La agudización de las contradicciones interimperialistas producto de la lucha de los pueblos contra sus propósitos y la decisión de la burguesía de resolver las mismas a través de la guerra ha puesto al mundo en emergencia humanitaria.
Las guerras interburguesas en curso ya han generado centenas de miles de muertos y ha arrojado a la desesperación, la miseria y el hambre total a millones, a la vez que ha producido el mayor éxodo humano desde la llamada “segunda guerra mundial”.
A los millones de seres humanos que en campos de refugiados en el Líbano y Jordania, Turquía, Egipto, provenientes de Irak, Siria, Yemen sobreviven en medio del hambre, la sed y el abandono. Se suman los cientos de miles que escapan a la “civilizada” Europea.
Decenas de miles de libios llegan a Italia y Grecia en improvisadas embarcaciones a través del mediterráneo donde, recientemente, más de 2500 han perdido la vida.
Otros tantos sirios, iraquíes y afganos intentan llegar a Alemania a través de los Balcanes. A esto se suman, entre otros, los provenientes de Eritrea, Nigeria y Somalia.
A este desolador panorama de devastación hay que agregar el drama palestino que no tiene ningún tipo de clemencia por parte de la oligarquía financiera internacional frente al genocidio que viene consumando el Estado fascista de Israel.
Pero la esperanza de más de 300.000 hombres, mujeres y niños de hallar un lugar donde sobrevivir se encuentran con las vallas, alambrados y muros implantados por los estados imperialistas, los mismos que generaron las guerras de la cual escapan.
Los que huyen del horror, las miserias de las guerras y el despojo de las bandas traficantes de humanos de su país natal , se encuentran con una Europa que los discrimina, los trata de plaga, los persigue, los caza y los asesina en corrales como animales.
La muerte por asfixia de 71 personas en un camión en hallado en Austria o las fotos de decenas de náufragos libios flotando en el mar a punto de morir ahogados son, además de trágicas, apenas la punta del iceberg del drama de millones de personas que son condenadas, tanto en su país de origen como en el “viejo continente” por la misma clase dominante, la oligarquía financiera.
Junto a la exigencia de trato humanitario de los miles de hombres, mujeres y niños ya se alzan las voces y la lucha por el NO a la guerra interimperialista que pretende, una vez más, utilizar a la humanidad como carne de cañón de sus disputas internas.
Pero la experiencia de los pueblos del mundo ha hecho empezar a sonar fuerte el no al racismo, a la xenofobia y a la guerra, y grandes sectores de las clases populares empiezan a vislumbrar que la única salida para terminar con esta historia, es dar un salto adelante, un salto a la revolución social.