La insolencia de un “podio”

La noticia de hoy de  los diarios nos dice que “el agro argentino  lidera la producción y exportación  mundial de granos en el mundo”.

Datos extraídos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés) y de la revista especializada Oil World.

  • Primeros en exportación de harina de soja
  • Primeros en exportación de aceite de soja
  • Primeros en producción de biodiesel de soja
  • Terceros en producción de porotos de soja
  • Terceros en exportación de porotos de soja
  • Terceros en exportación de harina de girasol
  • Cuartos en producción de semillas de girasol
  • Cuartos en producción de harinas de soja
  • Cuartos en producción de aceites de soja
  • Cuartos en producción de maíz
  • Cuartos en exportación de aceites de girasol.

La clase dominante nos acostumbra a frases hechas. Nos dicen: “los argentinos” somos los primeros en esto o lo otro. Son cuidadosos en desclasar expresiones que son cotidianas y muy comunes. Pero nada inocentes.

Las cifras son elocuentes para demostrar una vez más que el capitalismo en Argentina es una fuerte traba para el desarrollo del hombre, de nuestra sociedad.

El “podio” productivo y exportador no le cabe a los 40 millones de argentinos, en todo caso ese podio está concentrado en los dueños de los medios de producción y en quienes tienen el control de todo el proceso productivo amén del control absoluto de los mercados planetarios.

Estamos hablando de unas pocas multinacionales que bien nuestro pueblo conoce. Nosotros planteamos que forman parte de la oligarquía financiera. Capitales altamente concentrados dispersos en todo el planeta. Por el contrario, para “ser primeros” han debido atacar las bases de nuestra sociedad y someternos a esos intereses concentrados atacando al hombre y a la naturaleza.

Son los causantes de envenenamiento de las tierras, del agua, del aire. Producen migraciones internas atacando a los pueblos que por siglos estuvieron apegados a sus costumbres.

Se orientan desarrollos productivos para concentrar más riqueza con salarios achatados en detrimento de desarrollos productivos que vayan de la mano con las necesidades de nuestro pueblo.

Facturan, legislando a su favor parlamentos  corruptos, fuerzas represivas que facilitan el corrimiento de poblaciones, en fin, se podrían enumerar más atrocidades de “ese podio” pero lo peor es que en nuestro “granero del mundo” siguen muriendo  y viviendo en la pobreza y marginación y de mala alimentación muchos millones de seres humanos.

Este proceso de concentración alcanzado exige de los revolucionarios hacer una avanzada en los básicos pensamientos de una revolución social en nuestro país, una revolución política en donde la clase obrera y el pueblo tomen el poder y construyan un nuevo Estado.

Primera medida revolucionaria: la propiedad de la tierra y medios de producción monopolistas pasa a manos del Estado Revolucionario, es decir, de todo el pueblo. Bajo ese concepto avanzar sobre los procesos de concentración dejados por el capitalismo.

Con ese poder  popular avanzar en la concentración de la tierra.

En esa primera fase de la revolución socialista resolver de un día para otro el hambre en nuestro país.

Desde el mismo inicio del proceso y bajo un intenso debate en las nuevas instituciones revolucionarias de nuestro pueblo avanzar en la calidad y la cantidad de los alimentos a consumir.

Bajo estadísticas de un Estado revolucionario producir para resolver lo sustancial en nuestra sociedad y un saldo exportador que permita insertarse en el entrelazamiento de los pueblos, internacionalismo proletario, desde una posición de fuerzas  que nos permita tener un excedente económico para dar una vuelta permanentemente en el desarrollo de las fuerzas productivas.

En nuestro país tenemos un pueblo con experiencia, conocimientos científicos técnicos, gran voluntad de vivir una vida digna, fuerzas productivas capaces para desarrollar con el poder en sus manos enormes avances en la sociedad, hoy frenados por el sistema capitalista,  cuyos “cuatro dueños” usando las instituciones del Estado y sus eternos sirvientes, nos mantienen subsistiendo en la prehistoria de la humanidad. Solo una revolución socialista en su primera fase permitirá desatar el potencial contenido en nuestro pueblo laborioso y entonces sí dar vuelta como una media este podio insolente que nos presenta el sistema.

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