Una gran mesa con los ministros de economía y de trabajo sentados a la cabecera, rodeados de gerentes sindicales de la UOM, UOCRA, UPCN y mercantiles. Con esa foto, el gobierno dio por «clausuradas» las paritarias de este año con un 27% de aumento a las «negociaciones salariales libres» que rigen en nuestro país.
Hoy vendrá el anuncio oficial, la presidenta hará el acostumbrado alarde de sus políticas progresistas, y aquí no ha pasado nada. Esta es la forma (casi teatral, digamos) que el gobierno eligió para presentar que tiene controlado el tema de los reclamos salariales.
Mientras tanto, los bancarios anunciaron una huelga de 48 horas para la semana que viene, sigue el paro por tiempo indeterminado de los aceiteros y la huelga general del 9 de junio, sin ningún lugar a dudas, será masiva y las bases de muchos de los gremios que acordaron se sumarán a la misma.
La supuesta intención del gobierno kirchnerista para que no se dispare la inflación (como si la suba de precios estuviera controlada), encierra realmente la inconfesable intención de que el gobierno de los logros para el pueblo está cumpliendo a rajatabla su función de representante y defensor de los intereses del capital.
Como ayer decíamos, el tema salarial es un problema político que, más allá de la voluntad de los de arriba, se ha convertido en una cuña indeseada en medio del proceso electoral; al querer «imponer» una suba del 27% el gobierno lo que quiere es imponer el límite que los capitalistas están dispuestos a ceder de sus utilidades.
Ni más ni menos. Y así, se demuestra (una vez más) que el estado burgués se administra con criterios burgueses por más que el ministro de economía haya leído a Marx, como se afirma por ahí, o que la presidenta se diga defensora de los más débiles. Entre el capital y el trabajo, lo débiles están siempre en la vereda de los segundos. Y el gobierno hace lo que tiene que hacer: administrar y gobernar para que ganen los más fuertes, el capital. Es la lógica y el funcionamiento del capitalismo.
El Estado no está para mediar entre las partes enfrentadas sino para salvaguardar los intereses de la parte que el mismo representa. Así sucedió durante todos los años de la «década ganada», en la que las ganancias de las empresas han sido multimillonarias y han crecido a un ritmo constante, mientras los trabajadores hemos sufrido y sufrimos la pérdida permnente de nuestro poder adquisitivo.
El voluntarismo desesperado del gobierno de los monopolios por presentar un escenario de acuerdos, no cierra ni por abajo ni por arriba. Por abajo, porque la lucha salarial no va a ser frenada; por arriba, porque los propios acuerdos que se presentan son tan vergonzantes y forzados que el propio Caló (jefe de la UOM y la CGT oficial) fue reemplazado en las negociaciones por Francisco Gutiérrez, otrora dirigente de se gremio y actual intendente de Quilmes.
Todo está prendido con alfileres. Como decíamos más arriba, la huelga general de junio dejará la foto del acuerdo como un recuerdo añejo. El proletariado se dispone a golpear el día del paro, más allá de lo que sus representantes resuelvan, y el la lucha de clases meterá nuevamente la cola. La huelga debe ser un marco en el que se discutan estas cuestiones con la masa de los trabajadores y se avance en la organización independiente, para crecer en herramientas reivindicativas y políticas propias.