Van pasando los días y los números lo tiñen todo. Para la economía burguesa, los números y las cifras son un soporte en la defensa de sus intereses y sus políticas; vale decir que se acomodan según les convengan, resumen el carácter de clase que tales números anuncian. Indudablemente con medias verdades o verdades a medias y superficialidad no se puede caer más que en la mayor vulgarización de la realidad económica y de las causas de los problemas reales de nuestro pueblo.
Tanto los anuncios de la presidencia como los análisis de los “economistas serios”, y de todo el arco de la burguesía, como así también las numerosas encuestas, más que reflejar una realidad lo que intentan con sus cifras es mostrar que la realidad va para el lado que a ellos les conviene. O convencer que por ese camino -apoyado en cifras mentirosas- las cosas serán mejor. Intentan desde la demagogia numérica generar alguna expectativa en los trabajadores y el pueblo.
El “marxista nacional y popular” Kicillof, dijo que la lucha contra el impuesto a las ganancias que se extrae de los salarios es un fetiche. Con este mismo parámetro político ideológico, tendría que ser medido y habría que catalogar entonces de fetiche los anuncios presidenciales con pomposas promesas, las encuestas mismas, el sistema electoral, el Estado monopolista, las tasas de interés, el dólar blue, los acuerdos con China, la entrega del petróleo, etc.
Toda la política burguesa exuda a fetichismo, porque sus condiciones de existencia son la mercantilización de las relaciones humanas. Por ende la ideología, el pensamiento y la concepción derivada de estas condiciones materiales de vida, basadas en la cosificación de las personas y en la humanización de las cosas, considera a la fuerza de trabajo de la clase obrera como objeto y a los productos como sujetos; y por lo tanto, la realidad social y las condiciones de vida y trabajo de cientos de millones, en objeto de intercambio.
La ambiciones electorales de la burguesía, hacen pues de las necesidades reales humanas y sentidas un medio de intercambio, se fetichizan por ser relaciones mercantiles y son demagógicas por ser un fetiche, no por ser humanas.
A la búsqueda de posicionarse como posible candidata, la presidenta junto a sus oponentes en su juego de verdades a medias, apelan a rimbombantes anuncios mientras la realidad y las necesidades van en otro sentido. El divorcio es muy marcado y se hace sentir, no sólo desde los de arriba respecto de los de abajo, sino mas pronunciadamente, de los de abajo hacia los de arriba.
Mientras estos representantes de la oligarquía financiera, acérrimos defensores del capital y la explotación del trabajo ajeno, destilan su propaganda marketinesca y pretenden convertirse en objeto de deseo de los votos, como contrapartida inevitable se subjetivizan más y más las condiciones de lucha de la clase obrera y el pueblo.
Será por ello que en medio de una fila abarrotada de gente para tomar el colectivo, un grupo de trabajadores salieran a decir medio a los gritos, con un volante recién entregado en la mano: “Al fin alguien que habla de los laburantes”… “¡¡La revolución está en marcha muchachos!!”… “Que grande che!!”.