Nuestro partido, al igual que otros sectores y destacamentos revolucionarios, no dejamos de plantear y trabajar permanentemente por la necesidad de la unidad de la clase obrera. Pero este planteo no se puede dar desde la generalidad, y por lo tanto caer en el riesgo de una formalidad sin ningún tipo de contenido que no llegara más allá de un simple discurso declamativo por más justo que parezca, o de conglomerados de activistas sindicales y de todo tipo que expresen la orgánica partidaria.
De lo que se trata es de que tal unidad sólo se puede materializar desde lo más profundo del seno de las masas, en un momento histórico de actitud y estado de ánimo de las mayorías que, en el plano general, presenta varias facetas alentadoras tanto en lo político como en lo metodológico, y que caminan en una misma dirección. La disposición al planteamiento salarial que no podía ser menor al 32% o más fue unánime en todos los sectores de los trabajadores, y de hecho se constituyó en un triunfo en donde existieron avanzadas que demostraron una unidad monolítica y sintieron que estaban actuando como clase, tomando a la asamblea como órgano máximo de decisión. Es decir, se expresó una unidad, en general, aunque no fuera orgánica.
Pero las aspiraciones de una gran unidad nacional de la clase obrera que exprese un carácter orgánico, debemos comenzar a construirla desde un concepto de poder local. Es decir, de la fábrica a las fábricas de la zona. Probablemente en una primera etapa solamente se dé en la relación de un grupo de trabajadores con otros y de tan sólo 2 ó 3 empresas, pero es desde tal nacimiento donde las perspectivas se van a ir ampliando en el terreno organizativo de la unidad, una unidad que al principio no tenga el suficiente poder de convocatoria sí va a ir cimentando las bases fundamentales de los masivos y genuinos enfrentamientos. Con tal concepto naturalmente vamos desechando la construcción de la unidad desde un sentido súper estructural donde las masas terminen (por más sanas intenciones) siendo convidadas de piedra, y por lo tanto tales organizaciones terminan careciendo de la fuerza suficiente recurriendo, de última, a los aparatos partidarios para tener “fuerza” con el afán de poder sostener una medida, y con las masas como “observadoras”.
Los sectores economicistas y reformistas son los principales portadores de estos criterios porque no comprenden (o no les interesa) que una cosa son las herramientas genuinas de las masas y todas sus más variadas formas de organización, y otra es el partido con aspiraciones revolucionarias que orienta, brinda un proyecto político, impulsa y aporta en organización, pero de ninguna manera hace la “confusión” del partido y las organizaciones de masas como que son una misma cosa, cuando no lo son. Son herramientas contradictorias entre sí, que no son antagónicas, donde conviven las unas con la otra, donde la política del partido ayuda a elevar a la otra, y ésta, a su vez, se transforma en el actor protagónico; y es ahí donde la experiencia de las masas se desata y manifiesta en toda su grandeza, gana en conciencia al tiempo que desata superiores y nuevos saltos en cantidad y calidad que profundizan junto al partido la claridad de la revolución y los problemas que la aquejan.
Se da y existen importantes encuentros de diferentes delegados y activistas de fábricas de carácter nacional, pero las masas que “representan” no son ni arte ni parte de dichos encuentros, y menos aún de las resoluciones, y las resultantes movilizaciones no pasan de ser de aparatos.
Cuando hablamos de unidades del poder local debemos pensar en las vanguardias y las masas aunque los resultados no aparezcan a la vista en lo inmediato. Es una tarea más gris, pero es todos los días, que va desde actividades de la vida social misma, que pasa por el deporte, lo cultural, los debates políticos, la lucha por los más diversos reclamos obreros y los concernientes a toda la población del lugar, y todo tipo de eventos vinculados permanentemente a hacer crecer los lazos de unidad de los trabajadores de la fábrica y de la zona.
Y es desde estas actividades donde debe comenzar a proyectarse la unidad nacional, donde a partir de destacadas y resonantes luchas de diferentes lugares del país se produzcan (como ya está sucediendo) pronunciamientos de solidaridad, incluso actos de acción directa (si da la correlación de fuerza), acercamientos entre lo más genuino de los dirigentes de masas con esas luchas que comiencen a hilvanar relaciones e intercambios de experiencias, pero con el timón firme en el desarrollo local aprendiendo y ganando experiencia de las luchas destacadas.
Es un momento importantísimo para avanzar decididamente en lo ya hecho y en lo que se avecina donde la clave está en la unidad con masividad, en un momento donde la puja de la burguesía por domesticar y aplastar las organizaciones de los trabajadores que están surgiendo llegó a un punto de desgaste que les profundiza su crisis política, pues el resultado de los despidos, como por ejemplo en ACINDAR y la Línea 60, demuestran las limitaciones políticas que comienza a tener la burguesía en este terreno.
Tenemos la plena convicción que si se centra todo el esfuerzo en ir entretejiendo la unidad de lo pequeño a lo grande, en un hecho, en un momento de la lucha, se va a condensar la acumulación de años de experiencia en una gran unidad nacional de toda la clase obrera argentina como ya lo ha demostrado en otras etapas históricas de la lucha de clases en nuestro país.