La lucha de los obreros de Codelco en Chile

Del mismo modo que el capital trasciende las fronteras nacionales también y sin miramientos, trascienden las políticas que implementan desde el poder político que detenta la oligarquía financiera como la expresión más concentrada del capital mundial, para contener la arremetida de la clase obrera en pos de sus intereses.  Por ende, no sólo son comunes en esta instancia de agudización de su crisis las respuestas que frente a la lucha de los trabajadores, da la oligarquía sino también, el grado de descomposición que exhibe desnudada por la conducta de lucha de los trabajadores en general, y la clase obrera en particular.

Los obreros de la gran minera CODELCO de Chile, una de las mayores productoras de cobre y de minerales no ferrosos del mundo, de minerales de hierro, diamantes y platino carbón, etc. han provocado un tembladeral en la superestructura, al socavar con su acción un intento más de sometimiento a un régimen de restricción de aumentos salariales y mantenimiento de condiciones laborales ominosas.

Pese a que desde el gobierno de la socialista Bachelett, a Codelco se la propagandiza como una empresa estatal, las decisiones políticas y estratégicas y las ganancias están en manos de la multinacional AngloAmerican. Creada por  J.P. Morgan y el magnate británico Ernest Oppenheimer en 1917, este conglomerado, desde el día de su fundación, es gran protagonista de la superexplotacion de la clase obrera  en África, Australia, Latinoamérica, América del norte, Asia y Europa, concentrando en sus manos el 40% de la producción minera mundial, ostentando el privilegio de ser un saqueador superlativo de los recursos naturales del mundo y el enriquecimiento a costa del  trabajo ajeno.

A principios de julio, las asambleas de trabajadores de las divisiones de la mina entregaron un petitorio demandando la revisión del llamado “acuerdo marco” que implican cambios en las condiciones de contratación, condiciones laborales y salariales. El acuerdo marco firmado por la dirigencia entreguista de la Federación de los trabajadores del cobre en el 2007 prevé la adecuación cada dos años de los convenios laborales y salariales de los  56.363 trabajadores de la mina

Sin embargo, este convenio, lejos de aparentar ser un “razonable acuerdo” como lo vienen sosteniendo desde el poder, no es más que la validación del régimen de superexplotación a la que están sometidos, que patentiza los desacuerdos respecto de las condiciones de trabajo, salariales y contractuales para asegurarse también, la división en el seno de los trabajadores. Ello queda expresado por ejemplo en la composición de la fuerza laboral de Codelco. La mina se organiza por divisiones que corresponden a una localidad. En la división Del Salvador trabajan 1420 obreros efectivos y casi 4100 subcontratados. En la división El Teniente casi 4800 efectivos frente a 10.000 subcontratados, así sucesivamente en las restantes 4 divisiones siempre en una proporción similar. De los 56.363 trabajadores de la mina 37.357 son contratados y subcontratados, y 19.007 son efectivos

La demanda de la amplia mayoría de los trabajadores es en primera instancia la ruptura con la división que el “acuerdo marco” suscribe y que se traduce en alcanzar condiciones salariales, condiciones laborales, régimen de horas, condiciones de seguridad e higiene, vestimenta adecuada, obra social, acceso a la educación equiparadas a los efectivos; y en segundo lugar el cumplimiento de los aumentos salariales pactados para este año pero, que desde la oligarquía (el gobierno, la federación y el monopolio) se patean para adelante. Es decir que en función de mantener la división, los acuerdos que la oligarquía suscita implican desacuerdos de hecho y en función de sostenerlos y como contrapartida genera la unidad de los trabajadores contra la que se empeña en frenar. 

Frente a esta demanda, el gerente general de Codelco, el señor  Pizarro dijo “no están dadas las condiciones para dobles negociaciones” y enfatizó “que el actual Acuerdo Marco y los beneficios que contiene, equivalen a un costo de US$120 millones por año. Un incremento de estos beneficios y sus costos asociados, no son compatibles con las actuales condiciones del mercado del cobre, de la realidad económica del país y la sustentabilidad de los proyectos estructurales”. Es decir que, en función de mantener la división, la oligarquía no hace más que aunar a los trabajadores.

La respuesta no se hizo esperar y la movilización y el paro arrancaron de inmediato. Se paralizaron 5 de las 6 divisiones de la mina. Con barricadas se cortaron los caminos de Chuquicamata, los accesos a las divisiones de El Salvador, Radomiro, Tomic, El Teniente y Andina.

El material rodante utilizado en los trabajos y transporte fue puesto como barricada. Los trabajadores afirman que la movilización no se detendrá hasta no concretar nuevos acuerdos.  Al tercer día de paralización total del trabajo en las minas, la respuesta del Estado fue la represión. Las fuerzas represivas de la mano de los grupos de elite intentaron someter a los trabajadores de la división de El Salvador, provocando la muerte de un obrero e hiriendo a otros. Y como consecuencia, el odio de la burguesía al cuestionamiento de la clase obrera, se tradujo en una intensificación de la lucha, ampliando no solo los cortes y piquetes sino sumando más y más sectores del pueblo a la lucha. Se movilizaron centenares de personas, se incrementaron los sabotajes y en obvio apoyo a los trabajadores, se paralizó el futbol, se plegaron docentes, estudiantes y demás expresiones populares.

La prensa burguesa salió de inmediato a acusar a los trabajadores de delincuentes sediciosos y demás calificativos, a cuestionar la violencia con que se habían implementado sus demandas, como si el régimen de trabajo y la superexplotacion con todas las reglamentaciones burguesas a cuestas no fuera de por sí, un estado de violencia exacerbada contra la propia vida de los trabajadores y sus familias en función del capital.

Como pese a la represión, las presiones de los medios, etc. la persistencia de la movilización no cedía, los carabineros  tuvieron que dar marcha atrás. Y en sintonía con las demandas del poder comenzaron las amenazas políticas de la mano del titular de la Federación del cobre. Declaraciones que le echan mas leña al fuego y no dejan de ser violentas, mas parecidas de alguien que ve irse de sus manos el control político que detentaba. Que hablando como un gerente más declaró: «Si seguimos en esta situación, enfrentando este tipo de conflicto, si alguien no le pone el cascabel al gato, nosotros vamos a privatizar la empresa»

El conflicto ya lleva 12 días y desde el poder no pueden instalar nuevos ejes de lucha. Las últimas declaraciones de Codelco instan a los trabajadores a deponer la movilización como condición para entablar negociaciones.

El alza de la lucha de la clase obrera avanza en nuevos escalones en nuestro continente.  Pero no solo por el creciente número de enfrentamientos sino por el  definido sostenimiento de sus demandas, por las formas cada vez mas agudizadas para la conquista de sus intereses, por la contundencia y la firmeza  en cuanto a la decisión de no doblegarse frente al capital y el Estado a su servicio, por la acción directa implementada, por la justeza de esa acción que concita apoyo concreto y material de amplios sectores populares. La clase obrera se reafirma a cada paso.

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