A medida que avanza la campaña electoral, las similitudes de las propuestas, de las aparentes soluciones y de las promesas pomposas, no dejan lugar a dudas. Si la crisis política nos muestra la impotencia y las dificultades de la oligarquía para imponer como ellos quisieran, sus condiciones políticas y de dominación, la campaña electoral subsumida a la crisis, nos ilustra que este medio político de funcionamiento del sistema, es ya incoherente con la realidad y la situación, producto del amplio rechazo de la clase obrera y el pueblo a este régimen de vida y trabajo. Las inhumanas condiciones de vida se han extendido y profundizado. Se van generalizando no solo los estragos que el capitalismo monopolista de Estado impone, sino que sobre la base de semejantes condiciones de vida, se generalizan vigorosamente los movimientos y luchas que por abajo repudian todo esto y reclama un cambio.
Al estar cuestionado el sistema por las iniciativas y la lucha de los de abajo, la oligarquía cierra filas en torno a la campaña electoral. De allí que frente a este descontento generalizado, las suma de las propuestas electorales no da como resultado una proyección de diversas propuestas, sino una propuesta, la de la oligarquía financiera, proyectada desde diversas expresiones, pasando por todas las variantes electorales que existen. Quien crea que por medio de las instituciones burguesas, que muestran una caducidad galopante, puedan ocupar un espacio de poder y desde allí avanzar, no solo se someten a las condiciones del espacio que le es concedido por el sistema sino que en este hecho va implícito un reconocimiento del sistema mismo y su continuidad para seguir preservando el lugar que pretendieron haber ganado. Es un hecho que exterioriza una clara desconfianza a la clase obrera y el pueblo y que decididamente entra dentro del juego de la propia crisis del sistema. Es decir, el más ruin oportunismo. Mientras la gran mayoría de nuestro pueblo aborrece cada vez más el estado de situación y culpa con nombre y apellido a sus responsables, estas expresiones son ganadas por una contradicción única, luchan contra el sistema pero para preservarlo.
Los grandes debates que inundan las noticias como, la devaluación, la gestión y la administración de los recursos financieros del Estado, de los recursos naturales, el shock o el gradual ismo, los ajustes, las rebajas salariales, la bolsa y las tasas de interés, etc. son la única temática de los medios al servicio de esta campaña, todos aspectos centrales de la crisis del propio capitalismo, todos patrones de acción de las políticas de la oligarquía financiera, todos discursos y pronunciamientos dirigidos por la misma batuta que siguen el compas de los intereses globales del capital concentrado y sus diferencias están dadas por las disputas de las fracciones en su seno.
El contenido real de la lucha electoral tiene pues estos dos aspectos, la batalla por preservar condiciones políticas de dominación frente a su propia debilidad, la irrupción de la clase obrera y la creciente movilización de las masas por un lado y la continuidad de los negocios de sus diversas fracciones en un marco de crisis generalizada que domina mundialmente.
La necesidad de la organización revolucionaria y la acción revolucionaria entran de lleno en esta situación que tiene por un lado, un alto contenido explosivo y por otro una decidida avidez por cambiar esta realidad por otro medio que no sean los que desde la experiencia y la historia se cuestionan. Es tarea indelegable del proyecto revolucionario avanzar en el desarrollo indisoluble de las fuerzas de la revolución, la clase obrera y el pueblo con su destino de transformación social.