El gigante chino aparece siempre con su inmensa capacidad productiva y los recursos financieros que ésta genera. Cifras millonarias, riquezas incalculables, un poder internacional en crecimiento. Pero esta realidad está asentada sobre una situación terrible: la explotación y el saqueo del pueblo trabajador, que no acepta vivir esta injusticia. El proletariado chino transita una etapa de fortalecimiento de sus aspiraciones y de lucha por su dignidad, y pone en jaque al capitalismo mundial.
Hace un tiempo que en las noticias aparece con frecuencia el lugar que ocupa en el mundo la República Popular de China.
Se trata de la segunda (por poco tiempo) economía del planeta. Cuenta con un número extraordinario de industrias, que le otorgan el nombre de “taller del mundo”. Ha acumulado miles de millones de dólares en reservas y sus bancos son líderes en el mercado financiero.
Sus gobiernos imponen sus puntos de vista en el plano diplomático y cada vez queda más claro su lugar de superpotencia. Es un territorio excepcional para los negocios de los grandes capitalistas: pueden producir a bajo costo y ofrecer sus productos a consumidores necesitados.
Se trata de una población que supera los 1300 millones de habitantes (33 veces la argentina). En este escenario de logros y beneficios, la mayoría queda afuera.
Los trabajadores chinos, que se destacan por su capacidad de trabajo, sufren un nivel altísimo de explotación. Los empresarios cuentan con el acuerdo de los funcionarios del gobierno, que se suman a la opresión interna de las fábricas con la fuerza represiva del estado. Esta es la razón que llevó al proletariado chino a organizar y llevar adelante protestas de todo tipo, que en los últimos años se hicieron cada vez más masivas y fuertes.
La región sudeste del país, en especial la provincia de Cantón (Guandong, en Chino), es un ejemplo para describir el panorama. Con más de 100 millones de habitantes, concentran un importante polo industrial y comercial, que se destaca en el país. Allí están radicadas fábricas y talleres de distintas ramas, entre ellas la producción de equipos electrónicos y de comunicaciones, y la fabricación de calzado deportivo.
La empresa Yue Yuen, dirigida desde Taiwan, se encarga de fabricar zapatillas para grandes marcas mundiales (como Nike, Adidas, Reebok, la Asics, New Balance y Puma). Sus 40.000 obreros protagonizaron una huelga histórica hace un año, cuando pararon la producción por dos semanas, más allá de las presiones patronales y el acuerdo de los sindicalistas y los burócratas del gobierno. Este año el conflicto se vuelve a presentar y está en pleno desarrollo. Los reclamos son similares: mejoras salariales, protección contra los despidos, atención a los aportes jubilatorios. La experiencia para la lucha ganada por los trabajadores facilita la resolución a su favor de las protestas. El gobierno, los empresarios y los sindicalistas tomaron nota de esta realidad, e intentan atacar a los activistas y conceder mínimas medidas de respuesta a las demandas obreras.
Mientras los problemas de fondo sigan vigentes, las luchas continuarán sin dudas. Lo que ocurre en China repercute en las luchas que crecen en la India e influyen directamente sobre otros países de la región como Vietnam, Camboya, Indonesia, Bangladesh.
Son cientos de millones de trabajadores en pie de guerra directa con las políticas mundiales del capitalismo. Las amplias bases de organización que brinda la sociedad industrial se enfrentan con el sistema de apropiación de los beneficios en cada vez menos manos. La lucha obrera y de los pueblos no reconoce fronteras y tiene como norte la construcción de una vida digna para todos.