Desde que nacemos, las instituciones del Estado se encargan de educarnos bajo el condicionamiento de la falsa idea de que “aquí todo será siempre igual y nada va a cambiar”. Su objetivo es sostener la explotación y la degradación de los seres humanos en el capitalismo.
Los grandes niveles de concentración de riqueza alcanzados en este sistema, sumergen al deterioro la vida de millones en el mundo. Es aquí cuando la vida comienza a tener precio, y no tiene ningún significado para la ambición de la oligarquía financiera. Las innumerables muertes en salvajes invasiones militares contra poblaciones civiles; el sometimiento a la marginalidad y la pobreza; las interminables muertes por accidentes de trabajo por pésimas condiciones de seguridad; las muertes por falta de acceso económico a una medicina efectiva; la condena de por vida a la mala alimentación; la gravísima contaminación de la tierra, el agua y el aire; y así, podríamos seguir con innumerables desgracias y muertes.
En nuestro país, la oligarquía financiera, quien posee el control absoluto del Estado, un puñado de personas sometiendo a 40 millones de argentinos a la decadencia de la humanidad que representa el capitalismo. Así es cómo este sector de clase pone en funcionamiento la maquinaria para que todo lo producido, distribuido y comercializado desde nuestro país, sea parte de una cadena global capitalista, donde el objetivo no es el beneficio del pueblo trabajador, sino la ganancia de los bancos, las grandes industrias y empresas monopolistas.
Desde que nacemos nos machacan con que sólo debemos acostumbrarnos a vivir en este mundo de injusticias y que nada se puede cambiar, que todo ya está establecido tal cual es. Pero para su desgracia, la historia de la humanidad está cambiando a favor de los pueblos. Y en nuestro país, la lucha comienza a tomar cada vez más protagonismo frente a las injusticias y atrocidades del capitalismo.
La profunda crisis política estructural de este sistema ha llevado a la humanidad a una gran decadencia, donde la destrucción del capitalismo no sólo dejó de ser una frase en sí misma, si no que, por el contrario, una necesidad urgente de los pueblos del mundo.
El Estado en manos de la clase obrera y el pueblo, y la construcción del socialismo como sistema de organización social, comienzan a dejar de ser una mera consigna política futura a largo plazo, para los pueblos en lucha que buscan una salida posible e inmediata frente a las atrocidades de los monopolios, para ir convirtiéndose en una meta necesaria, real y posible, ya que encuentra fundamentaciones materiales, económicas, sociales y políticas ya existentes, que preanuncian un nuevo modo de producción en gestación.
El orden industrial que impuso el capitalismo en nuestro país, es lo dominante en nuestra sociedad de clases, donde la organización de la producción cumple un papel fundamental en ese orden industrial. Y por más que la burguesía quiera ocultarlo, en ese mismo orden industrial, se encuentran el germen que prepara las bases materiales para la revolución. El grado de desarrollo de la socialización en la producción, pone al proletariado industrial al manejo de la ciencia y la técnica frente a un alto grado de desarrollo tecnológico; y toma un rol protagónico en las decisiones para la producción. Ese orden industrial impuesto se ha trasladado a toda la población y fundamentalmente se ha encarnizado en las luchas y las movilizaciones.
La autoconvocatoria y la democracia directa de las masas por fuera de las instituciones del sistema, tiene como esencia, la toma de decisiones y el protagonismo de la clase obrera y el pueblo. Éstas son las bases materiales para la destrucción del podrido Estado capitalista y la construcción de un nuevo Estado socialista. Donde el ejercicio de poder por parte de la clase obrera y el pueblo se va profundizando al calor de la lucha.
Nuestro pueblo, va ejercitando el poder de la movilización. Donde la lucha por las conquistas por fuera de los marcos de las instituciones del sistema, comienza a ser la principal vía de salida para resolver los problemas. Desde lo reivindicativo, ya sea por reclamos salariales, contra un caso de injusticia; por mejores condiciones de vida en un barrio; etc.; van tomando, cada vez más, un carácter político, profundizando los niveles de organización, de unidad, y hasta en el cuestionamiento al poder de los monopolios, el gobierno y el Estado.
Ya nada es igual para cualquier hombre o mujer que haya experimentado la conquista con una huelga o una movilización, y que haya contribuido a cambiar la realidad existente. Es allí donde la transformación social comenzó a darse de hecho. La posibilidad del cambio a partir del potencial en las propias fuerzas y el rompimiento con muchos prejuicios ideológicos impuestos en esta sociedad, comienzan a destacarse en esta época de la historia.
Desde la movilización, la clase obrera y el pueblo, sin ser del todo conscientes aún, van construyendo nuevas instituciones propias del movimiento de masas en lucha, para la construcción de un nuevo Estado, liberador y verdaderamente humano.
El socialismo, deja así de ser una consigna para cobrar un carácter de necesidad, y única salida real y posible para los graves problemas que aquejan al pueblo argentino.