Ya en los umbrales de un “nuevo gobierno”, tanto Macri como Scioli están haciendo gestiones para “unificar la CGT” e intentar, una vez más, un llamado pacto social donde gobierno, monopolios y sindicatos encaren, ni bien asuman, un frente común con la intención de hacer una barricada contra la tenaz lucha y oposición que van a presentar la clase obrera y el pueblo a toda intencionalidad de reducir la masa salarial. A eso se refieren cuando hablan de “proteger la gobernabilidad y dar señales para contener la escalada inflacionaria”, a lo cual Moyano, por ejemplo, tan calladito hasta ahora ya deja deslizar su histórico papel: “Yo hablo de sincerar la economía porque se malgasta el dinero. Van a venir momentos bastante complicados”.
Sí, Moyano, va a estar complicado. En primer lugar, a diferencia de la lectura que hace un gran “arco progresista” del acto electoral pasado de que hay un vuelco de las masas hacia la derecha, el pueblo les profundizó la crisis política, la bronca es grande y crece cada día, y la disposición al enfrentamiento también, gane quien gane. Pero en la etapa que se avecina no solo la lucha de la clase obrera y el pueblo se va a llevar puesto al nuevo gobierno sino que con ello los próximos destronados, y no por las urnas sino por la movilización y lucha, serán estos putrefactos y decadentes sindicatos pseudo feudales que tan solo por sus prácticas ultra verticales y su rol groseramente pro patronal, chocan frontalmente con las prácticas y aspiraciones que ya vienen ejercitando las masas desde la horizontalidad en la democracia directa. Ésta es la más clara expresión del antagonismo de la actual etapa de la lucha de clases.
Acá se acabó la fiesta, y ese es el gran dilema de un pacto social que a lo que más se acerca es a una parodia. Basta recordar cómo fracasó EL PACTO SOCIAL de Perón en 1973/74. Muchos dirán que existía en el campo popular una gran fuerza; y es verdad. Como también es verdad que Perón contaba con todo el apoyo y la credibilidad de las amplias mayorías. Y también es verdad, aunque la Historia lo silencie, que el único que se opuso desde un inicio al PACTO SOCIAL fue nuestro partido que no contaba con una correlación de fuerzas a favor.
Ahora bien, de qué pacto social pueden hablar estos tipos ahora en el marco de una crisis política de la burguesía nunca antes vista, que por su profundidad termina siendo la continuidad, y superior aún, a la crisis política del 2001; pues ahora se le suma un actor diferente que espera impaciente en las gateras para irrumpir en la escena política, que es el proletariado industrial.
Es en esta lectura que impulsamos nuestra táctica, como lo plantea el artículo “Nuestra táctica ante el próximo gobierno” del 25 de octubre pasado : “Ante el disciplinamiento, más rebeldía; con masividad y desde la independencia política del sistema, rompiendo con toda la institucionalidad burguesa de la índole que sea, llámense sindicatos traidores (en casi su totalidad), ministerios públicos y de justicia, ministerios de trabajo, legislación laboral, etc. es decir, imponiendo las reglas de juego de la más amplia movilización, que arranque bien desde abajo, organizados sector por sector, fábrica por fábrica, amalgamando y entretejiendo la unidad de carácter local, involucrando a toda la sociedad, tomando como método de organización central LA ASAMBLEA, ÚNICO ÓRGANO SOBERANO capaz de darle masividad y contundencia a las decisiones en la lucha emprendida”.
Mientras el sistema se desfoga en la contienda electoral, para nuestro partido y los revolucionarios el tema de las elecciones ya pasó, y nunca estuvo presente. Las cartas de la lucha de clases se juegan con otro mazo y ahí es donde se deben centrar todas las energías. En última instancia las elecciones son un problema de la burguesía que hace a la dominación, para decorar la “República” en su marco de institucionalidad jurídica y legal burguesa de la cual, en el actual contexto de la lucha de clases, en nada beneficia a nuestro pueblo. Otra cosa son las libertades públicas ya que son una conquista de nuestro pueblo, donde ya no hay cabida para políticas fascistas, donde basta recordar el Estado de Sitio de De La Rúa y con ello el emblemático helicóptero.