La práctica de la democracia directa se confronta con la democracia farsante de la burguesía

En su discurso del pasado 20 de junio en el monumento a la bandera, la presidenta Cristina Kirchner resaltó el papel del Estado. Dijo textualmente: «Política y Estado para tener pueblo y nación, que son los verdaderos objetivos de hacer política y que tiene que tener el Estado».
La frase fue dicha en medio de la crisis política que tiene el Estado burgués monopolista y en un proceso electoral en donde la democracia burguesa devaluada y cada vez menos respetada por el pueblo, muestra su cara más débil (en cuanto a prestigio y autoridad) desde la instalación de esta forma de gobierno post dictadura militar.
Las prácticas de la lucha de proletarios en las fábricas y parques industriales, de los distintos sectores populares en los barrios, escuelas y facultades, en donde cada vez con más fuerza y generalización se desarrolla la democracia directa a través de asambleas que se van imponiendo como la forma en que las masas populares encuentran para expresar sus intereses y decidir. La democracia directa y las asambleas como forma orgánica que expresa la misma, crece en forma firme en la misma medida en que el Estado al servicio de los monopolios va desprestigiándose y se va perfilando como lo que verdaderamente es: una herramienta que la burguesía monopolista usa para estrujar al pueblo.
La propaganda llevada adelante por nuestro Partido y por sectores de la vanguardia sobre el verdadero papel del Estado al servicio de los monopolios es también centro de preocupación de la presidenta y de la burguesía monopolista en general porque constituye un arma la cual contribuye a apolillar el poder que la clase dominante ejerce a través de dicha institución.
Nada de lo que se dice en actos políticos como el referido del 20 de junio es casual. Desde su escenario, la presidenta trataba de desarrollar sus principios ideológicos de defensa de su clase y más precisamente de la oligarquía financiera como plafond de la continuidad del único proyecto que representa al igual que sus opositores al gobierno con quienes disputa sólo los cargos cual es el sostenimiento del sistema de dominación capitalista.
Mientras tanto nuestro pueblo se mueve sin pausa pero pacientemente en el andarivel de las luchas y el desgaste de todos los órganos de dominación que representan las diversas piezas del Estado que tanto defiende la vocera de los grupos monopolistas.
La práctica de la democracia directa se confronta con la democracia farsante de la burguesía. La conquista de hecho por la fuerza de la acción que ejercen las masas movilizadas, se opone a la «petición» establecida por las leyes republicanas burguesas. Las expectativas del cambio de la agobiante realidad se cifran en la propia acumulación de fuerzas y en la esperanza, aún no clara ni visible para las mayorías, de la constitución de una fuerza unitaria que represente la posibilidad de un camino dirigido con claro sentido de conquista de una vida digna.
Es que el camino que estamos transitando como pueblo con esa orientación, va generando el germen de un nuevo Estado que aún no tiene la fuerza suficiente para poder competir con el Estado al servicio de los monopolios, pero se vislumbra como el germen del futuro para nuestro pueblo.
Nuestra vida como pueblo requiere que ese germen se desarrolle y constituya un proyecto de vida opuesto al Estado que nos gobierna, hasta erigirse como un verdadero poder dual que dispute palmo a palmo contra el poder burgués, lo destruya y, sobre sus ruinas, se erija firme para servir a los intereses de la clase obrera y de las mayorías populares.
La frase de la presidenta no es más que la expresión de toda su clase preocupada por el futuro inmediato que deben enfrentar.

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