Todo augura que continuará la lucha de nuestro pueblo por las diferentes reivindicaciones políticas, sociales y económicas.
Insistimos que la experiencia en la movilización es irreemplazable, es la mejor escuela para avanzar en el proceso revolucionario. No es casual que la clase dominante le tema a este ejercicio e intenta por todos los medios disciplinar esa conducta.
Cuando se gana la calle y ello es producto de años, de saber por propia experiencia que así es como se le arrancan las conquistas a la burguesía, es muy difícil volver para atrás esa práctica, por el contrario la misma se eleva no sólo en cantidad sino en su calidad.
Sin embargo, este proceso que camina a lo largo y ancho del país tiene una insuficiencia que de no corregirse implicará recorrer caminos más largos, cuando la Historia facilita ciertos atajos. Nos referimos en concreto a la participación efectiva de los obreros en los asuntos que hacen a la lucha más allá de sus propios establecimientos.
La burguesía, las patronales y los sindicatos han trabajado mucho para aislar al obrero de los asuntos de la sociedad, lo trabajó en lo físico, encerrando a la clase obrera en predios, muchas veces alejados de sus hogares, horarios de trabajo infrahumanos, donde se pierde el sentido del día de semana que se vive o cambios de horarios que privan al trabajador de una relación normal y sensata con sus afectos, fundamentalmente con sus hijos.
Pero también la burguesía trabajó en lo ideológico ese pensamiento.
Existe una base material en el país en donde la socialización de la producción ha dado pasos notables. El sistema capitalista frena la historia de la humanidad, por un lado necesita de ese proceso histórico con el afán de concentrar más riquezas y por el otro aparece la necesidad de la ganancia que cada vez tiende históricamente a concentrarse cada vez más aceleradamente en pocas manos.
Es en este sentido que la burguesía a puesto vallas muy fuerte para contener la presencia de la clase obrera en la vida política, social y económica de nuestro país.
En los últimos tiempos hubo serios intentos por quebrar esa situación, los obreros aceiteros hicieron punta y fortalecieron una lucha extraordinaria con más de cuarenta empresas paradas, una unidad de sector fundamental para el triunfo. Lo destacable fue la intromisión de los obreros en asuntos que trascendieron los portones de sus empresas.
Ese acontecimiento más otros que se suceden van rompiendo las vallas de contención de las que hacíamos referencia, pero aún no es suficiente, se trata de quebrar esas vallas en cada establecimiento en concreto en donde el obrero tome la decisión de hacerse cargo de los infinitos problemas que tiene la sociedad en un sistema tan injusto como el capitalismo.
Hacerse cargo es involucrarse dentro y fuera del establecimiento y hacerlo como clase, no es suficiente como individuo, que así sucede diariamente, se trata que la clase obrera actúe como clase no solo en su reclamo particular sino que se entrometa en la sociedad. Es desde la clase que por el lugar que ocupa en la producción tiene un peso sustancial para hacer pesar sus planteos a la sociedad. Tiene una disciplina, un orden, una preparación intelectual, experiencia histórica acumulada para intervenir en la sociedad, pero sucede que esas vallas tienen que caer y no caerán por sí solas, hay que hacerlas caer. Para ello y por el grado de conflictividad que hay y que vendrá desde el vamos el adentro del establecimiento tiene que estar con él “afuera” del mismo, de entrada esa conflictividad se fortalecerá en la medida que la clase como clase unifique rompa los diques de contención impuestos por el poder y se inmiscuya en todos los asuntos. Inseguridad, salud, educación etc. un todo necesario y común para garantizar que la lucha vaya creando un poder de movilización política capaz de exigir y dictaminar los pasos de cambio radicales que nuestra sociedad necesita.