Los medios de propaganda burguesa reflejan a diario disputas entre los diferentes grupos de la burguesía, presentadas como contradicciones. Pero estas peleas no logran ocultar los verdaderos intereses que defienden y que mueven todas las decisiones políticas del gobierno. Para interpretar los hechos políticos, económicos y sociales, es preciso buscar detrás de cada fenómeno los intereses materiales de clase que originaron los mismos, y determinar a qué clase social responden.
¿Cuál es el logro de correr a una empresa que monopoliza un servicio o una rama productiva–por ejemplo- para dejarle la puerta abierta del negocio a otros grupos monopólicos? ¿En qué nos beneficiamos como pueblo? La respuesta es obvia: en absolutamente nada. Lo hacen como una gran puesta en escena, pero el gran problema que enfrentan hoy es que estas maniobras ya no entretienen a nadie. La realidad es una sola y no necesitamos que nadie nos la cuente. La padecemos a diario cada vez que vamos a comprar alimentos, que viajamos a nuestro trabajo, que vemos cómo están las escuelas o los hospitales. Es este sistema el que está derruido y con una enfermedad terminal.
Mediante la superexplotación de los trabajadores y un saqueo descomunal y rapaz de nuestros recursos naturales durante todos estos años, los monopolios se han visto cada vez más beneficiados, obteniendo ganancias como en pocas partes del mundo, como dice cínicamente la presidenta. Nosotros decimos que las migajas que dejan caer de sus banquetes no nos sirven.
La única verdad es que este gobierno y los gobiernos que lo precedieron, han sido consecuentes con una sola cosa: darle vía libre al arrebato y al despojo que realizan los monopolios, a los que sirven y de los que son parte.
El año electoral no les sirve para decorar nada. Amplias capas de trabajadores y del pueblo perciben que ningún proyecto de país soberano y a favor de los intereses de las mayorías puede construirse en serio cuando lo único que en verdad sucede es que fabulosas ganancias quedan cada vez en menos bolsillos.
La burguesía monopolista (las grandes empresas) siguen teniendo planes de producción muy importantes. Para ello necesitan achatar el salario y disponer del obrero prácticamente las 24 horas del día, sin importar su vida, ni sus familias, o el agotamiento físico…Para ellos valemos menos que un tornillo, y nos lo demuestran cada vez que pueden.
Entre el plan de la burguesía monopolista y los intereses de la clase obrera y el pueblo existe una grieta de fondo insalvable: el corazón de cualquier organización del trabajo que realmente sea eficiente y eficaz a los intereses de millones de personas no puede sustentarse en la superexplotación, la extracción de plusvalía y la alienación de millones de trabajadores.
Nuestro proyecto como clase y como pueblo se construye sólo desde la lucha irreconciliable con los intereses monopolistas que representa este gobierno y los que se dicen oposición. Los trabajadores y el pueblo hemos conquistado todos estos años, ya que ni los gobiernos ni los monopolios nos han regalado nada; todo ha sido fruto de la movilización y la lucha cotidiana, de los que verdaderamente producimos las riquezas.
Las luchas cotidianas, por las conquistas “chiquitas” de todos los días es algo que en la clase obrera ya está instalado. Seguir profundizando esas experiencias, darle diferentes tintes en las formas de llevarlas adelante, es parte de la experiencia que venimos haciendo.
Las recientes luchas que buscan quebrar el techo salarial que pretendieron instalar monopolios, gobierno y sindicatos, marcaron un nivel de bronca muy grande y la disposición a la lucha que hay por abajo los está carcomiendo.
Dispuestos a no parar la producción ni un minuto y a no pagar el costo político, en muchos casos terminan cediendo antes de que la sangre llegue al río. Esta realidad es así, la podemos tocar con las manos; seguir por el camino en el que venimos transitando está bien…. pero no es suficiente.
El nuevo desafío que nos toca asumir es el de la unidad concreta. Unidad en la lucha. A partir de los distintos sectores de una misma fábrica, fortalecer los lazos entre obreros como clase, que sufren los mismos problemas que nosotros y que también están peleando todos los días.
La lucha por un salario que nos permita llevar adelante una mejor vida, la eliminación del impuesto al salarios, las demandas por mejores condiciones de trabajo, son puntos que a todos nos tocan, que todos queremos conseguir; es nuestra responsabilidad llevarlos adelante y no dejarlos pasar.
El río puede parecer estar tranquilo, pero las aguas por abajo están revueltas. Es el momento ideal para concretar formas prácticas de unidad e ir construyendo organización para golpear la próxima vez como un solo puño. Ése es el desafío para la vanguardia y hay que asumirlo. Hacer la experiencia, no temer a equivocaciones, que en un momento de auge como éste, sirve para acumular en el camino de la unidad política de la clase obrera.