Grecia: un espejo para nuestro país y los pueblos del mundo

La crisis crónica y, en términos históricos, agónica del capitalismo mundial cuyo centro más resonante se expresa por estos días en Grecia, muestra claramente cuál es el destino que deben seguir los pueblos explotados y oprimidos por el imperialismo.

En las últimas semanas fuimos testigos de una gran batalla de “ideas” dentro de las filas de la propia burguesía en la que se debatía cómo iba a aplicarse la única receta con la que cuenta el capitalismo para afrontar este tipo de situaciones, al tiempo que el pueblo griego libraba una dura batalla, con su accionar, para la no aplicación de la misma, independientemente de las formas con que fuera presentada.

Los monopolios representados en la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI) planteaban que el Estado griego debía someterse a un nuevo saqueo a fondo para resolver los negocios cuyas ganancias están en peligro de ser realizadas. Por su parte, sectores de la burguesía actuante dentro del país heleno, representada por una porción del gobierno, desde un discurso opositor a la troika, se oponía a la forma y no a la esencia de lo planteado por este bloque de poder.

Como táctica para la discusión, el propio presidente, montado sobre una profunda subestimación del nivel político de grandes sectores de las masas griegas, con la oculta intención de que el resultado final le sirviera para inclinar la balanza a favor de negociar una posición que mermara la violencia en la aplicación de los ajustes que los monopolios proponen para proteger sus ganancias, alentó la jugada del plebiscito. De tal forma que, con la continuidad de un discurso populista se sostuviera, a través de largas cuotas, el plan de aplicación de las medidas necesarias para sostener los negocios del capital financiero.

Pero, contrariamente, grandes sectores de las masas griegas se inclinaron por un contundente rechazo a la voracidad del imperialismo y sus pretensiones de legitimación del profundo saqueo propuesto por la troika, y no dieron lugar político a las pretensiones del presidente y sus acólitos.

El efecto fue inmediato. A pesar del resultado del plebiscito, el presidente acordó con la troika la aplicación de los ajustes para defensa de los negocios del capital financiero mediante el convenio de una inversión de 85.000 millones de dólares para la extracción de enormes sumas plusvalía que superen grandemente el capital invertido y que prolongue la continuidad del saqueo por larga cantidad de años.

Dicha jugada, como es tradicional, es llamada “ayuda” al país griego y como toda ayuda de la oligarquía financiera significa saqueo y degradación de las vidas del pueblo que la recibe. No obstante, la aplicación del aludido acuerdo deberá enfrentarse con el pueblo griego movilizado, que ya decidió paros y medidas de lucha para enfrentar el acuerdo, lo cual prevé que no será fácil para el imperialismo la implementación del mismo.

Como vemos, cuando se llega a un punto determinado de la tensión entre los intereses del capital financiero y los pueblos en lucha, no hay lugar para medias tintas y, entonces, los contendientes se enfrentan despojados de toda investidura que facilite su ocultamiento.

Este ejemplo que describimos es un espejo que devuelve la fiel imagen de la lucha de clases que se da en todos los pueblos del mundo contra el capital monopolista o capital financiero.

Tal como ocurre frente a la situación de Grecia, en nuestro país, tampoco hay camino alternativo al que representan los intereses antagónicos entre la oligarquía financiera por un lado y la clase obrera y el pueblo por el otro.

El carácter económico del imperialismo que se rige por la ley de la ganancia, no admite políticas alternativas cuando las masas avanzan en el camino de las conquistas que reducen los porcentajes de ganancia. De ello surge, claramente entonces que, al margen de las diferencias entre los distintos discursos o la insistencia inútil de sectores de la burguesía que pretenden aplicar políticas que signifiquen un placebo para los pueblos, u ocultar sus intenciones bajo discursos altisonantes de defensa de los intereses nacionales y populares, los monopolios transnacionales tienen una sola política cual es la del sostenimiento de los márgenes de ganancia con la aplicación de todos los mecanismos de explotación, saqueo y opresión a los pueblos, entre los que se destaca desde hace décadas, la instrumentación de las deudas internacionales, las cuales todos los gobiernos pagan a rajatabla. El sistema capitalista funciona con estas leyes y engranajes que no tienen nada que ver con la humanidad y el sustento de las diversas formas de vida del planeta y la naturaleza universal.

Pero así como el imperialismo admite, en su fase actual, una sola política de fondo, esencial, nuestro pueblo con su clase obrera al frente en la contienda, tiene también un solo camino a recorrer para liberarse de tal desventura histórica: la lucha por la conquista del poder y la revolución socialista.

Profundizar ese camino en la senda de la multiplicación y generalización de las luchas con el florecimiento de las asambleas con su democracia directa como institucionalización de las decisiones de las masas movilizadas y la unidad popular con la fusión del proyecto revolucionario en cada combate frente al único enemigo a enfrentar es la tarea actual.

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