Días atrás, la Presidenta Cristina Kirchner, en una acto proselitista en el Chaco en apoyo a Capitanich, entre todas las pavadas que dijo de los logros de su gestión y del país “profundo” se refirió a los grandes avances en el transporte público, más específicamente referido a los ferrocarriles, las inversiones, los nuevos trenes comprados y todas las comodidades, etc., etc., olvidándose, acaso, que eso lo tuvieron que hacer a regañadientes por los accidentes fatales producto del estado deplorable de este medio de transporte, pero sobre todo porque el pueblo que viaja a diario y su relación con las condiciones de los trenes, se constituía en un verdadero barril de pólvora al lado de una fogata. Revueltas previas así lo indicaban.
Pero la muy caradura, fiel a su clase, tras las supuestas inversiones (amén del negociado que se deben haber mandado) afirmó ante su claque “…le pido a los trabajadores ferroviarios que conduzcan con responsabilidad, que trabajen bien, que cuiden a la gente y a las inversiones de las nuevas formaciones…”. Le faltó agregar que el deterioro de los trenes, y porque no del país, las desnutrición infantil, la inflación, la entrega de los recursos naturales, el narcotráfico, la inseguridad, etc., los únicos responsables eran los obreros ferroviarios.
No se trata en este caso de extenderse mucho o hacer tratados teóricos ni sociológicos para explicar su razonamiento público por cadena nacional. Simplemente debemos afirmar desde nuestras páginas que no se la dejamos pasar, que semejante postura clasista es coherente con los intereses que representa, ella como presidente y el papel del Estado de los monopolios. De hecho la justicia condenó injustamente al motorman Daniel Alberto López a 4 años y 3 meses por el fatídico accidente de Castelar en el 2013. No hubo más responsables.
Y entonces, montada en la miseria y explotación que ellos con sus políticas generan, intentan con toda la propaganda lavarse las manos, y no conformes con ello llevan a satanizar a los obreros ferroviarios con la expresa intención de dividir a la opinión pública y al pueblo en general, cuando son las políticas de Estado las únicas responsables de todos los males que nos aquejan.
Su desparpajo en el discurso del Chaco, de hablar del país profundo, cual intelectualoide pequeñoburguesa de café, para contraponerlo a los “privilegiados e irresponsables obreros ferroviarios”, en nada se diferencia de los más oscuros discursos de la rancia de la oligarquía que ella se pavonea cuestionado. En todo caso, si resta felicitarla, es que cada día se muestre más transparente.