De los íconos más imprescindibles de la democracia burguesa las elecciones es uno en los que más se pone énfasis. Con el leiv motiv de las elecciones, la burguesía monopolista disimula todo y pretende ocultar el leiv motiv de su objetivo principal: sostener el sistema de explotación vigente por medio de la extracción de plusvalía a costa del esfuerzo social de la clase obrera y poner un freno a la pespectiva de un cambio social revolucionario de fondo que ponga fin al sistema capitalista. En esta situación de aguda crisis política, de ruptura y quebrantamiento de la llamada credibilidad institucional que repercute con dureza en la superestructura del sistema burgués de dominación, la burguesía se desespera por encontrar un mínimo arraigo en las expresiones populares de lucha y en sus referentes. Intentando cooptarlos para la beligerancia electoral y suplir la flaqueza de sus propias filas.
Intenta asociar lo que ya está divorciado desde los hechos, buscando conciliar democracia directa con parlamentarismo y autoconvocatoria con la necesidad de representantes en el Estado burgués. Intentando suplantar el propio protagonismo de los trabajadores y el pueblo en la lucha por la construcción de su propio destino de dignidad por aquellos que dicen ser sus fervientes defensores. Las metodologías electorales de la burguesía no son sólo las listas sábanas, los candidatos presidenciales, la propaganda de diputados y senadores, los discursos prometedores, sus mediáticas apariciones, sino también la búsqueda desesperada de expresiones populares que desde abajo avalen una política a favor de sus intereses. A cambio de promesas y como es su costumbre intentar por medio de prebendas y ofertas de soluciones que se sabe nunca se van a realizar, de la mano de estos personajes -que dicho sea de paso son un intento de soborno de experiencias de autoconvocatoria de masas-, las elecciones y angustiante campaña electoral en las condiciones actuales, no son más que otra mercancía que se intenta enajenar a cambio de reproducir las condiciones de sostenimiento del sistema político burgués y las prebendas ofrecidas, como por ejemplo pavimentación, rellenos, cañerías pluviales, jardines de infantes, iluminación. etc.… son el equivalente a la pretensión de establecer un intercambio comercial capaz de zanjar el amplio rechazo político del pueblo a toda la superestructura y una búsqueda de un cheque en blanco que viabilice por medio del engaño la continuidad del régimen actual.
Su crisis se manifiesta no sólo por carecer de arraigo y ser rechazados sino, por intentar reproducir condiciones políticas propias de otras épocas del capitalismo que inexorablemente no pueden volver, es decir por ser reaccionarias. De la vieja y perimida dependencia de los punteros políticos barriales y su cofradía de secuaces , tomadas de las viejas prácticas fabriles y sindicales de otras épocas, al funcionamiento asambleario autoconvocado y la democracia directa vinculadas y como expresión necesaria de la producción industrial actual, el Estado monopolista y sus campañas electorales representan su antípoda. La lucha de clases desnuda esta realidad política y no sólo descoloca a la burguesía descoyuntando su osamenta y la trama de su estructura de dominación, sino que predispone a la clase obrera y el pueblo a alcanzar metas sociales que chocan directamente contra la oligarquía.
Tales metas pasan inexorablemente por la revolución socialista ya que sus bases materiales inundan la metodología de su acción.