«La huelga es un derecho constitucional que legitima un daño intencional al paralizar la producción de la empresa que obviamente debe ser restrictivo y limitado a fin de evitar el caos generalizado».
Con esta frase, comienza el artículo de un escribiente de la burguesía, publicado en un diario de la burguesía.
No es motivo de esta nota ampliar sobre los antecedentes del «lúcido» articulista ni del diario en cuestión. Tampoco nos referiremos a la apología del control y reglamentación de la huelga que hace el mencionado artículo. El motivo central de estas líneas es analizar el punto de vista desde el cual la burguesía fundamenta la legitimidad de sus acciones y el respaldo legal de las mismas.
Veamos lo que dice: «…un derecho constitucional que legitima un daño intencional».
O sea que para el burgués, cuando los obreros paran la producción están haciendo un «daño intencional». Encima parece que los trabajadores deberíamos agradecerles que nos permiten hacer un daño pero, claro, que el mismo debe ser moderado y reglamentado.
Preguntémonos si la producción capitalista no es un daño intencional contra toda la población y las generaciones venideras.
La producción capitalista daña porque se basa en la reproducción ampliada del capital que se obtiene expropiando a millones de productores (los proletarios) para beneficio de un puñado de holgazanes (los burgueses).
La producción capitalista daña porque es caótica ya que se realiza para obtener mejor, más rápida y mayor ganancia, sin importar qué se produce, cuáles son las necesidades, cuánto se produce, etc., y esto genera crisis de superproducción, quiebras, destrucción de fuerzas productivas, hambrunas generalizadas, guerras, etc.
La producción capitalista basada en la propiedad privada de medios de producción daña a las mayorías no propietarias de medios de vida quienes, para poder sobrevivir, nos vemos obligados a trabajar para el burgués que nos permita ser explotado. Encima pretende que le estemos agradecido por «darnos» trabajo mientras nos arranca girones de vida, carne, cerebro, nervios y posibilidad de un futuro diferente a nosotros y a nuestras familias, dejándole ganancias gratis.
La producción capitalista daña porque ante la posibilidad de obtener ganancias con el mínimo aporte de costo inicial, no se duda en envenenar ríos, aire y tierra.
La producción capitalista daña porque lo producido con el esfuerzo de masas mayoritarias de trabajadores es administrado en forma discrecional por un puñado de funcionarios empresariales y estatales a favor de un puñado de burgueses monopolistas.
La producción capitalista daña porque cada vez es más grande la diferencia entre el capital acumulado por esa burguesía parasitaria y los ingresos de los trabajadores. Los ricos son más ricos y los pobre más pobres.
La producción capitalista daña porque expulsa trabajadores en forma permanente a la vez que saquea a los burgueses y pequeños propietarios más débiles a quienes proletariza en forma también permanente empujándolos a las filas de los proletarios, acentuando la pobreza y la marginación.
La producción capitalista daña porque se sostiene con el único fin de mantener los privilegios de la burguesía, impidiendo toda posibilidad de un futuro mejor para nuestro pueblo y la humanidad toda.
La producción capitalista daña porque ha desmembrado al hombre a tal punto de cercenar toda posibilidad de desarrollo integral, pues la división del trabajo que sostiene y profundiza no permite al ser humano desarrollar capacidades que lo eleven espiritual y físicamente condenándolo al embrutecimiento de una visión estrecha de la vida, al estrés permanente y al sufrimiento de cientos de enfermedades evitables.
La producción capitalista daña porque desintegra las cualidades más hermosas del ser humano (el amor, la solidaridad, la unidad en el ser social, etc.), a la vez que promueve hasta el hartazgo, las peores características tales como la competencia hasta la muerte, el odio, la soledad frente al mundo hostil, los enfrentamientos con sus guerras, y todo en virtud de priorizar el interés individual burgués sobre el interés colectivo humano.
Y así podríamos seguir detallando los daños que provoca la producción capitalista que incluye todo lo dicho y más.
En suma, la producción capitalista, con su propiedad de la tierra y de todos los medios de vida, lo que les permite a sus apropiadores burgueses, que no son más que en un puñado de personas indeseables, ejercer el poder sobre siete mil millones de seres humanos y que ha creado sus instituciones «legales» para su sostenimiento, daña con su «legalidad» y su concepción del derecho burgués, los principios más humanos y elementales de la dignidad de las personas basados en que este mundo no tiene dueños y es de todos.
Si los trabajadores con sus huelgas dañan al más dañino y caótico sistema que los burgueses sostienen, en buena hora que lo hagamos. La huelga contra la explotación capitalista y el camino a la revolución son el mejor servicio a nuestro pueblo y a la humanidad toda que podamos hacer como proletarios y pueblo argentinos. He ahí la LEGITIMIDAD de la huelga y el derecho que tenemos de realizarla…Y como todo acto de humanidad, no admite ninguna reglamentación, de modo, tiempo o circunstancia.