La revolución no admite el posibilismo

El reformismo es una variante de la ideología burguesa nacida al calor del ascenso de las ideas y prácticas revolucionarias, en las primeras décadas del siglo XX. En años posteriores se consolidó como una corriente más que, salida desde las filas revolucionarias, abrazaron abiertamente la ideología burguesa y por lo tanto el reformismo se alejó definitivamente de la lucha por la revolución social, negándola por completo.

El posibilismo es la forma política concreta en la que se asienta la ideología reformista. Nos buscan convencer permanentemente de que la construcción de la política se debe hacer en base a las “posibilidades” del momento histórico, teniendo en cuenta “lo que el pueblo está dispuesto a hacer”, etc. Por lo tanto, las ideas y concepciones revolucionarias intransigentes con el sistema quedan siempre para mejores ocasiones.

De esta forma, se materializa el abandono total de las ideas y las prácticas del marxismo. Lo revolucionario de la ideología y la práctica de Carlos Marx y Federico Engels y de todos los revolucionarios que siguieron sus ideas consecuentemente, es que la realidad no existe para analizarla, observarla y diagnosticarla, cayendo en una concepción “sociológica” de la política; la realidad debe entenderse para transformarla radicalmente.

Y esa lucha por la transformación se da, la mayoría de las veces, en condiciones desventajosas para los revolucionarios dado que luchamos contra toda una estructura de poder político, social, económico, cultural, ideológico que, precisamente, lo que no quiere es que nadie cuestione la dominación de la burguesía. Allí entonces radica la razón de ser de los revolucionarios: Tener respuestas concretas en cada momento concreto para darle una perspectiva de cambio radical a la sociedad en su conjunto, sin caer en oportunismos que dejen para “un mejor momento” las ideas y las prácticas de la revolución.

Por otra parte, hacer política desde “lo posible” niega el papel transformador de los pueblos; subestima la capacidad y la experiencia del movimiento de masas en su búsqueda de los caminos para su emancipación.

Para entender acabadamente lo central y antagónico de estas concepciones bastaría con saber escuchar y entender lo que la burguesía dice y hace. Cuando el ultramillonario norteamericano Warren Buffett declara: “Hay lucha de clases y es mi clase la que va ganando”, o cuando se ratifica que todas las medidas adoptadas por la burguesía monopolista mundial son para derribar las conquistas de décadas del proletariado internacional, se está ante una confirmación manifiesta de que la burguesía tiene muy claro a qué clase atacar y por qué es necesario que a esa clase no se le hable de revolución social ni por asomo. Gran favor le hace a la burguesía luchar “por lo posible”, mientras ellos siguen adelante con su explotación y expoliación de los pueblos.

Las ideas revolucionarias son lo antagónico a esas ideas posibilistas ya que la revolución debe plantearse y construirse aun en las peores condiciones de la acumulación de fuerzas, situación que no es la actual. Por el contrario, y afortunadamente, atravesamos una ofensiva de masas y la actividad política del pueblo se acrecienta y cada vez más rompe los moldes de la institucionalidad de la burguesía en el plano mundial, provocando grietas aun más profundas en la crisis estructural que atraviesa el capitalismo.

Los destacamentos revolucionarios no debemos dudar un solo instante en esta lucha ideológica y política. Hacer conciente al movimiento del verdadero nivel que va alcanzando la lucha y de la necesidad de presentar una batalla sin concesiones contra la burguesía monopolista es tarea indelegable de estos destacamentos. La crisis del capitalismo es estructural y ellos querrán levantar alternativas para salvar su sistema, recurriendo a lo que mejor saben hacer que es mentir y atacar a las fuerzas y las ideas de la revolución.

Por el contrario, la política revolucionaria debe mostrarse con toda la verdad con la que cuenta, aportando a dar solución definitiva  los problemas que el sistema capitalista genera y no es capaz de solucionar.

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