabajador.
Debemos construir verdaderos fortines de decisión soberana de nuestra clase y del pueblo; donde la inteligencia colectiva, que brinda la autoconvocatoria y la democracia directa, sea el único y el verdadero soporte de aguante de la lucha y la organización, que ya están en la marcha.