Una realidad por fuera del circo mediático de los candidatos

Se pusieron de moda los debates televisivos entre los “candidatos”. Todo un aparente acto de “civilidad” que (aparentemente también) reclama la ciudadanía, según nos dicen sus presentadores… Son como una especie de discurso «Cristiniano»  llenos de cifras (para defenderse o atacarse, según corresponda) pero condensado en minutos y segundos bien contaditos, para que “haya democracia para todos”.

En esas insufribles puestas en escena mediáticas, el pase de facturas es permanente y los escándalos que de ellos devienen, no pueden ocultarse y son difíciles de presentar como un acto “de campaña” y “en defensa de la gente”. Sentimos, percibimos, que todo esto está  siendo usado como una cortina de humo para tapar –por un lado- los verdaderos problemas “de la gente”,  y por el otro, los negocios que se siguen haciendo a costa de ello, en donde los actores de primera son los monopolios y toda esta caterva de impresentables son apenas segundones del reparto.

A no sorprenderse, este circo recién empieza y sólo terminará cuando la clase obrera y el pueblo acabemos con este sistema impuesto por la burguesía monopolista.

La impunidad, los negociados, el engaño, el enriquecimiento con la pobreza, y tantas otras calamidades, son inherentes al Estado capitalista. Pero ya saben que se les ha terminado la fiesta, por el desarrollo tremendo de la lucha de clases en nuestro país, que destapa toda esta basura, dejando al desnudo su crisis política y de dominación.

En el marco electoral, la “oposición” (de derecha a izquierda) constituyen una fenomenal pantomima donde se mezclan la Biblia y el calefón, mostrando la lamentable y verdadera imagen al pueblo trabajador, de que sólo les interesa buscar esos puestos políticos.

Lejos de desanimarnos, esta situación alienta aún más a los trabajadores y al pueblo a profundizar la búsqueda de caminos independientes a los que propone la burguesía, de herramientas organizativas eficientes para lograr una salida que emane de nuestras propias fuerzas en lucha.

Esto lo vamos encontrando, paso a paso, más allá de las formas, en el ejercicio pleno de la autoconvocatoria, la democracia directa y las asambleas como expresión de la misma. El reclamo se extiende por todo el país: metalúrgicos, alimentación, azucareros, petroleros, etc., llevan adelante conflictos aún no resueltos de fondo, por salarios y mejores condiciones de trabajo. Las instituciones del Estado burgués, como la conciliación obligatoria, comienzan a ser ignoradas por los trabajadores. El conflicto como el de los trabajadores aceiteros, comienzan a marcar un escalón superior en la lucha de clases; pero lo esencial es que ese movimiento de los trabajadores y el pueblo jaquean la dominación de la burguesía monopolista.

Este es el camino que han emprendido las masas, la lucha, la movilización permanente, el garroneo cotidiano de todas las instituciones burguesas, logrando ahondar su debilitamiento, desgaste y desprestigio creciente.

El reclamo permanente, sin dudas, los hará retroceder en sus aspiraciones de ganancia sin límites; sobre todo cuando no aceptamos las reglas de juego de la institucionalidad burguesa. En ese camino se empiezan a dibujar los grandes trazos del movimiento revolucionario que, cuestionando la dominación de los monopolios, logrará terminar en forma definitiva con la impunidad e injusticia impuestas contra el pueblo. Ésta es la esencia de la gran crisis política y de dominación que tiene la oligarquía financiera.

Ésta es la situación que los pone a la defensiva, a la vez que nos pone a los trabajadores en la posibilidad material de volver a desatar una nueva ofensiva política.

En suma, si a esto le agregamos un sin número de sectores desde estudiantes y padres, hasta servicios o trabajos menores, desde logística y otros rubros, comprenderemos por dónde se está marcando el camino, poniendo la real sintonía política del país.

Sumado a las innumerables luchas llevadas a cabo por el pueblo en general, exigiendo soluciones por los males que nos aquejan, entenderemos que esta realidad (que está fuera del circo mediático electoral y chanchullos que se facturan entre ellos tratando de rapiñarse votos), expresa que todos los políticos burgueses, tanto del oficialismo como de la “oposición” son el sistema; y que la única OPOSICIÓN sin comillas, somos la clase obrera y el pueblo.

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