La lucha de clases no les da respiro en todo el planeta

Desde los primeros escarceos entre Rockefeller  y  Mao, luego reafirmados entre Nixon y Dengsiaopin, el tema del achatamiento del salario comenzaría una “larga marcha”.

Acuerdos políticos y económicos entre ambos países, en donde el sistema capitalista aún podía planificar a 20/30 y más años, se llevaría adelante una rápida industrialización del país Asiático.  Centenares de millones de seres humanos por esos años se verían afectados a una proletarización gigantesca. El Este de China sería el objetivo primario a desarrollar y para ello comenzaron a funcionar las leyes que rigen el capital financiero en la época del capitalismo monopolista de Estado.

El gobierno Chino comienza a permitir la IDE (Inversión Extranjera Directa) y para ella se conceden innumerables exenciones fiscales y de todo tipo, y pese a no tener aún mano de obra especializada, importantes masas campesinas comienzan a proletarizarse abandonando el campo para dedicarse a la producción de mercancías. Las empresas monopolistas de EEUU se trasladan con todos sus arsenales, poniendo en marcha lo acordado, para succionar la plusvalía a un nuevo proletariado organizado para producir pero desorganizado aún para actuar como clase.

Ese traslado de monopolios no se hizo esperar y a esa primera tanda se le fueron agregando otros de diferentes puntos del planeta, sobre todo Europa. Empresas consolidadas en décadas de capitalismo en las principales potencias mundiales pusieron sus capitales en China a sabiendas que era necesario frenar la caída de la tasa de ganancia propia del sistema Capitalista.

Las máquinas, el desarrollo científico técnico alcanzado, necesitaban y necesitan de la fuerza de trabajo hombre para succionar la ganancia que provoca la mano de obra proletaria, pero a la vez convive con la necesidad antagónica de avanzar en la utilización de la máquina para competir en el mercado capitalista.

Esa nueva clase obrera regida por las leyes del capitalismo monopolista de Estado no iba pasar desapercibida ante esa ofensiva del capital. Millones de proletarios con un camino recorrido de explotación y opresión iban a asestar un duro golpe al sistema capitalista planetario: la clase obrera China en el año 2010 realizaba importantes huelgas de la industria automotriz, textil, zapatos… y pondría el primer paso de conquista salarial que ya no iba a detenerse hasta nuestros días.

Rápidamente, esa crisis que provoca la lucha de clases, repercute en el mundo y el gobierno Chino, bajo el dominio de los monopolios, adopta nuevas medidas al interior de sus fronteras, trasladando una nueva corriente de proletarización de mano de obra intensiva al centro y oeste de este gran país.

En todo el sudeste asiático, el fantasma del proletariado aparece con rigurosidad histórica, y el capital va en búsqueda de nuevas fuerzas productivas para frenar la caída de la cuota de ganancia. Extiende sus aspiraciones a otros puntos del planeta, basados en la expropiación que produce la fuerza de trabajo.

Es en este camino de pensamiento, es que pueden entenderse las guerras desatadas en el mundo.

No es solo el apoderamiento de los recursos naturales, es ir por las poblaciones del mundo para producir cada vez más a menor costo.  El escenario de medio oriente, Asia, África, América del Sur, con la crisis en Siria, Turquía, Israel, Yemen y la presencia militar de todas las potencias, está dado fundamentalmente por el control de mareas humanas para incorporase al mundo proletario.

El escenario mundial marca un crecimiento  del proletariado a escala mundial, más allá de los nuevos ideólogos burgueses y “progresistas” que recorren las universidades del mundo exclamando a viva voz la aparición masiva de la “clase media” para justificar  lo injustificable, presentando al mundo capitalista sin proletarios y queriendo “aliviar” el choque clasista que le da vida al pensamiento revolucionario y le otorga robustez y vigencia a la idea de la lucha por el poder hacia una sociedad socialista.

La crisis capitalista ha dejado de ser cíclica. La incorporación de miles de millones de proletarios y asalariados  en la escena del sistema capitalista acelera y prepara las bases materiales de la lucha de clases.

Querer sostenerse en la idea que las crisis son propias de la puja interimperialista sin ver como el proletariado y los asalariados van por una vida digna,  es hacer caso omiso a un devenir plagado de complejidades en donde parecería ser que los pueblos son sólo “convidados de piedra” y no protagonistas en la lucha por el poder.

La lucha de clases es la motora de la sociedad humana en el sistema capitalista, y aunque la dominación de clase burguesa ejerza un peso sustancioso en lo ideológico para sostenerse como clase dominante, las fuerzas proletarias y populares pujan por romper las cadenas que los aprisionan abriendo caminos de revoluciones sociales.

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