Desde los más comprometidas representaciones de la oligarquía financiera en el poder, la gran industria y la banca, desde el gobierno a sus servicio, desde las cámaras empresariales, desde los analistas económicos hasta los opinólogos de oficio, desde los medios… todos en su conjunto expresando los intereses de clase del gran capital concentrado y decididamente interesadas en la reducción y el achatamiento del salario, han entablado una batalla por convencer a los trabajadores y el pueblo que la realidad que vivimos es coherente con sus intereses y no con la realidad que a diario se traduce en aumento tras aumento, y por ende, en un marcado desfasaje entre nuestros ingresos salariales y los precios de los bienes de consumo.
Sin ir muy lejos, la reducción del consumo de carne y lácteos por un lado, o el aumento de los índices de la construcción y las garrafas de gas por otro, son las dos caras de una misma moneda: el descenso del consumo y la galopante inflación van de la mano.
Concretas expresiones materiales, que como tantas otras de la vida cotidiana, reflejan que la realidad va por un lado y el verso y la mentira (perdón, el relato), van por otro. Los recientes aumentos de los combustibles no son una percepción que flota por el aire que existe en el imaginario colectivo, como gustan decir ciertos intelectuales.
Pero además, estos recientes aumentos se expresaran en aumentos de otras tantas cosas más, de la construcción, de la carne, de los lácteos, de los electrodomésticos, de la vestimenta y como se dio de forma virulenta, en los útiles escolares y como lo harán los aumentos de las prepagas, de los servicio, del régimen impositivo etc. Aumenta uno aumentan todos. El carácter de clase de los precios inflacionarios de la economía política de este u otro modelo capitalista, es la reducción de los salarios.
El ministro de las conclusiones lógicas falaces, fiel a los intereses de la oligarquía financiera (el señor Kicillof), en días pasados se presenta anunciando que hay una desaceleración de la inflación, y que reina cierta estabilidad de precios. Posteriormente anuncia un índice inflacionario de casi un 16%. Conclusión: con solo un 25% de aumentos salariales se está 10 puntos por arriba de la inflación, por lo tanto los salarios no tienen por qué superar ese techo.
Según su concepción, que es la de toda la clase capitalista, ya de por sí estos 10 puntos por arriba de la inflación son la causa de la inflación. La embestida mediática de la superestructura no es la lucha contra la inflación, que es un fenómeno propio del sistema capitalista, por lo tanto no pueden evitarla, sino acusar al salario y al hartazgo de la clase obrera y el pueblo de ser incomprensivos con la oligarquía, que pretende con la chatura salarial aumentar sus ganancias a costa de la explotación.
No es casual que el techo propuesto inicialmente a mediados de febrero haya sido 15%, por ende que desde su ministerio se proponga un 25% debería ser considerado una bendición del gobierno nacional y popular, dado a los trabajadores… Y si con su lucha los trabajadores conquistan más aumentos, no son solidarios con ellos.
En el marco de calentura existente por los bajos salarios, la utilización de la inflación como fundamento para frenarlos, es más de lo mismo y desnudan cuan desesperados están.
Se ven obligados a retroceder apelando a desorbitadas argumentaciones, frente a una lucha salarial que no cede respecto de aumentos que rondan 40% y que sostienen los trabajadores desde su acción propia. Esta realidad conmociona toda la superestructura que también se refleja en las incongruencias y traiciones de las cúpulas gremiales y que en conjunto apelan a burdas mentiras, exponiéndolos al mismo tiempo como fieles defensores de los intereses del capital, frente a una situación que se les va de las manos por la lucha, los paros, las asambleas fabriles, etc. cada día mas caliente y mas masiva.