La crisis política arrecia. La democracia burguesa se agrieta y muestra el oscurantismo de su razón de ser, en medio de la carencia de las más elementales necesidades humanas: si hay 500 pesitos para comprar un voto hay democracia. Si hay quema de urnas y fraude, también. Pues la democracia burguesa es la representación oficial del sistema capitalista, que a través del Estado al servicio de los monopolios no sólo avala y fomenta la explotación de los trabajadores sino también, la pobreza y la miseria que engendra con su régimen socioeconómico.
El pueblo no gobierna ni delibera sino a través de sus representantes dice la Constitución burguesa, no dejando lugar a dudas sobre el papel que tiene asignado a los pueblos en esta democracia llamada representativa. Por ende, si los representantes oficiales del Estado capitalista, que es lo mismo que decir del capital monopolista, con su aguda lucha de intereses por los negocios, por posicionarse en la dominación del Estado o por evitar perder posiciones en él, por el futuro de los negocios, por las políticas que buscan implementar (devaluación, chatura salarial, ajustes, etc.) y por quienes serán las mejores representantes de sus futuras acciones de gobierno al servicio del capital, sacan a relucir con sus maniobras, su podredumbre. No sólo exponen el carácter de clase de la democracia burguesa, sino derraman a raudales una copa llena de fetidez, que muestra cuán representativa es la democracia que la presidenta se empreña en defender en cada uno de sus discursos.
Esta condición política que el sistema necesita para ejercer su dominación y mantener a flote su régimen de explotación es decididamente contradictoria. Por un lado, el sostenimiento de la esclavitud asalariada y el empobrecimiento de millones; y por otro, el intento de hacer desde la llamada democracia burguesa -representación oficial de este régimen de vida- un lugar “querible” para la clase obrera y el pueblo.
Por un lado la dictadura del capital y por el otro, hacer que sus dictados sean avalados desde abajo. Esta contradicción insostenible que se muestra con todas luces en esta época, no sólo es propia y particular del periodo electoral sino, que el avance de la lucha y organización de la clase obrera y el pueblo, hace que arrecie en este marco electoral la crisis política que la lucha desde abajo expresa.
Esta contradicción es la manifestación irreconciliable entre las aspiraciones y las necesidades de vida digna de millones de seres humanos, que chocan frontalmente contra las políticas de los monopolios y sus representantes, y que provocan un tembladeral en las alturas.
Por ello, la democracia directa y la autoconvocatoria -que son superadoras formas de acción y organización política de los trabajadores y el pueblo- les causan tanto escozor, porque estas expresiones anulan el carácter funesto de la representatividad burguesa y sus instituciones, con la acción directa del protagonismo del los trabajadores y el pueblo. Son el germen del Estado revolucionario.
Esta circunstancia de crisis política en el marco de la democracia burguesa da lugar a que se manifiesten teorías reformistas y el oportunismo más descarado frente a las penurias sociales. Plantean que pueden ser resueltas estas contradicciones en los marcos del régimen capitalista. Estas teorías que intentan embellecer el capitalismo, no sólo son utópicas, sino reaccionarias, e intentan ser “proyectos de país” para la salvación del capital por medio de la democracia burguesa.
La democracia burguesa está cuestionada desde el hartazgo de millones.
Por ello, ayer en Laferrere, la presidenta le dedicó no pocas palabras a embellecer este Estado de cosas. Justamente en La Matanza donde la pobreza de cientos de miles inunda un enorme porcentaje de la región con sus carencias e imperiosas necesidades, donde la salud es un desastre y la vivienda, el transporte, la educación, etc. destilan el estado de cosas que se describe.
Cristina habló con el oportunismo y la sorna que la caracteriza, al “defender el voto de los pobres”. Y entre otras cosas dijo: “Lo más metafórico se puede encontrar en Gregorio de Laferrere”. La metáfora no existe. La realidad que se pretende disimular la sufren millones ¿O acaso la realidad en Laferrere es una metáfora de sus ilusiones sobre la democracia burguesa?
Con la revolución social se frena este taponamiento a la vida digna.
Sin revolución social no hay cambio.