Julio es un mes en donde para nuestro Partido es “imposible” no hacer referencia a dos compañeros, dirigentes, que en dos etapas históricas marcaron la vida del PRT y de la lucha por la revolución en nuestro país. No nos gusta hablar en una fecha particular de recuerdo o de homenaje; porque estamos convencidos que eso es estamparlos en un bronce que los aleja de su esencia como revolucionarios, como marxistas leninistas, de sus convicciones, de su decisión y de su compromiso con la revolución. Una revolución que va a ser posible con el concurso decidido de hombres y mujeres de carne y hueso que tienen como horizonte la dignidad de la clase obrera y de todo un pueblo.
Nuestro “homenaje”, si se quiere, no tiene nada que ver con discursos altisonantes o con “recuerdos” exageradamente encendidos, pero eso sí, allá a lo lejos en el horizonte, bien en el pasado, cuanto más lejos del presente y del futuro, mejor.
Nuestro homenaje y nuestro recuerdo (a ellos y a tantos compañeros y compañeras que dieron todo por la revolución en nuestro país) no es otra cosa que nuestra acción cotidiana, al lado de la máquina, junto a nuestra clase y a nuestro pueblo, construyendo una herramienta indispensable como lo es el Partido Revolucionario, hoy, en nuestro país, con el firme objetivo de la toma del poder. Ese es el legado que nos dejaron y que estamos dispuestos a honrar.
El 19 de Julio de 1976, junto a otros compañeros de la Dirección del PRT, Domingo Menna, Ana María Lanzillotto, Benito Urteaga, Fernando Gertel y Liliana Delfino, caía en combate nuestro compañero, Secretario General Histórico del PRT, Mario Roberto Santucho. Este 2015 se cumplieron 39 años de aquellos hechos.
El 17 de julio de 1995 fallecía nuestro compañero, Secretario General del PRT, Amílcar Santucho. Este 2015 se cumplen 20 años de su pérdida.
Qué podemos decir del Robi, del Negro Santucho, que no se haya dicho. Su vida estuvo dedicada a la lucha por la transformación de la sociedad, por la Revolución socialista. Esto es lo que la burguesía no le perdona, y es lo que la clase obrera y el pueblo no olvidan. No es casual que desde el poder se lo oculte, se lo niegue. De Santucho no se puede hablar, porque él expresó rebeldía, se negó a vivir sometido, se negó a ver un país rico para pocos, con riquezas tan grandes.
Es vedado al pueblo porque su moral contradijo, con su ejemplo, la moral del poder, corrupta hasta lo más profundo. Fue un político revolucionario que quiso cambiar el orden establecido. Nos planteó que había que cambiar el poder de las minorías por el de las mayorías, y ese intento, que seguimos llevando adelante hoy, fue penado, entre otras cosas, con la mentira y el silencio.
Amílcar Santucho está entre los compañeros más destacados de nuestra historia, en él se sintetizó la voluntad férrea de sostener en lo más alto las ideas de la revolución, en las peores condiciones de la clase obrera y de su partido de vanguardia.
Cuando todo, absolutamente todo estaba cuestionado, cuando la desconfianza se paseaba victoriosa en las arenas de la lucha de clases, se puso al hombro la tarea de reconstruir el Partido. Había un camino ya hecho, era el Partido el que había puesto sobre la mesa la lucha por el poder, era el Partido que había dado batalla a muerte contra el populismo y el reformismo, ese Partido había que ponerlo en la escena de la lucha de clases y “el Viejo” (como le decíamos, como nos gustaba llamarlo) supo entender la época histórica que se transitaba; a la violencia ideológica de la burguesía había que hacerle frente con la inquebrantable conducta revolucionaria de sostener las ideas de la revolución. Así se puso en marcha la reconstrucción del Partido, y se comenzaba a romper -en condiciones de mucha dificultad- la dispersión de toda una experiencia revolucionaria
Han pasado ya varias generaciones, millones de jóvenes que quizás no escucharon, siquiera, el apellido Santucho. Pero sepa el poder que al espíritu revolucionario que hay en nuestro pueblo no se lo puede enterrar; muchos hombres y mujeres son parte de esta historia, que nos dejaron esa herencia revolucionaria, que nos transmitieron esa rebeldía, fuera de toda idolatría.
Hacemos honor a nuestros queridos compañeros en cada lucha, en donde la mayoría, una y otra vez, se rebela; los recordamos cuando luchamos codo a codo por una vida mejor; los recordamos cuando alzamos nuestras voces contra toda explotación y opresión; los recordamos a pesar del silencio del poder; los recordamos porque nadie podrá hacer callar el tronar de nuestro pueblo.