Desde hace unos meses se ha instalado en el país el tema de una vuelta más en la profundización del ajuste.
Desde la sabiduría popular se denunciaba como advertencia de lo que vendría ya que se sabe por experiencia que, cuando de achicar costos se trata, la burguesía no lo hace disminuyendo sus ganancias. En cambio, desde las usinas propagandistas del Estado y de todas las instituciones de la clase dominante, se esparcía la idea como táctica para instalarla en la conciencia del pueblo como algo inevitable que debería hacerse si o si.
En la campaña electoral, el tema del ajuste fue el caballito de batalla para mostrar «diferencias» entre dos «proyectos» distintos que no eran tales. Unos gritaban a los cuatro vientos que no harían una profundización del ajuste y los otros hablaban de que el tema era inevitable y que debían hacerlo en beneficio de la situación «crítica» del país que no es más que la situación crítica del sistema.
Ambos mentían. Los primeros porque pertenecen a las filas gubernamentales que hoy están en la Casa Rosada y son los que vienen aplicando, desde hace años, el ajuste día a día. Y los segundos porque enredaban el tema tratando de confundir y diferenciarse del otro sector con su discurso sin reconocer que, de hecho, el ajuste se viene aplicando. Pero la realidad es que ambos coinciden en esconder que la profundización del ajuste es la vía que tiene la clase burguesa para poder sostener sus ganancias que se ven disminuidas por las luchas populares en procura de mejoras en sus condiciones de vida. Es que en el sistema capitalista, si las masas mejoran sus vidas es porque le arrancan a la clase burguesa parte de las ganancias que esperan llevarse para sus arcas.
Tanto uno como otros han demostrado su inoperancia y que la voluntad de los gobiernos tiene sus límites. Ni uno ni otro pueden explicar claramente, ahora mismo, cuáles han sido los motivos que llevan a que el ajuste se está aplicando por fuera de cualquier iniciativa institucional. Si lo hacen, deben reconocer que la burguesía actúa como clase sosteniendo sus ganancias y que, a pesar de lo que pretendan los sectores más lúcidos de esa clase que quieren evitar una profundización de los conflictos sociales con el pueblo movilizado, los gobiernos de turno y el Estado no tienen más remedio que acomodarse a lo que la burguesía, y sobre todo la parte más concentrada, la oligarquía financiera, hacen de por sí sin consultar a nadie.
En una palabra, los intereses del capital monopolista están por encima de las decisiones gubernamentales y estatales. O dicho de otra manera, las decisiones de los gobiernos de turno y de las instituciones del Estado son tomadas en beneficio y a la medida de los intereses de la burguesía monopolista. Es que el Estado somete su ordenamiento al interés de la clase burguesa y no al revés.
Las políticas medrosas del Estado y sus gobiernos frente a la situación efervescente de las masas se hacen añicos frente a la irracionalidad política del sistema. Es que el sistema capitalista es totalmente irracional. No es posible darle un cauce hacia un sentido definido en un plan, porque es caótico y gira alrededor de la mejor ganancia. Nadie puede encausarlo ni los más conspicuos representantes de la «ciencia» burguesa. Estos son incapaces de resolver los problemas de conjunto del sistema, porque su «ciencia» es incapaz. No hay otra ley distinta a la ley de la ganancia que pueda hacer girar sobre su eje al capitalismo. Y eso es lo que no dicen ni reconocen frente al pueblo.
Es así que, dada la situación actual, la burguesía, y fundamentalmente la oligarquía financiera, ha aumentado los precios de los productos en porcentajes que, en algunos casos superan el 50%. Los que hablaban en contra del ajuste obedecieron la lógica del sistema aumentando el precio de la nafta, tarifas y servicios. Los que apoyan a los que iban a aplicar una vuelta más en el ajuste, se adelantaron a las medidas que se iban a tomar desde el gobierno y aumentaron sus precios sin esperar los «tiempos políticos» y sin medir sus consecuencias sociales aumentando la ingobernabilidad actual y futura.
Todo esto influye en la situación de masas abriendo surcos más profundos en la crisis política de la burguesía. Varios sectores de trabajadores en general y obreros en particular están planteando la demanda de bonos de fin de año, adelantamiento de paritarias y otros reclamos por mejoras en sus ingresos. Las profundización de las luchas por el salario y los ingresos de todo tipo a favor de los trabajadores constituye así, un eje inmediato político de acción por una vida digna contra la burguesía monopolista, su gobierno de turno y el Estado a su servicio.
La lucha de clases es tan ingobernable como el sistema capitalista. Ambos responden a leyes que no puede dominar ninguna tendencia política. Pero la organización de esa lucha de clases es una tarea política revolucionaria que puede y debe orientarse hacia un objetivo definido. En este caso, la toma del poder por parte del proletariado y el pueblo.
Ésa es la ciencia que nuestro Partido, junto a otros destacamentos revolucionarios, debemos esparcir en la amplia actividad de masas que está desarrollándose a lo largo y ancho del país, mostrando firmemente cuál es el camino de salida a este caos capitalista. El socialismo es una organización consciente de la sociedad a partir de una producción planificada ya que se basa en las necesidades y aspiraciones de las amplias mayorías laboriosas.